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Caleidoscopio
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El tesoro de viernes

El marqués Rafael de Sobremonte nació en Sevilla en 1745. Vino niño a Cartagena de Indias, en la actual Colombia, con su tío que había sido nombrado gobernador. Regresó a España, fue a Ceuta y Puerto Rico como militar, y en 1780 llegó al Río de la Plata como secretario del virrey y fue virrey desde 1804.

Tuvo mala suerte y poco valor en su cargo cuando se produjo la primera invasión inglesa. A pesar de haber conocido la guerra de cerca en tres continentes, a la vista de los invasores solo se le ocurrió huir; eso sí, con la plata del tesoro del virreinato.

La versión confirmada de la historia dice que no fue muy lejos. Entregó los cofres a los ingleses en Luján, a cambio de que lo dejaran seguir viaje a Córdoba, desde donde intentó seguir gobernando. El tesoro fue embarcado en Buenos Aires por los ingleses y enviado a Londres.

Pero a un célebre estafador argentino del siglo XX, Viernes Scardulla, más le convenía otra versión: Sobremonte habría enterrado los cofres y él, Scardulla, los había descubierto en 1935 en el lecho del arroyo Las Garzas, en Pergamino

No sabía qué contenían ni podía abrirlos. Viajó con ellos al senado en Buenos Aires, donde en un despacho los abrieron y comprobaron que contenían 100 kilos de oro, monedas y piedras preciosas. Los cofres quedaron en el senado y a Scardulla le adelantaron 22.000 pesos como viáticos y anticipo.

Esperó un llamado del Senado que nunca llegó; el empleado que lo atendió, que él identificó como Roque Monte, había huido con el tesoro.

La policía encontró a Monti rápidamente, descubrieron que se llamaba Luis Valdivieso y tenía varias causas por estafa. Dos días después Valdivieso se suicidó en el Departamento Central de Policía.

A Scardulla este suicidio le vino bien porque le dio más verosimilitud a su historia: Valdivieso se había matado cuando su fraude se había descubierto.

Durante semanas Scardulla fue figura en la tapa de los diarios; pero una comisión policial viajó al lugar donde había encontrado el tesoro y la historia comenzó a hacer agua. Los historiadores afirmaban que no podía ser el tesoro de Sobremonte porque había sido robado por los ingleses y estaba en Londres.

Entonces, ya que había dudas históricas sobre Sobremonte y los ingleses, Scardulla decidió que era el tesoro de un célebre curandero de la zona, Pancho Sierra.
Pero pasó otra cosa: por las fotos de los diarios lo reconocieron. Muchos sabían que ese Scardulla de los títulos, ahora famoso, era el que se hacía pasar por curandero, dopaba caballos para arreglar carreras, era jugador fullero en las pulperías y conocía todas las variantes del cuento del tío, que había elevado a nivel nacional.

Revisaron el prontuario de Scardulla y vieron que había sido cómplice de la banda de El Pibe Cabeza. Golpe a golpe, llegó el definitivo: un herrero se presentó a decir que Scardulla le había encargado unos cofres que aparentaran ser antiguos, que los llenara con fierros y los soldara para que no se pudieran abrir.

Otra vez a la tapa de los diarios, ahora como villano. Un villano que con el cuento de que iba a cobrar una fortuna cuando se resolviera el caso del tesoro, había sacado plata a a varias personas por más de 100.000 pesos, una fortuna a valores de la década de los 30

Finalmente Scardulla confesó y se convirtió en el mayor mentiroso de la Argentina, fama con que llevó a la nombradía a su ciudad natal, Venado Tuerto.

Estuvo varios años preso y cuando salió se radicó en San Luis donde habrá perdido el pelo pero no las mañas. Se hizo pasar por médico y recetaba medicamentos. Vivía gracias a su locuacidad y a cierto magnetismo personal que convencía a los crédulos, que aceptaban sus recetas de jarabe para caballos y flores de chañar.

Valdivieso, el supuesto funcionario del senado que se había matado, era un ladrón al que Scardulla había "mejicaneado" dinero.

Scardulla quiso aplicar su locuacidad convincente al juez. Dijo que escuchaba una voz interior que le decía que iba a ser rico y que sentía golpes en la espalda aplicados por un espíritu iluminado que lo llevó al tesoro. Pero esta vez su el espíritu iluminado cambió el rumbo y lo llevó al calabozo.

La prensa de entonces, tras haberlo presentado como un héroe, lo comparó con George Parker, que vendió al puente de Brooklin y la estatua de la Libertad a millonarios estadounidenses en tiempos más crédulos y con Víctor Lustig, que vendió dos veces la torre Eiffel.
De la Redacción de AIM.

George Parker Scardulla

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