En el año 2029, Finlandia ya no utilizará carbón para generar energía. El ministro de Medio Ambiente, Kimmo Tiilikainen, conocido por su defensa en reducir los gases de efecto invernadero, adelantó el martes pasado un año la prohibición del uso de este combustible fósil --el plazo previsto hasta ahora era 2030--, a la vez que avanzaba el plan de subsidios que el gobierno finlandés proyecta para las empresas energéticas que abandonen el carbón en 2025.
La medida se enmarca en el futuro Plan Nacional de Energía para la próxima década, que se inspira en la estrategia bioeconómica lanzada en 2014 y en la apuesta de otros países europeos contra la amenaza del cambio climático.
El objetivo de Finlandia responde al impulso político en consonancia con el Acuerdo de París y al complejo sistema de plantas de producción combinada de calor y electricidad (CHP) destinado a abastecer, sobre todo, a los grandes núcleos urbanos. Renunciar al carbón, que supone el 10% de la energía finlandesa, supondrá un cambio gradual por otras alternativas durante los próximos diez años, a un ritmo del 1% anual.
“Se trata de un objetivo alcanzable”, afirma Peter Lund, presidente del panel energético del Consejo Asesor Científico de las Academias Europeas (EASAC) y profesor de física energética y sistemas energéticos avanzados en la Universidad Aalto. “Finlandia tiene una de las mayores emisiones de dióxido de carbono per cápita en Europa, por lo que la decisión es correcta. Es de esperar a que se incremente el uso de las energías renovables y activar la innovación en energía. Es un país de alta tecnología y uno de los países nórdicos ricos, si no reducimos las emisiones, no se lo podremos pedir a los países más pobres”, señala Lund.
El plan de eliminación del carbón resulta una buena medida dentro del marco de la Alianza global para Eliminar el Carbón, resaltan Mari Pantsar y Aarne Granlund, directora e investigador del departamento de Economía Circular de Carbono Neutral en el Fondo Finlandés de Innovación Sitra. “El carbón para la electricidad implica 800 gramos de CO2 por kilovatio hora, mientras que la solar, eólica y nuclear son entre 4-15 gramos de CO2 por kWh, según el análisis del ciclo de vida. Otra ventaja estará en la disminución de las importaciones de energía de Rusia, pero con el inconveniente de que no reducir los derechos de emisión ni las emisiones totales de CO2 en Europa”, apuntan estos expertos.
Las implicaciones climáticas de la medida son mínimas, comparte Finnish Energy (ET), la patronal del sector energético finlandés. “Reducir el carbón a nivel nacional no reducirá el total de las emisiones de CO2 en la UE. No hay prácticamente ningún beneficio para el clima. Acelerar la eliminación de 2030 a 2025 costará alrededor de 200 millones de euros, mientras que la reducción de emisiones en centrales eléctricas finlandesas supondrá uno o dos millones de toneladas de CO2 totales. El coste sería de 100 euros por tonelada de CO2 o más. Hay vías más baratas disponibles en otros ámbitos”, defiende el director general de la entidad, Jukka Leskelä.
Un subsidio de 90 millones
Los perdedores de la medida a corto plazo, señala el profesor Lund, serán las compañías energéticas favorecidas por los bajos precios de este combustible y los reducidos costes de emisión, “debido a que el sistema de comercio de emisiones de la Unión Europea no funciona con eficacia para establecer un precio adecuado en las emisiones”. “Esos beneficios desaparecerán, pero es vergonzoso que las empresas no hayan mostrado antes la debida responsabilidad en la mitigación del cambio climático, como pasa en Alemania y Polonia --que representan más de la mitad del consumo de carbón en la UE”, lamenta Lund.
Aunque técnicamente es posible, el objetivo de 2029 supone un margen demasiado corto para las empresas energéticas, recalca a Leskelä. “Todas tienen un plan para eliminar progresivamente el carbón hasta 2035, pero el objetivo de 2029 implicará soluciones caras y provisionales”, advierte el portavoz de la patronal, quien defiende que los productores energéticos están cada vez más convencidos de prescindir del carbón. “El uso del carbón ya se ha reducido a la mitad. Se estima que será marginal en 2030, cuando solo se emplee como combustible por razones de seguridad del suministro y como barrera de los costes de las energías alternativas. Pero los mercados de combustibles para la calefacción suelen ser locales, especialmente los que utilizan biomasa de madera. No tener una alternativa comercial puede causar un aumento en los costes”, prevé.
La subvención prometida por el gobierno finlandés alcanzará los 90 millones de euros para las empresas que abandonen el carbón en 2025. “Eso cubrirá solo una pequeña parte del costo de la transición del carbón a las energías alternativas”, indica el profesor Lund. “El subsidio se dará muy probablemente sólo por la diferencia de coste de invertir antes en lugar de seguir invirtiendo hasta 2029. Tampoco se ofrece información de los detalles de la ayuda”, critica Leskelä.
Eliminar progresivamente es diferente de prohibir, señala Leskelä respecto a la medida contra el uso del carbón. “La prohibición de una fuente de energía es nuevo en la política energética de Finlandia, que hasta ahora se ha ocupado de los efectos de la generación pero nunca de la propia fuente de energía. La competencia entre las distintas fuentes mantenía los precios de la energía de forma competitiva, pero la prohibición puede complicar la seguridad del suministro y crear importantes costes adicionales. Todo dependerá de cómo se redacte la legislación”, señala el máximo responsable de Finnish Energy, quien cuestiona que la medida ayudará a la reputación del país como líder del clima y de la tecnología.
Líder europeo en nuclear
El mayor desafío se encuentra en las ciudades que dependen del carbón, como Helsinki. “La demanda de calor, que es sustancial, necesita soluciones inteligentes como las energías renovables. Pero Helsinki ha decidido sustituir el carbón con la bioenergía, aunque otras soluciones viables son las bombas de calor y la eficiencia energética de los edificios, que no se han considerado mucho”, indica el profesor Lund.
La caída de la energía se cubrirá en gran parte con la nueva capacidad eléctrica que aportará en breve la energía nuclear, que aumentará un 30% la producción con la puesta en marcha de dos nuevos reactores –uno de ellos en Eurajoki, que será el más grande del país y cubrirá el 10% de las necesidades de la energía nacional. Una mayor capacidad nuclear en las próximas décadas “beneficiará a la reducción de gases de efecto invernadero debido al bajo análisis de ciclo de vida (ACV) por kWh de la producción nuclear”, señalan los investigadores Fondo Finlandés de Innovación Sitra.
Finlandia construye más energía nuclear que cualquier otro país europeo, afirma con preocupación Lund. “En 2030, según el plan de energía, sería uno de los países líderes en el uso de la energía nuclear y la segunda más alta en el uso de biomasa de los bosques. Los riesgos de ambas opciones no se han tenido en cuenta en la política energética”, lamenta este experto.
La dependencia de Finlandia en la energía nuclear se remonta a su pasado político e industrial. “Para pagar la deuda de la guerra a la Unión Soviética, desarrollamos industrias pesadas como el acero, el papel y la celulosa, que requerían una cantidad de energía que en principio se obtuvo de centrales nucleares en colaboración con los soviéticos, como parte de los acuerdos comerciales bilaterales. Su vinculación a la industria pesada ha creado esa dependencia a largo plazo”, apunta Janne I. Hukkinen, profesor de política ambiental en el Instituto de Ciencia de la Sostenibilidad (Helsus) de la Universidad de Helsinki.
Finlandia tiene una de las mayores emisiones de dióxido de carbono per cápita en Europa
Un buen ejemplo de esa vinculación está, según este experto, en la estructura organizativa de la industria nuclear finlandesa. “Todas las centrales nucleares están a cargo de cooperativas formadas por grandes empresas de servicios públicos de energía. Esta perversa configuración asegura que la energía nuclear finlandesa siga siendo barata en comparación con otros países”, destaca Hukkinen.
‘Rezagado’ entre los nórdicos
El sector energético finlandés, sostiene la patronal del país, comprometido con la neutralidad del carbono para el año 2050, tiene objetivos “muy similares en las emisiones climáticas en los países nórdicos”. “En renovables, hay una pequeña diferencia entre países: en Finlandia, la energía nuclear se considera como parte de la solución al clima como energía neutra que reduce la dependencia del carbón, mientras que otros países consideran que debe hacerse con renovables”, observa Leskelä.
Para el investigador Hukkinen, sin embargo, Finlandia es un rezagado entre los nórdicos en materia energética. “La energía renovable clave en Finlandia es quemar licor negro, el residuo de la producción de celulosa. Su viabilidad es cuestionable en un mundo de crisis climática, por lo que la estructura actual de las renovables en Finlandia es vulnerable. Suecia y Noruega están en mejor posición por su abundante energía hidroeléctrica y por avanzarse en las tecnologías eólica y solar, algo que no ha hecho Finlandia”, lamenta.
“En lugar de impulsar las energías renovables, Finlandia ha apoyado la energía nuclear a través de decisiones políticas. Es un poco difícil de entender por qué, ya que estas centrales nucleares están en constante retraso y son cada vez más caras. En todo caso, la prohibición del carbón muestra que Finlandia es un país que se toma en serio el cambio climático”, concluye Göran Finnveden profesor de análisis estratégico medioambiental del Real Instituto de Tecnología (KTH) de Estocolmo.
Pero la prohibición del carbón significará también, recuerda el investigador Hukkinen, que las plantas de energía quemen más madera y turba. “La turba --un carbón ligero y esponjoso que se encuentra en lugares pantanosos--, es igual o peor que el carbón. Su extracción provoca considerables impactos negativos sobre la calidad del agua y la biodiversidad. La madera tampoco es mucho mejor, en relación con el valor inferior de la energía y los efectos secundarios negativos del cultivo y el procesamiento”, concluye.