Porque es bueno para sacar a los alumnos de las aulas en plena pandemia, porque lima las diferencias de género, porque activa la curiosidad... Hay muchas razones para dar clases en espacios naturales. Y también obstáculos, según los maestros
Desde que los niños han regresado al cole tras el parón del confinamiento, los epidemiólogos han repetido hasta la saciedad que es imprescindible tener las aulas bien ventiladas para luchar contra la propagación del virus y que, en la medida de lo posible, había que aprovechar para enseñar a los pequeños en patios y zonas verdes cercanas al centro escolar. Es decir, en espacios abiertos. Además, el cerebro de los peques se activa al cambiar de escenario. La mayoría de los docentes también lo cree, pero destacan que hay obstáculos para llevar a buen puerto la llamada educación al aire libre, una tendencia al alza, que también pretende contrarrestar las horas de falta de sol de los más jóvenes, que pasan mucho tiempo entre cuatro paredes y 'empantallados' con dispositivos electrónicos. Así lo recoge en una encuesta realizada por el Creaf -centro público de investigación dedicado a la ecología- y el Área Metropolitana de Barcelona en la que preguntaban a un centenar de maestros por qué las escuelas no hacían más clases en el aire libre.
La consulta, que forma parte del proyecto europeo Clearing House, pone de manifiesto, por un lado, que el profesorado considera que los patios de las escuelas no son suficientemente verdes o acogedores para hacer clases y, por otra parte, que la zona verde más cercana a la escuela, en muchos casos, está lejos. «Si la clase es de una hora, no resulta factible trasladar todo el alumnado y esto pone de manifiesto que el tipo de urbanismo de las ciudades, desgraciadamente, no siempre facilita el contacto de los centros educativos con los espacios verdes, así el tiempo que supone desplazarse hace que se descarte la idea de hacer las clases fuera», se destaca entre las conclusiones de la encuesta.
Otro de los motivos que resaltan la mitad de los encuestados (un 50,2 por ciento) es la falta de supervisión. Controlar una clase de 25 alumnos de media en un espacio exterior es más complicado que dentro del aula y una sola maestra o maestro lo tiene difícil. «Las clases de ciencias naturales no son las únicas que se pueden hacer fuera, también se puede hacer literatura en el exterior, que ayuda a la inspiración y la paz mental para escribir, dibujo con modelos 'in vivo', que aportan creatividad y capacidad de observación, o las clásicas matemáticas. Son muchas las oportunidades si tienes cerca un espacio natural o un patio verde y hay que transmitirlo al profesorado», explica Corina Basnou, ecóloga del CREAF y miembro del proyecto europeo Clearing House, que lleva más de un año abogando por el reverdecimiento de algunas ciudades europeas y chinas. «Una de las piezas más importantes para transformar las ciudades es que la educación esté cada vez más cerca de hacerse al aire libre y con unos patios verdes», indica Basnou.
Ante los problemas de desplazamiento que existen, una buena alternativa según Basnou es «hacer más verdes los patios de las escuelas y conseguir entonces gran parte de los beneficios de la educación al aire libre. La clave está en que sean variados, que tengan zonas de prado, de árboles, algunas secciones de barro». En este sentido, un 74 por ciento de los encuestados respondieron que en ocasiones iban a dar clases en el patio, pero que no era un entorno «bastante naturalizado»
Reparto sexista del patio
Trasladar la naturaleza a los patios implica beneficios sociales y comunitarios para la escuela, ya que está demostrado que los espacios grises y asfaltados favorecen la segregación por género, apuntan desde el Creaf. Durante el recreo, las actividades deportivas como el fútbol acaban practicándolas más los niños -por la opresión que todavía suponen los roles de género- ocupando el 70 por ciento del patio, el espacio a menudo asfaltado como cancha de fútbol, ??mientras que las niñas ocupan los márgenes, el 30 por ciento restante con otras actividades. En cambio, en las zonas naturales se buscan actividades conjuntas e integradoras. Asimismo, que el patio esté rodeado de verde ayuda a que las personas con diversidad funcional accedan fácilmente.
Los patios verdes también son una buena opción desde el punto de vista ecológico, ya que mejoran la conectividad de la fauna y flora de las ciudades con los parques y jardines, sobre todo en cuanto a las especies que más se mueven, como las mariposas. «Tener diferentes puntos verdes en toda la urbe, sean parques o patios de escuelas, hace que las especies puedan viajar de un lugar a otro sin preocuparse de perderse por el camino. Así que cuanto más verde tengamos, más biodiversidad se adapta», explica la experta.
«Debido a los cambios en el estilo de vida y el tipo de ciudades donde vivimos, cada vez los niños son más urbanos. Tienen poco contacto con la naturaleza y se rodean de espacios grises, tanto en la escuela como durante su tiempo libre. No suelen jugar con el barro, a esconderse detrás de los árboles o a explorar los insectos. Y esto origina, en muchas ocasiones, que tengan un desinterés por los problemas de la naturaleza y el medio ambiente cuando son adultos», lamenta Basnou. ¿Más razones para salir a aprender al aire libre? Además de ser una buena herramienta anti-covid, la experta destaca que «está demostrado por la comunidad científica que los niños que no tienen contacto con la naturaleza tienen más probabilidad de desarrollar enfermedades respiratorias y respuestas alérgicas, porque su sistema inmune no se ha expuesto tanto en el mundo de las bacterias como para aprender a combatirlos».
Por Solange Vazquez para El Correo
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