Cuando murió María en 1841 las hogueras fúnebres iluminaron la Patagonia desde Magallanes al Río Negro en su homenaje. Por tres días aquella fue la Tierra del Fuego. Había desaparecido una mujer extraordinaria, una cacica tehuelche que gobernó tribus guerreras, que mientras ella vivió, no necesitaron pelear. La conocieron y la elogiaron desde Luis Vernet, el gobernador español de las Malvinas, alemán de nacimiento, al comandante Luis Piedrabuena, desde Charles Darwin hasta el explorador James Weddel.

Se llamaba María de la Asunción, por eso algunos han conjeturado que era guaraní del Paraguay, pero es mucho más probable que fuera una tehuelche genuina. La conocían como María la Grande, después de que Vernet, impresionado por su ascendiente, la comparara con la emperatriz Catalina la Grande de Rusia. También la llamaban la Reina María, Santa María como la bautizó Darwin, la Reina y María la Vieja.

María ejercía su cacicazgo sobre toda la Patagonia.

El teniente de navío Juan José de Elizalde la mencionó por primera vez en 1792, cuando conoció al cacique Vicente, el padre de María, su madre Cogocha y una niña que él llamo Mariquita y que con el tiempo sería la cacica.

Weddel andaba cazando focas cuando la conoció. Quedó impresionado por su oratoria, su capacidad para persuadir mediante el lenguaje. No tuvo dudas de que tenía una autoridad insuperable, era capaz de apaciguar los ánimos más enardecidos.

El marino Robert Fitz Roy, comandante del bergantín " Beagle" que con Darwin a bordo recorrió el mundo, la vio con su marido, un tehuelche de dos metros de estatura, y cinco de sus hijos. María era la única en una vasta región que hablaba español y tenía facilidad para tratar con extranjeros. Fitz Roy dice también que era excelente jinete y que vestía con adornos vistosos.

María hacía valer los intereses de su gente en los intercambios comerciales. Cambiaba carne, pieles, mantas de guanaco y plumas de ñandú por espadas, cuchillos, tabaco, yerba mate, frenos, monturas, fusiles, plomo para balas, paños, harina, azúcar y alcohol.

En las tolderías tehuelches había muchos refugiados, prófugos de la justicia, desertores de buques loberos que allí encontraban libertad, descanso y ninguna pregunta.

María, como es habitual en los pueblos tradicionales, sumaba a la función de gobierno la función sacerdotal. Fitz Roy vio una ceremonia religiosa que ofició ella, en que usaba una pequeña figura de madera, su "Cristo". Mezclaba ritos indígenas y cristianos y al final Manuel, su marido, perforaba los brazos y orejas de los hombres con una lezna, provocando el sangrado. Los sometidos a este procedimiento se sentían muy honrados.

Por invitación de Vernet, María visitó Puerto Luis, en la isla Soledad de las Malvinas. Parece que por falta de costumbre de navegar se mareó durante el viaje, pero se comportó perfectamente en el almuerzo y hasta cantó en una velada musical organizada por la mujer de Vernet.

Posiblemente a finalidad de Vernet para invitar a María a las islas era favorecer el comercio de carne salada, de pescados en salmuera, sebo, cueros de lobo marino y ganado vacuno. El gobernador quería crear una factoría y colonia en el estrecho de Magallanes y para eso la invitó a visitar Puerto Luis en 1831. Según Mario Volpe, funcionario del Instituto Malvinas, "María llegó a las islas como una reina".

Es notable cómo los españoles, tan desconsiderados con los nativos en tantas otras ocasiones, fueron muy cuidadosos con María y su comitiva, porque veían en ella un poder del que necesitaban. Se cuidaron de no transgredir costumbres, como por ejemplo que los tehuelches no dormían en camas, no usaban vestimentas no tradicionales ni comían pescado. La esposa de Vernet regaló a María un vestido azul. María lo agradeció pero siguió usando su traje tradicional.
De la Redacción de AIM.