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Científicos responden a la agroindustria

Científicos de distintas disciplinas que estudian las consecuencias del modelo agroindustrial responden a defensores de los venenos agrarios

La fuerte maniobra que se extendió durante las últimas semanas en medios hegemónicos y redes sociales para contraponer al trabajo de la campaña #BastaDeVenenos -que denunció la peligrosidad que acarrea el modelo de explotación agronómica industrializado- tuvo una fuerte respuesta por parte de reconocidas personalidades argentinas del mundo de la ciencia con trascendencia internacional. Los especialistas abundaron en referencias propias y de sus pares para advertir a la población y explicar los riesgos a los que se expone desde hace más de 20 años a las personas en Latinoamérica, con el actual sistema agrario basado en semillas modificadas genéticamente (OGM) y el complemento de uso de grandes cantidades de agrotóxicos. Esta realidad golpea principalmente a la Argentina, el país que en proporción a sus habitantes, más cantidad de agroquímicos utiliza en el mundo.

Sucedió entonces que, desde las principales organizaciones que promovieron y defienden ese sistema altamente contaminante -entre las que se pueden enumerar a la Cámara de Sanidad Agropecuaria y Fertilizantes (Casafe), la Cámara de la Industria Argentina de Fertilizantes y Agroquímicos (Ciafa), entre otras, salieron a reivindicar la campaña #BastaDeMiedos para intentar contrarrestar el apoyo que logró #BastaDeVenenos que impulsan las comunidades fumigadas.

Puntualmente, lo que irritó a los defensores del sistema agroindustrial fue el contundente material de difusión de la problemática, entre el que se cuenta un video protagonizado por actores y personalidades de renombre en el que advierten sobre la peligrosidad de los venenos que se aplican en los cultivos. Ante esto, desde Casafe contraatacaron afirmando que “detrás de todos los alimentos y productos hay miles de profesionales del agro, científicos y reguladores que estudian durante muchos años para garantizar la seguridad de lo que consumimos y utilizamos”.

“Somos personas que, al igual que ustedes, se preocupan por lo que comemos, por el ambiente y por la salud. Por eso nosotros también decimos BASTA. Basta de estigmatización, basta de grietas, basta de argumentos sin ciencia, #BastaDeMiedos”, expresaron actores y personalidades.

Un video que inquieta

En tanto, desde Ciafa afirmaron: “No ponemos en duda la inquietud de las personalidades que participan en el video -Leonardo Sbaraglia, Julia Mengolini, Nora Cortiñas, Francis Mallman, Laura Azcurra, Hilda Lizarazu, Alejandro Bercovich y Susy Shock-, pero los argumentos esgrimidos no son fundados en conocimiento científico y lo que se consigue es generar miedo. Desde Ciafa manifestamos nuestra preocupación y nos oponemos a este tipo de campañas que difama a quienes día a día trabajan para una producción de alimentos sanos y sustentables”.

La confusión que se generó ante las declaraciones de estas cámaras, que pudieron sorprender a más de un desprevenido o desconocedor del tema, fue motivo para que en un reciente intercambio con científicos destacados de argentina, moderado por la investigadora y periodista especializada en cuestiones ambientales, Anabel Pomar, se expusiera parte de la profusa evidencia que la ciencia produjo al respecto. Incluso, sobre las pruebas científicas de la existencia de agrotóxicos en el ambiente, el agua, en los cursos de los ríos y en los cuerpos de personas que habitan en lugares totalmente alejados de zonas de producción agrícola.

Al respecto, la especialista Delia Aiassa (doctora en Ciencias Biológicas, profesora de Citogenética y Toxicología e investigadora del Departamento de Ciencias Naturales en la Universidad Nacional de Río Cuarto) -considerada por sus pares como “una heroína nacional” debido a las presiones que sufrió luego de dar a conocer el resultado de sus trabajos- explicó que desde la genética como disciplina estudió el daño que puede producir la exposición a este tipo de sustancias tóxicas en poblaciones humanas como en otros organismos. También aportaron sus conocimientos el biólogo Rafael Lajmanovich, investigador principal del Conicet y profesor titular de la Cátedra de Ecotoxicología en la Facultad de Bioquímica de la Universidad Nacional del Litoral y Damián Marino, doctor en Ciencias Exactas, investigador del Conicet y licenciado en química con orientación en química orgánica (los conceptos de estos últimos en un próximo informe de La Capital).

Efecto que rompe el ADN

En su exposición, Aiassa señaló: “Lo que encontramos en poblaciones humanas, tanto expuestas en contacto directo con estas sustancias como aquellas que viven en las cercanías de donde son usadas, es que el daño que se produce del material genético es mayor que una persona que no está en contacto con esos compuestos. Son elementos que causan un efecto que rompe el ADN de cada una de las células del organismo”.

“Ese daño genético en poblaciones humanas, si se mantiene en el tiempo, se traducirá en problemas reproductivos, cáncer y malformaciones en la descendencia o enfermedades genéticas consideradas raras, pero cada vez más habituales en estas poblaciones”, indicó y agregó que en los estudios “vemos lo mismo que los médicos y profesionales de la salud que atienden a estas personas. Hay mayor frecuencia que las que están acostumbrados a ver o presencia de neoplasias y cánceres”.

Para Aiassa, es posible hacer una asociación cuando existe una sustancia genotóxica que está causando un daño en el material genético y se mantiene en el tiempo. “Se llega así a estos problemas que son observados en la mayoría de las localidades que están rodeadas de campos de cultivo y donde se utilizan estos productos con frecuencia”, dijo.

La especialista comenzó a estudiar estos fenómenos en 2006 tras un estudio realizado en floricultores de Buenos Aires expuestos a agroquímicos y que presentaban daño genético por el contacto con sustancias empleadas como plaguicidas. En Córdoba no había reportes similares y su equipo fue el encargado de presentar los primeros resultados.

“Se repitieron entonces situaciones recortadas que ocurrieron en otros países del mundo. Es decir que no solo se dieron aquí, sino que se observaron daños sobre el material genético en poblaciones de otros países que están expuestas”, explicó.

Los niños

Según detalló Aiassa, es muy importante todo lo que se puede aportar sobre cuáles son las fuentes de exposición que tienen las personas. “Es sumamente valioso esto de decir que los agroquímicos existen y que está demostrado que están en las matrices ambientales, en el aire, el agua y el suelo”, señaló en relación al trabajo que realiza sobre el tema el científico Damián Marino (ver en la próxima entrega).

“En el caso de los niños, un grupo muy vulnerable, comenzamos a estudiarlo y fuimos interrumpidos cuando empezamos a dar los primeros resultados porque fue mal visto por «alarmar a la población sin sustento», según algunos sectores”, dijo la doctora.

La profesora de Citogenética y Toxicología, Delia Aiassa añadió: “Estudiábamos niños sanos, que viven a una distancia de entre 50 y 500 metros de donde se pulveriza. Incluso de lugares separados solo por una calle del campo. No se puede negar que los agroquímicos llegan a la población y mucho menos que la afecta, porque tienen una determinada clasificación como banda verde que sugiere que eso es inocuo. Eso no es así. La clasificación toxicológica que manejamos en Argentina no nos indica la verdadera peligrosidad que tienen esas sustancias”.

“Quedó demostrado perfectamente que el daño que tienen en sus cuerpos los niños que viven en estas condiciones ambientales (recibiendo las derivas más que otros que no tienen los campos productivos pegados a las zonas urbanas) tienen un daño en el material genético aumentado en relación a otros”, afirmó la bióloga.

Destacó que está sumamente demostrado que el daño se atribuye a los químicos del agro “porque no hay otra fuente de contaminación” y que en los niños de otras localidades donde no hay pulverizaciones cercanas “no hallamos daño genético”.

“No se puede negar que el daño que se encontró en los niños que viven en cercanías de campos pulverizados se asocia a la aspersión de agroquímicos. Eso está claro y, como otros científicos, estamos cansamos de mostrar evidencia. No solamente con nuestros trabajos sino con otros de la bibliografía internacional, que en estos últimos años creció muchísimo”, referenció.

Las distancias

“Lo que se tomó como referencia con nuestro trabajo en relación a las distancias -de aplicación de agrotóxicos- es un tema difícil. No se puede decir cuál es la distancia óptima para que no ocurra nada. Pero podemos señalar que hasta esa distancia (1.095 metros desde la zona pulverizada) había daño en los niños. Mientras más cercanos a la zona de pulverización, mayor es el daño encontrado”, indicó Aiassa.

También consideró que “es cierto que no le podemos «echar la culpa» solamente al glifosato, pero esa es la sustancia más utilizada. Pero además existe todo lo otro. Estamos expuestos a una mezcla de sustancias químicas que tienen efecto genotóxico, más allá de los casos agudos, cuyas condiciones están más que reportadas en la bibliografía”.

“En los casos que estudiamos existe un daño silencioso que, de mantenerse en esas condiciones, se sostendrá en el tiempo”, advirtió.

Asimismo, añadió que “en esa etapa de la niñez es probable que no se registren daños inmediatos, pero si a futuro, en la adolescencia y en la edad adulta. Se están viendo muchos problemas reproductivos en estas localidades y situaciones adversas para la salud cuando ocurren estas condiciones ambientales”.

Daño genotóxico

En un breve resumen, Aiassa “bajó” para el entendimiento popular el significado de daño genotóxico: “Cada una de nuestras células, en su núcleo contiene ADN que, en presencia de algunas sustancias que son llamadas genotóxicas, como los plaguicidas, tienen la capacidad de romperse. Se genera así una inestabilidad genética. Esas células con rupturas generalmente se mueren y se eliminan por un mecanismo de reparación del cuerpo. Pero si eso se mantiene llega un momento en que se fija ese daño y se manifiesta como algún tipo de neoplasia, o sea cáncer”.

“En los ensayos que hacemos en poblaciones humanas está más que probado que un aumento en ese daño genotóxico tiene un significado biológico que se traduce en riesgo de padecer cáncer en el mediano o largo plazo y también en la aparición de problemas reproductivos”, observó.

Por último, precisó: “Estudiamos aplicadores, personas adultas y niños expuestos y, en todos, encontramos que, en esas condiciones ambientales, hay un aumento de daño genético”.

Fuente: La Capital

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