Hoy se cumplen 10 años de su desaparición. Su mamá grabó un video en donde muestra a su hija que su cama quedó tendida y sus juguetes la esperan.
Sofía, a la que todavía llama "mi princesita dulce" había sido "una hija muy buscada". María Elena había tenido endometriosis, un embarazo ectópico y le habían extirpado una trompa. Después de cinco años de intentos frustrados se enteró de que estaba embarazada.
María Elena era ama de casa y Fabián Herrera, su marido, trabajaba en una fábrica de hilados. Ese 28 de septiembre de 2008, domingo, amaneció soleado. No era lo habitual en Río Grande, por eso decidieron ir con una pareja de amigos a pasar el día a un camping sobre la ruta.
Las mujeres se quedaron en el auto. Los hombres bajaron a buscar un reparo para hacer el fuego. Sofía corrió atrás de ellos. Los hombres volvieron, Sofía no. Su desaparición sucedió mientras Fabián creía que había vuelto con María Elena y María Elena creía que estaba con Fabián.
Como nunca hubo ninguna pista concreta y en el "pueblo chico, infierno grande" todos murmuraban por lo bajo, los investigadores pusieron la lupa en la familia. "El juez nos dijo: 'Díganme la verdad porque si ustedes tienen algo que ver, no tienen perdón de Dios", recuerda María Elena.
Se llevaron sus teléfonos para comprobar si alguno de los dos tenía un o una amante que pudiera haber querido dañar a Sofía por despecho. Nada. "Cuando me quedaba sola, la Policía me preguntaba si Fabián era violento y si yo le tenía miedo. Me decían que les contara, que me iban a proteger".
¿Cabía la posibilidad de que el propio padre de Sofía la hubiera atacado y enterrado en el camping y que María Elena lo estuviera encubriendo por miedo? Los investigadores recrearon la caminata de los dos hombres por el camping para ver si habían tardado más de lo que decían. La hipótesis tampoco condujo a nada.
"También se decía que Fabián tenía deudas de juego con un empresario muy poderoso de acá, dueño del casino. Y que podría haber sido un ajuste de cuentas. Revisaron todas las cámaras, nunca había estado en el casino". Investigaron las cuentas de la pareja: no había movimientos extraños, sólo encontraron una deuda de 20.000 pesos de un préstamo que habían pedido para arreglar el patio y construir una parrilla.
Investigaron a la otra pareja (incluso a los padres del matrimonio) para ver si podía haber habido un secuestro pactado y un entregador. Los perros, guiados por la muda de ropa que le habían llevado a Sofía por si se mojaba, estuvieron hasta en los techos de esas casas. Nada.
"Acá han llegado a decir que yo era prostituta y mi marido proxeneta. Y que venía por ese lado", sigue. "Las habladurías del pueblo confundían a la Justicia. Se perdió mucho tiempo en investigarnos a nosotros. ¿Cuántos cabos habrán quedado sueltos mientras perdían el tiempo con nosotros?".
Hubo una vidente que sostuvo durante todos estos años que "nunca la habíamos llevado al camping, que la habíamos enterrado en el patio y habíamos inventado todo para justificar que la habíamos matado". La Justicia secuestró su cámara, donde apareció la foto que le sacaron esa mañana en la estación de servicio. Sofía tiene un buzo azul francia: eso recomienda Defensa Civil para evitar que los chicos se pierdan en la estepa.
Los Herrera accedieron a excavar frente a las cámaras en el patio de su casa. No había nada. Recién este año las pericias psiquiátricas mostraron que la vidente padece delirios místicos y alucinaciones. Tiene sus facultades mentales alteradas, por lo que fue considerada inimputable.
María Elena dio a luz a Giuliana cuatro meses después de la desaparición de Sofía. La cara de esa nena, que el 23 de enero cumplirá 10 años, se usó para definir la proyección del rostro que Sofía tendría hoy.
Giuliana no usa la cama de su hermana: la cama sigue vacía y tendida, esperando el regreso. "Tengo guardado lo que había usado esos días: las medias con tierra, la campera que le ponía para ir a la playa. Un poco porque pienso que tal vez algún día la tecnología avance y algo de eso puede servir. Otro poco porque es lo último que usó mi hija".
Hay, entre esos recuerdos, un toallón rosa guardado en una bolsa. Fue el toallón que usó para bañarla por última vez y aún conserva cabellos sueltos de Sofía. "A veces lo saco para tocarlo, para olerlo", dice María Elena, y llora por teléfono, a casi 3.000 kilómetros de Buenos Aires.
"Sofi está por cumplir 14 años. Ya tiene edad para entender pero, si habla otro idioma, tal vez ni sepa que la estamos buscando", se despide su mamá. "Siempre pienso cómo habrá crecido, si se acordará de nosotros, si tiene amigos, si irá a la escuela, si será feliz. Imaginar eso me tranquiliza. Pienso: 'Si no puede estar conmigo por lo menos que esté siendo feliz".