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El extraño rescate de dos terraplanistas que querían llegar al borde de Tierra

Una pareja veneciana fue rescatada tratando de alcanzar la isla de Lampedusa, donde estos delirantes creen que termina el mundo.

Corría el mes de abril, e Italia estaba inmersa en pleno confinamiento, cuando la guardia costera de este país acudió en auxilio de una barca en las cercanías de la isla de Ustica, frente a Palermo. Sus ocupantes estaban sedientos, agotados, a punto de naufragar, y precisaban socorro urgente.

No se trataba de una patera con migrantes huyendo de Libia, como están acostumbrados en Sicilia estos últimos años: era una pareja de venecianos convencidos de que la tierra es plana, que tiene la forma de un disco de vinilo, que su forma esférica es un complot y que termina exactamente en la isla de Lampedusa, la mayor del archipiélago de las Pelagias.

Los navegantes se saltaron el confinamiento, pero se perdieron en su extraña odisea en barca

Parece una broma, pero es todo verdad, o al menos así se lo contó meses después a La Stampa el doctor Salvatore Zichichi, médico de la sanidad marítima del Ministerio de Sanidad italiano, que normalmente se ocupa de migrantes. “Ambos –relató– salieron del Véneto durante el confinamiento, directos hacia Lampedusa, violando todas las restricciones”. La pareja fue en coche hasta Termini Imerese, cerca de Palermo, donde vendieron el automóvil y compraron una barca, dispuestos a alcanzar Lampedusa. Allí creían que se encontraba la finis terrae, es decir, el fin del mundo, delimitado entre montañas de hielo de color esmeralda de cuatrocientos metros de altura vigiladas por guardianes milenarios, como se sostuvo durante una conferencia organizada justo en Palermo el año pasado.

Los navegantes no contaban con equivocarse de ruta y, en lugar de dirigirse hacia África, terminaron cerca de Ustica, al norte de Palermo. “Lo divertido –continúa Zichichi a la cabecera de Turín– es que se orientaban con una brújula, un instrumento que funciona sobre la base del magnetismo terrestre, principio que ellos, como terraplanistas, deberían rechazar”.

La extraña odisea terminó antes de lo esperado para los venecianos. Cuando ya no podían más con su navegación frustrada, en lugar de encontrarse con el comité de bienvenida de los guardianes milenarios que les enseñarían los confines terrestres se toparon con la guardia costera, los carabinieri y el alcalde de Ustica, Aldo Messina. No daban crédito a que dos italianos septentrionales hubiesen violado las órdenes de quedarse en casa para prevenir más contagios de coronavirus.

Por si no fuera poco, la pareja de terraplanistas reclamaron a gritos una extraña petición a las autoridades. “¡Atentos, dejad los teléfonos o manteneros alejados!”, exclamaron, convencidos de la peligrosidad de las redes de telefonía y de cada uno de estos aparatos.

Sin saber muy bien cómo actuar con tal hallazgo, al final la policía y la guardia costera decidieron trasladar a la pareja de venecianos –de los cuales todavía se desconoce la identidad– a Palermo. Hasta allí escoltaron la pequeña embarcación, e impusieron una cuarentena de quince días, por precaución, a sus ocupantes. Hasta que una mañana intentaron fugarse, tal vez para intentar alcanzar la isla de sus sueños. “¡Comandante, los terraplanistas se han escapado!”, gritó Zichichi, desesperado, al jefe de la capitanearía del puerto. El experimentado marinero tuvo una corazonada, le mostró su posición en una pantalla y le prometió que en tres horas seguirían todavía allí. Y efectivamente, no lograron que la barca se moviese mucho, y tuvieron que ser rescatados de nuevo por la guardia costera italiana.

La historia de los terraplanistas no acaba bien. Después del intento de fuga frustrado, tuvieron que someterse a una nueva cuarentena. No contentos volvieron a tratar de escaparse para ir a visitar la casa de un mitómano que sostenía ser positivo el coronavirus, aunque finalmente no lo era. La pareja fue forzada a terminar el periodo de confinamiento en Sicilia y cuando Italia levantó las restricciones de movilidad entre regiones regresaron a Venecia, abandonando en Palermo la barca con la que ansiaban comprobar sus creencias complotistas.

El movimiento terraplanista ya desembarcó en Palermo en mayo del 2019 con un convenio donde se disiparon las mayores teorías de la conspiración. Desde el cuestionamiento de los agujeros negros, del viaje del hombre a la Luna –creen que los astronautas son actores–. pero, sobre todo, la negación del globo terráqueo. “Observando el horizonte desde la cabina de los aviones se intuye claramente que la tierra es plana. En breve eliminarán las ventanillas de los aviones”, alertaron los participantes.

Fuente: La Vanguardia.

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