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Caleidoscopio
Caleidoscopio

Las vueltas de la historia

El 12 de marzo de 2004 iba a haber elecciones en España. Según las encuestas, el presidente del gobierno sería reelecto para otro periodo de cuatro años.

José María Aznar se aprestaba a recoger los frutos de su popularidad al frente del Partido Popular cuando un día antes de las elecciones, el 11 de marzo, conocido luego como 11M, una explosión destruyó la estación ferroviaria de Atocha en Madrid y provocó 200 muertos.

Fue un acto de guerra contra España, respuesta a un acto de guerra de España contra Iraq. Aznar había dispuesto enviar tropas españolas a la invasión de Iraq encabezada por Estados Unidos, un asunto que a él no le iba ni le venía.

Pero esperaba que tras la destrucción de Iraq para encontrar armas de destrucción masiva, que eran una fantasía imperial, los empresarios españoles recibirían buenos contratos, a pagar con el petróleo iraquí.

Aznar al instante supo de dónde venía el golpe, y en un intento final por evitar pésimas repercusiones electorales, dentro de sus maneras políticas lo atribuyó fraudulentamente a la ETA vasca y prohibió toda otra interpretación.

La mentira detrás de la prohibición era muy evidente; los votantes la vieron clara, dieron la espalda al Partido Popular, eligieron al socialismo que no era favorito y Aznar salió del gobierno eyectado con la fuerza de la bomba que provocó.

Una fundación con añoranzas
Aznar orienta todavía hoy un movimiento político español que aspira a influir también en Sudamérica, la Fundación para Análisis y Estudios Sociales (Faes). Un documento de la FAES consideraba entonces que hay en la América tercermundista, la nuestra, dos caminos: el liberal de Thatcher y Bush, luego de Trump, Bolsonaro y ahora Milei en la Argentina, y el “indigenista” que viene desde milenios, que según la Faes es racista, romántico, antihistórico y con peligrosas relaciones con el islamismo y los “antiglobalizadores tercermundistas”.

El indigenismo que denuncia Aznar no es el real, sino una ficción construida a propósito para demolerla fácilmente, la falacia del "hombre de paja".

Habla de “nacionalismos excluyentes” para referirse a la experiencia boliviana de Estado plurinacional de Bolivia, y olvida que el propio Aznar tiene sus raíces en el falangismo del pulcro José Antonio Primo de Rivera, fascista declarado que algo sabía de “nazionalismo” excluyente.

Para la Faes “el indigenismo empieza a ser para América Latina lo que el nacionalismo es para Europa. Resulta tan esclarecedor como preocupante contemplar sus analogías. Ambos cuestionan los Estados nacionales modernos que superaron el Antiguo Régimen con el constitucionalismo liberal del siglo XIX.

El indigenismo sustituye el concepto de ciudadano de una república por el de miembro de una comunidad étnica, al igual que el nacionalismo europeo busca formas identitarias excluyentes.

Los dos subordinan principios e instituciones liberales como la división de poderes, el mérito y capacidad, la igualdad ante la ley y el respeto por los derechos individuales, al logro de sus objetivos muy cercanos al totalitarismo”, afirma el documento haciendo paralelos forzados y casi sin sentido.

Cobrizo a la fuerza
El argentino Gustavo Kupfer, investigador asociado de la Faes, miembro de sociedades internacionales que financian a organizaciones de derecha política en el mundo, se alarmó ante la perspectiva de que pasar de discriminador a discriminado, que según la Faes es la amenaza del indigenismo.

“Entonces, ¿en que se basa esta ola de racismo 'invertido' (Kupfer parece entender que su racismo propio es "derecho", como debe ser, y que algún racismo siempre debe haber) en Latinoamérica, donde si algunos no comenzamos a comprar cantidades importantes de betún cobrizo (curiosamente, Kupfer significa “cobre” en alemán), nos encontraremos que seremos culpables de lo que hicieron Hernán Cortes, Francisco Pizarro y sus descendientes mestizos, salvo que podramos (sic) demostrar nuestra inocencia ante jurados “originarios”?

“Cuando Evo Morales habla sobre la reivindicación de 500 años de los pueblos indígenas sobre la minoría blanca y mestiza, ¿Está alertando sobre la inversión de roles? Allí donde algunos “carapálidas” cometieron abusos más por el hecho de ser poseedores del poder que por una cuestión de raza, ahora ¿Serán los quechuas, aymaras y guaraníes quienes en nombre de Tupac Tapari o cualquier otro que se haya sublevado (incluido el Che), ejercerán ese poder para aplicar el castigo a los recién llegados (en el siglo XV) y de paso, mejorar situaciones personales?”

La visión de un teólogo
La posición de Kupfer no es muy diferente en el fondo de la del teólogo español Juan de Sepúlveda en el siglo XVI, cuando desde España justificó la invasión de América.

Apenas estuvo más o menos claro con qué habían tropezado los españoles camino de las Indias, es decir, del Asia, Sepúlveda justificó la acción imperial usando las ideas de su tiempo.

“Con perfecto derecho los españoles imperan sobre estos bárbaros del Nuevo Mundo e islas adyacentes, los cuales en prudencia, ingenio, virtud y humanidad son tan inferiores a los españoles como niños a los adultos y las mujeres a los varones, habiendo entre ellos tanta diferencia como la que va de gentes fieras y crueles a gentes clementísimas.

¿Qué cosa pudo suceder a estos bárbaros más conveniente ni más saludable que el quedar sometidos al imperio de aquellos cuya prudencia, virtud y religión los han de convertir de bárbaros, tales que apenas merecían el nombre de seres humanos, en hombres civilizados en cuanto pueden serlo.

Por muchas causas, pues y muy graves, están obligados estos bárbaros a recibir el imperio de los españoles [...]y a ellos ha de serles todavía más provechoso que a los españoles [...]y si rehúsan nuestro imperio podrán ser compelidos por las armas a aceptarle, y será esta guerra, como antes hemos declarado con autoridad de grandes filósofos y teólogos, justa por ley natural.

La primera razón de la justicia de esta guerra de conquista es que siendo por naturaleza bárbaros, incultos e inhumanos, se niegan a admitir el imperio de los que son más prudentes, poderosos y perfectos que ellos; imperio que les traería grandísimas utilidades, magnas comodidades, siendo además cosa justa por derecho natural que la materia obedezca a la forma”.

El sacerdote, que además era jurista e historiador, usaba las categorías filosóficas haciendo una falsa analogía entre los aborígenes equiparados a la “materia” con los europeos equiparados a la “forma”, con una ligereza que delata la necesidad de justificar a cualquier costo la rapiña que se desataba que poco trajo a los aborígenes en cuanto a “magnas comodidades”.

Más próximo a la realidad es que los europeos de entonces, ya aplicados a desarrollos puramente materiales, se volcaron sobre el resto del mundo que todavía se mantenía más cerca de la “forma” que ellos, pero era menos potente en armas.
De la Redacción de AIM.

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