El músico que compuso clásicas bandas sonoras como las de Cinema Paradiso y La Misión celebra nueve décadas de vida. "La música de una película tiene que ser aquello que no se dice, ni se ve", dijo el gran maestro.
Morricone es el protagonista invisible de películas que acompañaron a varias generaciones. Y aunque no se vea, la música es aquel elemento que transporta al espectador, que emociona, inquieta o asusta, aún más que cualquier gesto. Este italiano que cumple 90 años sabe que su arte es único, aunque los estilos que ha desarrollado sean infinitos.
Con casi 500 bandas sonoras bajo el mando de su batuta. Morricone comenzó en el cine con El bueno, el feo y el malo, de Sergio Leone, quien fuera un gran amigo suyo. Si se le pregunta a un aficionado del séptimo arte que haya visto la película cuál era el guión, puede que dude en su respuesta. Ahora bien, si se hiciera sonar la música compuesta por Morricone, lo más probable es que nadie se cuestionaría de qué se trata.
"Es un trabajo dificilísimo porque el compositor tiene que proponer sus ideas y contrastarlas con las del director, y no siempre coincide. Hay que trabajar mucho para lograr ese matrimonio de propuestas", explicó Morricone en un entrevista realizada por la TVE hace unos años. Los matrimonios que ha logrado afianzar en el cine fueron de los más recordados. Y también de los más comentados.
Ha ganado premios por doquier, entre ellos dos Oscar: uno honorífico en 2006, y otro por la película The Hateful Eight (Los ocho más odiados). El western, que combina misterio y comedia, fue dirigido por Quentin Tarantino, el cineasta norteamericano con quien Morricone tiene un pasado. Hizo la música para las dos Kill Bill (protagonizadas por Uma Thurman) y Django sin cadenas, por ejemplo. Pero después de The Hateful Eight, de 2015, la cosa entre ellos cambió.
En una entrevista reciente a la edición alemana de Playboy, Ennio arremetió contra Tarantino. Amparado en la impunidad de su edad y trayectoria, fue a fondo. "Es un cretino. Simplemente, roba a los demás y lo mezcla. No hay nada original en eso. Y tampoco es un director, así que no es comparable a los auténticos grandes de Hollywood como John Huston, Alfred Hitchcok o Billy Wilder. Ellos fueron geniales; Tarantino simplemente está cocinando cosas viejas. No me gustan sus películas, son basura".
Un europeo con el que también ha tenido chispazos es con el español Pedro Almodóvar. Con él hizo Átame (1990), el filme que catapultó a Antonio Banderas y que a Almodóvar le valió estar nominado a 15 premios Goya (aunque no ganó ninguno). En su momento, Morricone había dejado trascender que el director español no había sido muy comunicativo con él, pero tiempo después aclaró: "Yo dije que al final de todo no me contó qué pensaba de la música. Pensé que es lo que hacía con todo el mundo, que era su costumbre no comentar. Unos años después me lo encontré en un festival y me dijo lo bonita que le había parecido la música de Átame". Aclarar en este caso se parece bastante a oscurecer, pero en boca del picante Morricone ya es suficiente cumplido con Almodóvar.
De una vocación, un trabajo
"Mi pediatra era el mismo que curaba a los hijos de Mussolini y por eso yo quería ser médico, pero mi padre dijo: '¡No! Serás músico'", confesó, y dejó claro el apoyo incondicional de su familia para la carrera por la que Ennio Morricone sería reconocido mundialmente. Vale decir que su padre era músico también, y quién lo guió desde muy pequeño: antes de los seis años ya estaba estudiando armonía y poco después estaba inscripto en una academia.
Originalmente, el italiano nacido el 10 de noviembre de 1928 en Roma tocaba la trompeta. Pero un buen día decidió que lo suyo sería el cine, sin abandonar la música, por supuesto. "Una de las razones por las que dejé la música clásica es porque no podría vivir escribiendo música para conciertos. Ha sido una razón de supervivencia, de necesidad de ganar para vivir, no ha sido una verdadera elección", explicó en una entrevista.
Aunque suene renegado, el director entendió que ese era su destino. "No me arrepiento de esta elección en estado de necesidad porque la música de cine me ha dado mucho. Y no hablo de ganancias, sino de hechos de estudio, de búsqueda. Y porque he podido ir plasmando mis tendencias en la música de cine".
La pantalla grande sigue siendo su gran amor y pocas personas en el mundo pueden hablar con tanto conocimiento como Morricone de este arte. "Es la música la que interpreta la escena y no hay necesidad de palabras: todo depende del director. Muchas veces los directores me han pedido que escriba una pieza musical destinada a permanecer solo en pantalla y luego, por el contrario, la música no ha permanecido sola, traicionando el espíritu de la petición hecha. De este modo la música no se oye porque el oído humano no puede escuchar demasiadas cosas juntas, demasiados elementos sonoros juntos, por una cuestión física".
El romano explicó que "cuando la música está baja es como si no existiera porque no se logra percibir un elemento musical tan abstracto como es el sonido musical en relación a los sonidos de la realidad, como el diálogo, los efectos, los ruidos. Así, la música pierde valor". Por lo tanto, su papel, aunque no se vea, es uno más en el reparto de las ficciones.
Érase una vez en América, dirigida por Sergio Leone y protagonizada por Robert De Niro, fue recortada salvajemente para su inserción en el mercado de los Estados Unidos. Años después, consultado sobre esto, Ennio explicó: "Para mí no habría sido posible cortar así una película que ya había sido cortada bastante y que ya había alcanzado el mínimo posible para hacerse entender. Con los flashbacks completamente cortados y con el montaje cronológico ha resultado una monstruosidad que se puede entender solamente como hecho comercial en América. Pero que desde el punto de vista artístico, es ciertamente como tirar la película a la basura".
Pionero y referente de las nuevas generaciones
Morricone cambió para siempre el modo de hacer música para películas. Nada era así antes de su llegada. Con los años todos trataron de imitarlo, y en el camino fueron incorporando herramientas que el italiano tan bien combinó, como gritos humanos o ladridos, golpes o latigazos. Las tres primeras películas que filmó con Leone fueron el puntapié inicial para un camino plagado de aciertos.
Montones de westerns; Novecento (1976), de Bernardo Bertolucci, con Robert De Niro; la bíblica Moisés (1974), dirigida por Gianfranco De Bosio, o Días de gloria (1977) de Terrence Malick con Richard Gere, llevan su sello. Antes que él llegara a la industria, la música era un factor secundario. Con Morricone, los sonidos y las melodías pasaron al frente y cobraron protagonismo.
En una entrevista televisiva de la década del 80, el compositor reconoció que recordaba con especial cariño a la música de las películas que habían tenido menos suerte a pesar de merecerla, dejando en evidencia que más allá del reconocimiento y los premios, Morricone se deja llevar por la inspiración, sea cual fuere el resultado en la taquilla.
Antes de Por un puñado de dólares, de Leone con Clint Eastwood como protagonista, Morricone había hecho ya algunas películas que casi no salieron a la luz. "El compositor, como todos los que desarrollan una actividad creativa, tiene que trabajar. Si estudias algún compositor importante de la historia de la música, como por ejemplo Bach, verás que él completaba un trabajo al día, y al cabo de algunas semanas tenía la cantata prometida para tocar en la iglesia. El problema surge cuando uno no trabaja: el problema es estar parado porque las ideas no surgen. Uno podría estar preocupado por la página en blanco y por lo que se debe hacer, pero lo más importante es trabajar y tener ganas de trabajar. El estímulo que surge entre un trabajo y otro siempre trae consigo nuevas ideas y nuevos experimentos".
Conocer el secreto de su éxito es fácil si se piensa en los centenares de obras realizadas y en sus ideas acerca de la inspiración. Ni duende, ni musa, Morricone le adjudica todo al trabajo. "Es más importante el trabajo que la inspiración, sobre todo porque la inspiración no existe. En la música, como en todas las artes creativas, el uno por ciento es la inspiración y el 99 restante es la transpiración; es decir, la fatiga, el sudor y la voluntad de realizar el hecho artesano".
Práctico y ejecutor, se ha mofado más de una vez de quienes sueñan con ese instante de magia que resuelve todo. "La inspiración es un concepto viejo y romántico para seducir a las muchachas del 800; hoy, ya no sirve. No hay inspiración, hay solo una idea que el artista debe tratar de desarrollar". Más que una definición, un concepto válido en todos los órdenes de la vida.
Fuente: Infobae.