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Caleidoscopio
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Mamporros de mujeres

El pugilato, "boxeo" por derivación del inglés "boxing", según se mire es una manera de concentrar la energía mental paralela a física; un arte marcial que llega a un virtuosismo extraordinario en la variante china de Shaoling; la manera más a mano de dirimir diferencias cuando fallan las demás; o expresión brutal de violencia reprobable.

Desde hace poco se lo ve por televisión practicado por mujeres, pero durante siglos pareció exclusivamente cosa de varones.

Sin embargo, en la historia milenaria del boxeo, siempre estuvieron las mujeres, desde la más remota antigüedad, aunque no dentro de un deporte organizado, con reglamento.

A fines del siglo XIX hubo en Estados Unidos mujeres que subieron a un cuadrilátero en igualdad con los varones, pero la experiencia no tuvo éxito y al final fueron aceptadas solo en los circos, como espectáculo de asombro y rareza. Sólo un siglo después, desde 1990, hay participación real en veladas de box donde en algunas ocasiones las peleas entre mujeres son el plato principal.

En los circos actuaban mujeres hombrunas practicando una violencia desenfrenada, ignorante, sin técnica, ante espectadoras horrorizadas y simultáneamente encantadas ante una exhibición de erotismo mezclado con morbo y burla.

Es ideológica la tendencia a fundar en la "naturaleza" ciertas normas, por ejemplo, hacer marchar parejos la propiedad privada y el egoísmo "natural" del ser humano. Otra expresión de una "naturaleza" definida demasiado rápidamente es la diferencia de roles de varones y mujeres prevaleciente hasta hace poco. Hubo teorías pseudocientíficas que prevalecían fácilmente en el clima social de la época: había que velar por la salud de las mujeres, expresión que escamoteaba "salud reproductiva", porque ellas eran consideradas como proveedoras de soldados para la patria y de obreros para las fábricas. De boxeo femenino, ni hablar: solo una gimnasia “suave” para convertirse en señoritas sanas y elegantes, flexibles y graciosas. Todos estaban de acuerdo, todos menos algunas mujeres, como las boxeadoras que ahora exigen que cada "round" dure tres minutos para ellas como para los varones y no dos en obsequio a la "debilidad".

Los varones, en tanto, tenían la finalidad, también patriótica y productiva, de diseminar genes de calidad, que se conseguían según la ciencia interesada de la época -menos que la de ahora- en deportes violentos como el rugby y el boxeo. Las mujeres no debían poner en riesgo su belleza.

Hubo quien vio el negocio explotando los prejuicios y transgrediendo los roles: Un empresario sueco decidió en 1950 incluir el boxeo en los concursos de belleza y ante el éxito y el horror, hizo pelear a mujeres desnudas ante un público demasiado entusiasmado. La iniciativa fue rentable, pero duró poco.

La palabra "gimnasia" significaba en los orígenes "desnudez" porque los atletas griegos de la antigüedad iban desnudos para mostrar la fuerza y flexibilidad del cuerpo. El mismo Platón fue luchador en su juventud. Diógenes Laercio, en su "Vida de los filósofos más ilustres", advierte sobre la presencia en Grecia de "gimnosofistas" o filósofos desnudos, que eran posiblemente jainistas de la India que iban sin ropa por causas muy diferentes.

La idea de que el boxeo es inadecuado para las mujeres -hay quien piensa que es inadecuado para todos y exige prohibiciones- no debería privar a las mujeres de los beneficios de la ejercitación física.

Por eso aparecen recomendaciones de subir el ring "sin perder feminidad" y aportando al cuerpo beneficios que nunca estuvieron en discusión.

El movimiento tonifica el cuerpo, incrementa la masa muscular y la capacidad cardiorrespiratoria. El entrenamiento de un boxeador concentra la energía en los brazos, los abdominales y las piernas.

Además, la ejercitación controla el peso y quema calorías sin necesidad de concentrarse demasiado en la dieta.

El ejercicio es una terapia contra el estrés. Los nervios acumulados por las exigencias a veces insoportables de la vida moderna se disipan dándole a la bolsa y al punching ball, que además liberan de la bronca contenida.

Cuando el boxeo femenino entró finalmente en circuitos comerciales se vio a las mujeres luchar con un encarnizamiento, con una pasión y casi con ferocidad poco común entre los varones. Se quiso explicar el hecho por diferencias propias de los sexos; como si dijéramos: "las mujeres son así".

Pero contra esta explicación simplista y poco comprometida milita un hecho conocido: los varones aficionados, los que no saben pelear, los que carecen de técnica, los principiantes, tienden a mostrar la misma conducta.

Es fácil entonces inferir que no se trata de diferencias temperamentales relacionadas con el sexo, sino de una especie de compensación con fuerza y condición aguerrida de la falta de técnica y recursos estilísticos.

Cuando el boxeo se popularice más entre las mujeres, cuando tengan más posibilidades de combatir con variedad de contrincantes, mejorará la técnica y no habrá tanto lugar para el entusiasmo sin riendas ni para conjeturas “sexistas”.

El boxeo femenino tuvo altas y bajas relacionadas con la situación de las mujeres en la sociedad. La compensación con fiereza de la falta de técnica se vio en marzo de 1996, cuando Cristina Martin y Deirdre Gogarty pelearon como complemento de la pelea de fondo entre Mike Tyson y Frank Bruno. Ambas boxeadores se trenzaron tal como les gusta a los norteamericanos de una forma que opacaron la pelea de Tyson, que era entonces campeón mundial de todos los pesos.

Ya se estaba viendo que el boxeo femenino dejaba dinero y la propaganda comenzó a lograr que el público que antes lo rechazaba lo viera con buenos ojos. En 1996 la Asociación de Boxeo Amateur de Gran Bretaña derogó la prohibición de boxear para las mujeres que databa de 1880, y en 1997 Estados Unidos organizó el primer campeonato de boxeo femenino.

En este terreno al menos, las mujeres debieron abrirse camino a las trompadas, a pesar de que el deporte de los puños fue introducido en los juegos olímpicos de la antigüedad clásica ya en 688 antes de nuestra era.

La ex campeona Alejandra Oliveras, que admite haber sido una mujer golpeada, no tanto por las otras como por su ex marido, pide igualdad de retribución económica para las mujeres y asegura que la lucha recién empieza y no terminará hasta la última vuelta.

Pugilato de mujeres boxeo trompadas Alejandra Olivera

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