
El 24 de mayo de 1919 murió el poeta mexicano Amado Nervo, uno de los mayores que han surgido en su país. Descendía de una familia española radicada en San Blas, donde recibió la instrucción primaria. Tras morir su padre cuando él tenía nueve años, su madre lo envió a un Colegio de Padres Romanos, en Michoacán.

Luego sufrió la muerte de su amada, Luisa Daillez, y el suicidio de su hermano Luis, también poeta.
Se radicó en Mazatlán, donde escribió para la prensa y luego a la ciudad de México. Trabo relación con escritores como Luis Urbina, Rubén Darío y José Santos Chocano.
Más tarde fue embajador de México en España y en el Uruguay
Escribió cuentos, libros de viaje, ensayos y, sobre todo, poesías reunidas en el libro El éxodo y las flores del camino (1902).
En 1900, en la Exposición Universal de París, conoció a Paul Verlaine y Oscar Wilde
En 1901 conoció al amor de su vida, Ana Cecilia Luisa Dailliez, que murió el 7 de enero de 1912. Su obra maestra fue La amada inmóvil (1922), publicada póstumamente, inspirada en la muerte de Ana.
Su religiosidad se manifestó en títulos como Los jardines interiores (1905), En voz baja (1909), Serenidad (1914), Elevación (1917) y Plenitud (1918).
Amado Nervo falleció el 24 de mayo de 1919 en el Parque Hotel, en la ciudad de Montevideo, donde residía como embajador de México en el Uruguay Tenía 48 años.
Gratia Plena (De La amada inmóvil)
Todo en ella encantaba, todo en ella atraía:
su mirada, su gesto, su sonrisa, su andar...
El ingenio de Francia de su boca fluía.
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!
Ingenua como el agua, diáfana como el día,
rubia y nevada como margarita sin par,
al influjo de su alma celeste amanecía...
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!
Cierta dulce y amable dignidad la investía
de no sé qué prestigio lejano y singular.
Más que mucha princesas, princesa parecía:
era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!
Yo gocé el privilegio de encontrarla en mi vía
dolorosa; por ella tuvo fin mi anhelar,
y cadencias arcanas halló mi poesía.
Era llena de gracia, como el Avemaría;
¡quien la vio no la pudo ya jamás olvidar!
¡Cuánto, cuánto la quise! ¡Por diez años fue mía;
pero flores tan bellas nunca pueden durar!
¡Era llena de gracia, como el Avemaría;
y a la Fuente de gracia, de donde procedía,
se volvió... como gota que se vuelve a la mar!