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Caleidoscopio
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Día de todos los santos y de los muertos

Hace unos 1.400 años, el Papa Bonifacio IV (+615) dedicó un templo cristiano en honor a “Todos los Santos”. Aunque en un principio esa festividad se celebraba en mayo, el Papa Gregorio III (+741) cambió la fecha al 1 de noviembre.

Cuando en el año 840 el Papa Gregorio IV estableció que la fiesta se celebrara universalmente, tan importante como ella fueron los preparativos organizados durante la víspera (31 de octubre). “All Hallow´s Eve” fue el término adoptado por la cultura anglosajona para llamar a estos festejos, ya que traducido al castellano significa “víspera santa”. Con el paso del tiempo la pronunciación se fue deformando: de “All Hallowed Eve” pasó a “All Hallowed Even” y, finalmente, a “Halloween”.

Día de todos los santos
La enorme cantidad de mártires cristianos que produjo la persecución de Diocleciano (284-305), llevó a la Iglesia en el siglo IV a establecer un día para conmemorar los a todos, pues el almanaque no alcanzaba para darles a cada uno el suyo. La fecha primigenia elegida fue el 21 de febrero.

Pero en 610 la liturgia de los santos cambió al 13 de mayo, día en que el papa Bonifacio IV consagró el Panteón Romano donde se honraba a los dioses paganos (antes de la cristianización) como templo de la Santísima Virgen y de Todos los Mártires.

Más tarde, Gregorio III (731-741) la transfirió al 1 de noviembre como respuesta a la celebración pagana del Samhain o Año Nevo Celta (ahora llamado Halloween o Noche de Brujas) que se festejaba la noche del 31 de octubre, en la creencia de que se producía la apertura entre el mundo tangible y el de las tinieblas, y que los muertos venían a visitar a los vivos.

Luego (para volver a marearnos más), Gregorio IV (827-844) extendió la celebración a toda la Iglesia; sin embargo, hasta hoy los Ortodoxos griegos conmemoran el Día de Todos los Santos en una fecha móvil: el primer domingo después de Pentecostés.

Día de los muertos
El Día de los Fieles Difuntos es un tanto más tardío y no se originó en Roma, sino en Francia: comenzó en el Gran Monasterio de Cluny, el 2 de noviembre de 998, cuando san Odilo, su quinto abad, decidió rezar por el descanso de “todos” los muertos.

Hasta allí, en Cluny, se estilaba celebrar los “psalmi familiares”, o preces por los protectores laicos, vivos o difuntos, pertenecientes a los linajes aristocráticos europeos, porque esto favorecía las donaciones de los poderosos, muchos de los cuales formaban parte de la orden. Lo que hizo san Odilo fue “democratizar” los psalmi, extendiéndolos un día al año a todos los finados, pobres incluidos.

La iniciativa caló profundamente en Francia, pero Roma recién la adoptó en el siglo XIV y gradualmente se expandió a toda la Iglesia: en el siglo XV llegó a España y de allí pasó a América, donde se entroncó con las tradiciones indígenas.

Bastante después, el papa Benedicto XV (1914-1922) les dio a los curas la posibilidad de ofrecer tres misas el 2 de noviembre: una por las pobres ánimas, otra por las intenciones del Papa y la otra por las intenciones del sacerdote.

Cabe distinguir que si el 1 de noviembre los católicos les rinden culto a todos los santos, el 2 de noviembre rezan por todos los difuntos, pero no les rinden culto, porque la Iglesia no le rinde culto a la muerte.

Para comprender esto, valga aclarar que coexisten en ella tres estados: la Iglesia Peregrina, constituida por los que están vivos; la Iglesia en Purgatorio, conformada por los difuntos que aun no han ido al cielo y por los que se ora el 2 de noviembre, Día de Todos los Muertos; y la Iglesia Triunfante, glorificada y en el cielo, que son los santos que se memoran el 1 de noviembre.

Pero hace 3.000 años, tanto en la Europa Celta como en la América Precolombina, era al revés: se les rendía culto a los muertos, no a los santos, aun inexistentes y, en Mesoamérica (Aztecas, Mayas, Purépechas, Nahuas y Totonacas), conservaban los cráneos como trofeos y los mostraban durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.

El festival que luego se convirtió en el Día de los Muertos caía en el noveno el mes del calendario solar azteca, cerca del comienzo de agosto; era presidido por el dios Mictecacíhuatl o Dama de la Muerte; y se lo celebraba durante un mes completo, pero, cuando los conquistadores llegaron a América en el siglo XV, movieron el festival a inicio de noviembre, para que coincidiese con las celebraciones católicas del Día de Todos los Santos y de Todos los Muertos.

En Argentina, el 1 de noviembre se va a la Iglesia y el 2 de noviembre al cementerio; en cambio, en México, ambas fechas se conjugan porque se cree que las almas de los niños regresan el 1 de noviembre, y las de los adultos, el 2 de noviembre.

Gran festejo en México y otros países
En México, el Día de las Muertos es una gran celebración que honra a los difuntos el 2 de noviembre, comienza desde el 1 de noviembre, y coincide con las celebraciones católicas de Día de los Fieles Difuntos y Todos los Santos.

Will Smith rinde tributo al #DíaDeMuertos
Es una festividad que se celebra en México y en algunos países de América Central, así como en muchas comunidades de los Estados Unidos, donde existe una gran población mexicana y centroamericana. La Unesco ha declarado la festividad como Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad.1 Existe en Brasil una celebración similar conocida como Día dos Finados, aunque esta festividad no tiene las mismas raíces prehispánicas que el Día de los Muertos.

Los orígenes de la celebración del Día de Muertos en México son anteriores a la llegada de los españoles. Hay registro de celebraciones en las etnias mexica, maya, purépecha y totonaca. Los rituales que celebran la vida de los ancestros se realizan en estas civilizaciones por lo menos desde hace tres mil años. En la era prehispánica era común la práctica de conservar los cráneos como trofeos y mostrarlos durante los rituales que simbolizaban la muerte y el renacimiento.

De cualquier modo, hay que destacar que esta celebración no es propia de todos los mexicanos puesto que, pasa a ser una fiesta que se ha convertido en un símbolo nacional y que como tal es enseñada (con fines educativos) en las escuelas del país, existen muchas familias que son más apegadas a celebrar el “Día de todos los Santos” como lo hacen en otros países católicos. Además, cabe mencionar la fuerte influencia de los Estados Unidos que, al menos en zonas fronterizas, se evidencia con la presencia de la fiesta conocida como Halloween, la cual se celebra cada año con más frecuencia y en un mayor número de hogares. De ahí también que exista una inquietud entre los propios mexicanos de querer preservar el Día de Muertos como parte de la cultura mexicana sobre otras celebraciones parecidas.

Sin embargo, muchos mexicanos consideran que el Día de Muertos al ser una fiesta sincrética es capaz de convivir y adoptar otros festejos no tradicionales de manera sana, permitiendo el uso de los disfraces, sin restar su importancia cultural y ni poner en riesgo su existencia en México.
De la Redacción de AIM.

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