Los antiguos romanos ponían talismanes con forma de falo colgando en las puertas para ahuyentar el mal de ojo. Eran las "tintinnabula", unas campanillas con aspecto fálico. El órgano sexual masculino era considerado un talismán de fertilidad y prosperidad, y servía además para alejar los malos espíritus.
El ruido emitido por una campanilla también se consideraba un poderoso hechizo que atraía el favor de los buenos dioses. Por eso, la combinación de ambos objetos convertía el
Muchas de estas campanillas aparecieron entre los vestigios de Pompeya, pero su connotación sexual llevó a que, durante años, hayan estado recluidas en el llamado "gabinete secreto" del Museo de Nápoles, al que sólo se accedía con permisos especiales.