"Adelfos" es un poema de Manuel Machado que se ha querido comparar con el "Autorretrato" de su hermano Antonio, que lo supera largamente.
Adelfos trata de describir la abulia que Manuel, y en cierta medida también Antonio, ambos sevillanos, veían en la idiosincrasia de los andaluces de su tiempo, un rasgo temperamental que algunos atribuyen al clima, otros a la herencia o en el caso de Manuel, a la raza.
Manuel se refiere a la herencia mora de Andalucía, que en muchos aspectos contradice sus afirmaciones porque los moros dejaron en España obras exquisitas, como la mezquita de Córdoba, hoy catedral; pero Andalucía tiene también herencia de los vándalos (a los que posiblemente debe el nombre) y de los gitanos. El retrato de Manuel Machado se aplica a los andaluces de origen moro varones, porque las mujeres andaluzas...
Un caso extraordinario fue Carmen Amaya, aunque nacida en Barcelona. Era bailaora y cantaora gitana, no mora, gran cultora del flamenco. Un crítico la presentó como "un producto bruto de la naturaleza, que como todos los gitanos habrá nacido bailando; todo lo que sabía debía saberlo al nacer".
Era una mujer pequeña de apariencia débil, pero de un temperamento y una fuerza expresiva que deslumbraba. En una gira por los Estados Unidos, la vio actuar el presidente Franklin Roosevelt, que la invitó a bailar en la Casa Blanca, como años después el presidente Truman.
Adelfos describe a alguien en estado perpetuo de ensoñación, de abulia y de aceptación de cualquier satisfacción inmediata sin compromiso y sin querer saber de dónde viene. A esa apatía está reducida buena parte de la población mundial, muy manipulable por los políticos, también la argentina.
La cosa no es de ahora, pero se ha acentuado. Victoria Ocampo trajo a Buenos Aires en 1920 al conde de Keyserling, que entonces pasaba por filósofo de fama arruinado por la revolución rusa y hoy está justamente olvidado. Tras las conferencias para las que fue contratado, recogió en sus "Meditaciones sudamericanas" unas notas en que describe a los argentinos como determinados por el concepto de "gana", que para él envolvía una "tristeza abrumadora". Todo, para el conde viajero, se reducía para los argentinos a "tengo gana" o "no tengo gana", algo que recuerda a la abulia de Manuel Machado. Además, el conde cometió la indiscreción de considerar a los europeos, abrumados por las consecuencias de la guerra, como "pueblos señoriales", a los que opuso los americanos del sur como pueblos "obedientes".
En resumen: la abulia y la pasividad que Manuel Machado veía en él mismo, "el alma de nardo" que atribuía a la raza como otros a factores sociales o naturales, al temperamento, a la herencia; parece ahora más bien resultado de la manipulación científica de las multitudes, de la propaganda y las drogas que hoy presionan al mundo entero.
Adelfos
Yo soy como las gentes que a mi tierra vinieron
—soy de la raza mora, vieja amiga del Sol—,
que todo lo ganaron y todo lo perdieron.
Tengo el alma de nardo del árabe español.
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
Mi ideal es tenderme, sin ilusión ninguna...
De cuando en cuando, un beso y un nombre de mujer.
En mi alma, hermana de la tarde, no hay contornos...;
y la rosa simbólica de mi única pasión
es una flor que nace en tierras ignoradas
y que no tiene aroma, ni forma, ni color.
Besos ¡pero no darlos! Gloria... ¡la que me deben!
¡Que todo como un aura se venga para mí!
¡Que las olas me traigan y las olas me lleven,
y que jamás me obliguen el camino a elegir!
¡Ambición! No la tengo. ¡Amor! No lo he sentido.
No ardí nunca en un fuego de fe ni gratitud.
Un vago afán de arte tuve... Ya lo he perdido.
Ni el vicio me seduce ni adoro la virtud.
De mi alta aristocracia dudar jamás se pudo.
No se ganan, se heredan, elegancia y blasón...
Pero el lema de casa, el mote del escudo,
es una nube vaga que eclipsa un vano sol.
Nada os pido. Ni os amo ni os odio. Con dejarme,
lo que hago por vosotros, hacer podéis por mí...
¡Que la vida se tome la pena de matarme,
ya que yo no me tomo la pena de vivir! ...
Mi voluntad se ha muerto una noche de luna
en que era muy hermoso no pensar ni querer...
De cuando en cuando un beso, sin ilusión ninguna.
¡El beso generoso que no he de devolver!
De la redacción de AIM

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