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Caleidoscopio
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La armonía presente, en un jardín zen.
La armonía presente, en un jardín zen.

Un jardín zen en verde espiritual

El jardín zen es sobrio y abstracto. Con unos medios mínimos se intenta conseguir un efecto máximo. Se trata sobre todo del arte de suprimir cosas. Justo por esta limitación se potencia el efecto y se apela a la imaginación.

Según la doctrina del budismo zen, el hombre debe aspirar a vivir en armonía consigo mismo.

Esto se logra por medio de la meditación, y un jardín semejante, creado según directrices especiales, se presta por excelencia a este fin.

Un jardín zen sirve de maravilla para tranquilizarse sin distracción y en armonía con el entorno.

Su mayor ventaja desde luego no está en el mantenimiento del mismo. Al contrario: una vez creado, éste se debe dejar en paz, para sólo disfrutar de su presencia.

Una vuelta al pasado
Ya en el siglo V, la gente en el Japón se iba a las montañas para disfrutar pasivamente del entorno. En los lugares más bonitos colocaban guijarros blancos alrededor de árboles y rocas. En realidad éstos fueron los primeros jardines zen.

Alrededor del siglo X cada vez más personas empezaron a creer en la doctrina del yin y yang, bajo la influencia del budismo emergente. Yin y yang representan lo negativo y lo positivo, lo masculino y lo femenino.

Estos dos polos deben estar siempre en equilibrio y el hombre puede jugar un papel crucial al respecto.

Sin regularidad ni orden
En Europa las zonas verdes se caracterizan por una rígida simetría. Precisamente esto es lo que falta en un jardín zen. La tranquilidad no debe proceder de la regularidad y las repeticiones, sino del enfoque que conecta con la propia naturaleza.

Así que se trabaja siempre con cantidades impares. Por ejemplo, con 15 bloques de roca divididos en grupitos de 7, 5 y 3, al parecer surgidos accidentalmente. Sin embargo, juntos sí que forman una unidad.

Por otra parte, esta disposición de los bloques de piedra es todo un arte, que debe cumplir unos principios muy estrictos. El simbolismo tiene gran importancia.
La arena rastrillada, por ejemplo, representa el océano y la ausencia de pensamientos. El agua corriente es como la fuente de la vida.


Si deseas profundizar en los fundamentos de la jardinería zen, te aconsejamos que leas algunos libros sobre el tema. Pero sin sumergirte en estos manuales seguramente también merece la pena crear tu propio 'jardín de meditación' oriental.

Elabora un plan
Antes de empezar, es aconsejable esbozar primero las ideas sobre papel. Sobre todo si eliges usar grandes bloques de roca, es crucial que determines el lugar adecuado con antelación: semejante bloque no se desplaza así sin más.

Además de eso, la aplicación de una tela antiraíces es un requisito indispensable en aquellos lugares donde deseas tener grava o arena.

Un arroyuelo, con agua o sin agua, se crea más fácilmente en un jardín que todavía no se haya terminado del todo.

Son cosas que deben estar arregladas antes de empezar con la parte divertida del trabajo: la elección y cultivo de lo verde. Ten en cuenta que la mayoría de las plantas que se eligen en este tipo de diseños prefiere un tipo de suelo un poco ácido.


Plantas apropiadas
El bambú de crecimiento alto es naturalmente un tópico imprescindible. Sin embargo, siempre hay que 'encerrar' el sistema radicular de esta especie parásita en una gran maceta o cubeta (de plástico) sin fondo y enterrada.

De esta manera, evitarás que dentro de algunos años tu bonito jardín zen se haya convertido en un gran mar de bambú.

Para un lugar soleado puedes optar por una azalea en pie o un arce japonés rojo (Acer palmatum Atropurpurea) con hojas de finos nervios. ¡Quedarán muy bonitos a lo largo de una pequeña corriente de agua!

Para los elementos un poco más verticales puedes elegir entre un solo abeto de Corea (Abies koreana) o un solo Prunus ornamental, como el cerezo ornamental japonés (Prunus serrulata Amangova) con su crecimiento en forma de columna, o el Prunus subhirtella Autumnalis, que ya florece ricamente en el invierno y que vuelve a hacerlo en la primavera. Una magnolia tampoco quedará mal.

Para los lugares con más sombra, los helechos son, por supuesto, idóneos. Pon juntos un número impar para conseguir un efecto atrayente.

Y en un jardín zen tampoco pueden faltar las diversas variedades de hosta, en solitario, tanto a la sombra como al sol.

Resumiendo: sin excepción son plantas de las que en principio sólo tendrás que disfrutar.

armonía jardin zen

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