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La hiperexigencia: ¿Amiga o enemiga de la excelencia?

La hiperexigencia es un tema que merece ser explorado en profundidad. Aunque a menudo se ve como algo positivo, puede ser perjudicial si se lleva al extremo. Norberto Levy, un psicólogo argentino, se pregunta si la hiperexigencia es una actitud que realmente merece ser celebrada o si nos tortura y no nos conduce a la excelencia que promete alcanzar.

Qué es la hiperexigencia

La hiperexigencia es una relación, un vínculo entre un exigidor y un exigido que existen dentro de nosotros. Todos tenemos dentro de nosotros un aspecto exigidor y un aspecto exigido.

La relación exigente-exigido dentro de nosotros está hecha de un exigidor interno, una parte exigida y una meta que la parte exigidora le obliga a alcanzar a la parte exigida. Un hiperexigente tiene tres protagonistas dentro de sí: un hiperexigidor interno, una parte hiperexigida y la meta que la parte hiperexigidora impone a la parte exigida.

En la hiperexigencia, el exigidor es inmaduro y no se da cuenta del modo en que trata al exigido ni del efecto que tiene el trato que le da. Norberto Levy pone una metáfora sencilla para ilustrar la relación de estos dos aspectos dentro de nosotros: la del jinete y el caballo. El aspecto exigente es como un jinete que quiere llegar hasta una montaña, pero se siente tan atraído por esa meta que deja de percibir cómo está su caballo (la parte exigida).

Es posible equilibrar este rasgo y caminar hacia el bienestar. La hiperexigencia no nos conduce a la excelencia que promete alcanzar, pero hay formas mucho más funcionales de alcanzar la excelencia sin la hiperexigencia torturadora. Es necesario trabajar con la infancia, el interior y el exterior para comprender y equilibrar la hiperexigencia y alcanzar el bienestar.

Consecuencias de la hiperexigencia

Una vez que entendemos que la hiperexigencia es una relación entre un exigidor y un exigido, y que esta relación puede ser inmadura y disfuncional, es importante explorar cómo afecta a la persona que la experimenta.

En primer lugar, la hiperexigencia puede generar un gran estrés y ansiedad en la persona, ya que siempre se siente presionada para alcanzar metas cada vez más altas. Además, puede llevar a la persona a ser muy autocrítica y perfeccionista, lo que puede ser agotador y desmotivador.

Por otro lado, la hiperexigencia puede afectar negativamente las relaciones interpersonales de la persona. Si una persona es hiperexigente consigo misma, es muy probable que también lo sea con los demás, lo que puede generar tensiones y conflictos en las relaciones.

Por último, la hiperexigencia puede hacer que la persona nunca se sienta satisfecha con sus logros, ya que siempre estará buscando la perfección y la excelencia. Esto puede llevar a la persona a sentirse frustrada y desanimada, y puede impedirle disfrutar de los éxitos que ha logrado.

Entonces, ¿cómo podemos lidiar con la hiperexigencia y caminar hacia el bienestar?

La excelencia no es hija de la exigencia

Muchas personas creen que la excelencia es el resultado de una exigencia implacable hacia sí mismos y hacia los demás. Pero ¿es esto realmente cierto? La verdad es que la exigencia extrema no es necesaria para lograr la excelencia.

Para alcanzar la excelencia, es importante que te conectes con tus aspectos exigidos internos y los tengas en cuenta en la elección de tus metas. Consulta tus sentimientos y necesidades antes de establecer objetivos. Escucha a tu cuerpo y respétalo.

Además, es crucial que el exigidor consulte y respete al exigido. No obligues a tu parte exigida a hacer algo que no quiere o no puede hacer. No te tortures a ti mismo con una hiperexigencia insana y destructiva. En lugar de eso, busca el equilibrio entre ambas partes de tu ser.

Es importante entender que la excelencia es un proceso a largo plazo que requiere paciencia, perseverancia y amor propio. La exigencia extrema sólo te llevará a la insatisfacción, la frustración y el agotamiento. En cambio, una interconsulta respetuosa te permitirá crecer y evolucionar de una manera saludable y sostenible.

Recuerda que la transformación es posible y que puedes experimentar los cambios beneficiosos que se producen cuando respetas tus necesidades internas y las de los demás. La excelencia no es hija de la exigencia, sino del amor propio y la compasión.

En resumen, la hiperexigencia no es una actitud que merezca ser celebrada, ya que puede ser inmadura, disfuncional y causar estrés y ansiedad. Sin embargo, es posible trabajar en esta actitud y caminar hacia el bienestar y la excelencia de una manera más saludable y equilibrada.

Fuente: PsiMammoliti.-

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