El 28 de setiembre se cumple otro aniversario de la muerte del científico francés Luis Pasteur, a quien la humanidad le debe mucho más de lo que habitualmente le reconoce, que no fue médico sino químico y físico y sin embargo figura entre los mayores médicos de la historia.

Su padre, un ex soldado de Napoleón que puso una curtiembre cuando dejó el Ejército lo llamó Luis, el nombre de tanto reyes de Francia, entre ellos uno que fue elevado a los altares.

Influido desde niño por la curtiembre decidió ser químico, pero recogió su fama del campo de la medicina, que no fue nunca su profesión.

Murió el 28 de setiembre de 1895, tras una vida consagrada a la ciencia y al estudio, cuyo único secreto, ya que no quería reconocer su genio, fue “trabajar, siempre trabajar”.

Pasteur realizó magníficos experimentos y poseía, además, un arte especial para presentarlos de manera que interesasen vivamente a todo el mundo.

A cierta altura de sus investigaciones, debió contestar a la pregunta: “¿de dónde proceden los microbios?”

Siguiendo una idea del boticario Antoine Balard, descubridor del bromo y capaz de diseñar ingeniosísimas investigaciones, realizó un experimento riguroso con el que demostró que los microbios no eran producto de la generación espontánea, contra la opinión de los académicos, que no lo apreciaban mucho.

Esta idea tuvo el apoyo inesperado de un cirujano inglés, Lister, quien le explicó un plan para operar con seguridad a los enfermos, evitando las infecciones misteriosas y letales que en muchos hospitales mataban ocho de cada diez personas:

"Permítame usted - escribía Lister - que le dé las gracias más cordiales por haberme mostrado con sus brillantes investigaciones la verdad de la teoría de los gérmenes de la putrefacción y por haberme sugerido el principio al cual se debe el éxito de mi sistema antiséptico.

Si alguna vez viene usted a Edimburgo, creo que será para usted una verdadera recompensa ver en nuestro hospital el gran beneficio que sus trabajos han producido a la humanidad".

Pasteur se sintió tan orgulloso como un muchacho que hubiera construido él sólo una máquina de vapor, enseñó la carta a todos sus amigos; la insertó, con todas sus alabanzas, en sus trabajos científicos y la publicó donde menos podía esperarse: ¡En su libro sobre la cerveza!

Pasteur se hizo conocer con un estudio sobre cristalografía cuando apenas tenía 20 años. Fue el fundador de la estereoquímica (que estudia la estructura de las moléculas en el espacio) y de la microbiología.

También inventó la “pasteurización”, aplicada en principio al vino, al que propuso calentar hasta los 55 grados para evitar que se altere. El procedimiento se aplicó luego a la leche y a la cerveza.

Pasteur descubrió el germen causante de los forúnculos y de la ostiomielitis, el estreptotoco que provoca la infección puerperal, y el origen del carbunclo.

Contra estas enfermedades obtuvo una vacuna en 1879, seis años antes de descubrir otra célebre contra la rabia, terrible enfermedad de que nadie se había salvado hasta entonces. También desarrolló vacunas contra le erisipela y el cólera de las gallinas.