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Phubbing, el mal de la indiferencia que afecta a los adolescentes por su adicción al celular

Nuevas tecnología, nuevos hábitos, nuevos consumos, y nuevas patologías. La incorporación de dispositivos a la vida diario mejoran la calidad de vida, la comunicación y el acceso a ciertos estándares de bienestar, pero también a males como la indiferencia, el “ninguneo” por la adicción al celular, que tiene nombre: Phubbing. La nueva práctica preocupa a los educadores y especialistas, sobre todo por cómo afecta particularmente a los adolescentes, la franja etaria más conectada y más vulenrable, señala AIM el docente e investigador en educación, Santiago Resett.

Celulares, computadoras, tablets, notbook, consolas de video juegos, todos dispositivos conectados a internet ya forman parte de la vida cotidiana. Tecnologías que permiten una mayor calidad de vida y acceso a la comunicación, educación y entretenimiento. Pero también, en determinados casos y usos, patología de dependencia y asociada a ella prácticas de disfunción social. “Un ejemplo típico es el phubbing”, advierte en diálogo con esta Agencia el investigador de Conicet, Santiago Resett.

La derivación de esta adicción a la tecnología ya es una preocupación en pedagogos e investigadores sociales. “Es cuando en una cena o almuerzo con una persona se lo ignora o no escucha por estar enfocado en mandar o responder los mensajes de texto. Aunque puede parecer una conducta menor, genera gran conflicto en las interacciones sociales con familiares, amigos o parejas amorosas, ya que se compone de un aspecto relacionado con la adicción al celular, mientras que el otro se caracteriza por la interrupción en la comunicación cara a cara que esto genera”, explicó el docente.

Datos en adolescentes de Entre Ríos arrojan “porcentajes elevados de dichas conductas”, dice Resett sobre relevamientos propios. “Por ejemplo, casi un 20 por ciento señalaba que los demás se ‘quejaban casi siempre o siempre por el uso excesivo que hago del celular’, más de un 50 por ciento indicaba que ‘al despertarme, los primero que hago es revisar el celular’ y casi un 30 por ciento destacaba que ‘el uso que hago del celular se incrementa día a día’. Asimismo, otros costos de esta adicción son los problemas asociados con las dificultades de un buen dormir, debido a la exposición prolongada de las pantallas hasta alta horas de la noche. También el sedentarismo o dificultades en la regulación emocional y cognitiva debido a su uso desde edades precoces. Sin embargo, esta pandemia es una pandemia silenciosa”, enumera el educador.

Por otro lado, plantea como paradoja que “a diferencia de la adicción al alcohol, el tabaco o el cannabis, los padres, madres o educadores no pegan un grito en el cielo al ver a un niño o adolescente que pasa siete horas en las redes sociales debido a que los costos psicosociales y físicos no se ven en lo inmediato. Al contrario, muchos madres o padres se jactan con orgullo sobre cómo su hijo/a las usas desde los 8 años. Del mismo modo, para muchos progenitores, es un ‘chupete’ electrónico que ya a los 2 años le dan a su hijo/a para poder realizar las tareas domésticas o tener un tiempo de relajación mientras el hijo está callado mirando YouTube”, critica el docentes sobre las conductas condescendiente de padres o progenitores.

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