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Alertan del declive de población de manatíes en EE.UU.

Hace décadas, los manatíes estuvieron en peligro de extinción en Florida. La gente se solidarizó con ellos y sus números aumentaron, pero un reciente y abrupto declive preocupa.

No buscaba invitar a un desconocido a casa de mi bisabuela aquella tarde. Esperaba entrevistar a Buddy Powell, explorador de National Geographic, en el agua, en Crystal River, una pequeña población de Florida al norte de Tampa, donde comienza la historia moderna de los manatíes.

Sin embargo, nuestro bote se averió y hacía demasiado calor para quedarnos en el muelle, así que aquí estamos, frente a frente en unos sillones naranjas a juego con la sala ambientada en los años setenta de Hazel Gaines.

Mi bisabuela se mudó a Crystal River hace más de 60 años; murió en 1993. Conservamos esos sillones porque nos la recuerdan y también nuestra infancia, cuando explorábamos el río. Buddy Powell es un poco mayor que los sillones, pero está en mucho mejor forma: tiene una postura juvenil y una mirada alerta que no deja de dirigir al agua.

Powell se crió aquí en los sesenta, cuando los manatíes estaban casi extintos en Florida. “Encontrar uno era muy emocionante”, relata. Es uno de los máximos expertos en estos mamíferos marinos herbívoros y, aunque firma sus correos electrónicos como “James Powell, Ph. D., presidente y director ejecutivo del Acuario Marino Clearwater”, prefiere que le digan Buddy.

Una anomalía en el reino animal

Los manatíes, a veces conocidos como vacas marinas, son una anomalía en el reino animal. No son depredadores ni presas; la evolución privó de ser agredidos a estas criaturas pacíficas, que pueden alcanzar 4 metros de longitud y pesar más de 900 kilos. También entran en la categoría de “carismáticos” animales silvestres que tienen a los humanos absortos.

Este esfuerzo ha implicado proteger y restaurar su hábitat, implementar reglas para evitar los choques con barcos o crear conciencia sobre estos magníficos animales. Crystal River —“La capital de manatíes del mundo”— es el epicentro de su recuperación.


Un aviso de que «algo anda muy mal»

Pese a estos logros, los manatíes aún enfrentan serios peligros. Tres cuartas partes de los 22 millones de habitantes de Florida viven en la costa, muchos en el hábitat principal del manatí, donde la presencia humana ha degradado los manantiales, las vías fluviales y los pantanos del estado. Por ejemplo, la laguna Indian River, un importante hábitat de los manatíes en la costa este de Florida con alta densidad de población, décadas de residuos humanos, sedimento de los desarrollos inmobiliarios y fertilizantes de los jardines y las granjas que han enturbiado el agua.

Esto ha arrasado con la pradera acuática, la principal fuente de alimento de los manatíes. Más de mil manatíes han muerto en la laguna en los últimos dos años. Conforme aumentan las víctimas, las instalaciones que rescatan a los manatíes enfermos con la esperanza de regresarlos a la naturaleza —como ZooTampa en Lowry Park y SeaWorld en Orlando— quedaron saturadas con el flujo de pacientes de nuevo ingreso.

Los medios han presentado los decesos de los manatíes como una llamada de atención ambiental, pero, en palabras de Powell, “la gente asegura que las muertes de los manatíes son un aviso prematuro de que algo anda mal. Pero, si se extinguen, será demasiado tarde”. En otras palabras, las muertes de los manatíes no son una señal de un desastre que se avecina, son el desastre en sí: el resultado de advertencias que se ignoraron durante mucho tiempo.


“Todos están obsesionados con ellos”

La adopción de animales carismáticos —como elefantes (el pariente más cercano de los manatíes en tierra), pandas y delfines— como símbolos de la conservación puede fomentar un activismo efectivo para su protección. En 1978, la Ley de Santuario para los Manatíes en Florida designó el estado como “refugio y santuario” para los manatíes, y limitó las velocidades de los barcos en los refugios de invierno de agua cálida, como Crystal River. La medida reafirmó la Ley de Protección de los Mamíferos Marinos y la Ley de Especies en Peligro, que se aprobaron a principios de esa década.

“Todos están obsesionados con ellos”, cuenta Lisa Smith, cuidadora del Centro de Cuidados Intensivos para los Manatíes David A. Straz, Jr., de ZooTampa. Las tiendas de regalos en el Estado Soleado ofrecen de todo, desde rascadores de espalda con forma de manatí hasta correas para perro y buzones de manatí de 1.5 metros de alto. Los miembros de grupos de Facebook dedicados a los manatíes intercambian memes y presumen manualidades. Una publicación ofrece una interpretación de La última cena, de Leonardo da Vinci, pero, en vez de Jesús y sus apóstoles, a la mesa se reúnen manatíes.


Cuando los días transcurren entre comer, dormir y expulsar gases

¿Qué le parece atractivo a la gente de un animal que parece un dirigible deforme y que dedica sus días a comer, dormir y expulsar gases? Se puede encontrar una respuesta en el Túnel del Manatí, en el Centro de Cuidados Intensivos para los Manatíes en ZooTampa, un hospital que puede rehabilitar al mismo tiempo a más de 20 de estas criaturas distintivas de Florida.

Los manatíes mueven sus aletas como si fueran el antebrazo de un humano y en los bordes de estas tienen uñas: un recordatorio de que hace 50 millones de años sus ancestros caminaban en la tierra. Los pelos ásperos en su piel gris pizarra son antenas táctiles, lo que les otorga un exquisito sentido del tacto para navegar detectando el movimiento del agua.

Algunos espectadores, hipnotizados por la gracia incomprensible y meditativa de los manatíes, observan en silencio. Otros murmuran que son adorables. “¿Es una morsa?”, susurra un hombre. “No. Parece una papa al horno gigantesca”, responde su pareja.

Manatíes: los vegetarianos voraces de los manantiales

Todos se ríen cuando un manatí pasa nadando y hace una barrena horizontal, mientras suelta un chorro de burbujas del trasero antes de irse planeando, abatiendo la enorme cola en forma de paddle. Las vacas marinas, como las terrestres, son vegetarianas voraces y les encanta el pasto. Para el autor cubano Manuel Pereira, el manatí no es tan bonito y sin duda es “menos ostentoso” que el delgado y juguetón delfín. Sin embargo, “todo el instinto maternal del universo se concentra en este animal”.

“Lo que la gente no entiende es la necesidad de apoyarlos en las vías fluviales”, asegura Smith. Ante todo, esto implica restaurar la pradera marina y la vegetación acuática de agua dulce, la base de su existencia y de la salud general de las aguas de Florida. La pradera marina aísla carbono (o “carbono azul”) 35 veces más rápido que la selva tropical y almacena el doble por hectárea.

Fuente: NatGeo

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