En matemáticas, una serie de números puede tener infinitos sumandos y no obstante, la suma de todos ellos puede no ser infinita sino un número determinado.
El sentido común pregunta: ¿Cómo puede ser finita la suma de infinitos sumandos? No es muy difícil entender un resultado a primera vista contrario a la intuición. Tomemos un cuadrado de papel y dividámoslo en dos partes iguales. Luego apliquemos el procedimiento con las partes restantes hasta la más pequeña que sea posible. Si agregamos todas las superficies que resultan de las divisiones sucesivas, por muchas que sean, volveremos a tener la superficie del cuadrado original.
El pintor polaco Ramón Opalka, muerto en 2011, concibió la idea de pintar el infinito, según algunos malpensados esperando a su mujer en un café, mientras ella se demoraba como acostumbraba.
Opalka quiso dar forma pictórica, plástica, al concepto del paso del tiempo, tratando de crear una sucesión de números desde el 1 hasta que su finitud humana le pusiera límite físico. Dejó una tarea que de antemano parece imposible, con la esperanza, quizás, de que alguien decida seguir con ella.
Opalka comenzó pintando el "1" en 1965, y luego cada día dibujó 400 números hasta que cuando murió había llegado al 5.607.249.
Llamaba "detalles" a sus lienzos. El primero, era tan alto como él y tan ancho como la puerta de su estudio en Varsovia.
En ese lienzo inicial, empezando por un 1 pequeño arriba a la izquierda, llegó hasta el 35.327, el comienzo apenas de un viaje interminable.
“Todo mi trabajo es una sola cosa, la descripción del número uno al infinito; una sola cosa, una sola vida [...]el problema es que somos, y estamos a punto de no serlo". Su trabajo traduce a una cuestión metafísica un problema existencial interpretado matemáticamente.
Al final de su vida había pintado 222 lienzos y no pudo llegar al número 7.777.777, que por la reiteración de sietes tenía para él un significado simbólico, pero quedó por debajo de seis millones. El siete, suma de tres más cuatro, integra el cuadrado, que simboliza el mundo material, con el triángulo, imagen geométrica del mundo espiritual.
“El tiempo, como lo vivimos y cuando lo creamos, encarna nuestra progresiva desaparición; estamos al mismo tiempo vivos y frente a la muerte, ese es el misterio de todos los seres vivos", según la explicación de dio a la tarea imposible a la que dedicó la vida mientras esperaba la maduración de la muerte en su interior.
Su proyecto vital y mortal fue denominado “1965/1-∞”, con la fecha del inicio, el primer número natural y el símbolo matemático del infinito.
El viaje de Opalka terminó en 2011, sin haber alcanzado la meta ni de lejos, porque aun cuando alcanzara el infinito, misión imposible, le habrían faltado los transfinitos que descubrió el matemático ruso Georg Cantor, que fue capaz de asignar un número a cada infinito y sugirió que estos números eran a su vez infinitos.
Desde 1972, Opalka hizo cada lienzo un 1% más blanco que el anterior, de modo que en un punto acabaría pintando blanco sobre blanco, algo que llamó “blanc merité” (blanco merecido). Los números que pintó en los últimos tres años fueron todos blancos sobre blanco.
El hecho de estar vivos mientras la muerte espera por nosotros, y sabemos que no faltará a la cita, se puede celebrar viviendo cada instante como si fuera la eternidad o esperando la llegada del final que nos puede mandar de un salto al infinito o a la nada.
De la Redacción de AIM.

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