El fotoperiodista Margarito Martínez murió baleado ayer en Tijuana, México, a metros de su casa, meses después de haber entrado en el Protocolo de Protección a Víctimas, un crimen que elevó la alarma por la situación de los profesionales de la comunicación en el país gobernado por Andrés Manuel López Obrador.
El fotoperiodista de 49 años, nacido y radicado en esa ciudad fronteriza del Estado de Baja California, en el noroeste de México, trabajaba con temas de “alto impacto y gran importancia” para la región: narcotráfico, corrupción y crimen organizado. También lo llamaban el “cuatro por cuatro” y según personas cercanas, tenía nervios de acero.
Martínez fue asesinado ayer por una persona aún no identificada después de recibir tres balazos a menos de cinco pasos de su hogar. Fue meses después de haber sido incluido en el Protocolo de Protección a Víctimas tras una serie de amenazas que recibió por internet, según contó su esposa, Elena Martínez, a The San Diego Union-Tribune.
“Desgraciadamente, no pude hacer nada por él”, dijo llorando frente a la casa de la familia en el barrio Camino Verde de Tijuana.
El de Martínez es el segundo crimen de un periodista del año. Y todavía no se cumple un mes. Durante el gobierno del actual presidente Andrés Manuel López Obrador, ya suman 53 casos, según Enrique Irazoque, titular de la Unidad para la Defensa de los Derechos Humanos de la Secretaría de Gobernación. La organización defensora de derechos humanos Artículo 19 informa que desde el año 2000 se acumulan 149.
Desde ayer, Twitter se inundó de despedidas, elogios y agradecimientos a Martínez y a su familia. También se encendió con exigencias al presidente por la no resolución de asesinatos que durante su gobierno se han perpetuado, como el comediante Víctor Tujillo, mejor conocido como Brozo.
Dos periodistas asesinados en 2022
Margarito llevaba una trayectoria de más de 20 años. Trabajaba como periodista y fixer para medios internacionales como la BBC, así como para The San Diego Union-Tribune, Los Ángeles Times, y nacionales como El Imparcial.
Los investigadores de la escena del crimen recogieron pruebas mientras la Guardia Nacional estaba apostada fuera de la zona para mantener la seguridad en torno a la casa de la familia. Hiram Sánchez Zamora, fiscal jefe del centro de Baja California, también llegó al lugar de los hechos para realizar una investigación formal.
Ocho días antes, en el Estado de Veracruz, en el centro-este de México, asesinaron a José Luis Gamboa, director del sitio de noticias en internet Inforegio. Fue apuñalado la noche del 10 de enero y la policía caratula la causa como un “posible robo”. Según Artículo 19, este estado es el más peligroso para ejercer el periodismo y el que más asesinatos ha tenido. Con el de Gamboa, suman 31 desde el año 2000.
Ejercer el oficio
Ser periodista en México tiene sus particularidades. “El día a día en un estado como Michoacán es un tanto extraño, no sabes que puede pasar. Puede haber movimientos o procesos que se descontrolen y hay que estar preparado”, cuenta a LA NACION Enrique Castro, fotoperiodista del medio Revolución 3.0, y colaborador con la agencia AFP.
Cuando era más joven, Castro fotografió el levantamiento de las autodefensas en 2014, y hoy en día continua en el trabajo porque le “gusta informar, contar las historias que no son fáciles de publicar, aunque esto implica muchos riesgos”, comenta. “Las balas no salen en las fotos, por lo mismo hay que saber medir el riesgo”, agrega. Desde que tuvo una hija, se ha movido con más cuidado, ya que se vuelve muy vulnerable ante cualquier posible amenaza o agresión. Estas son las consideraciones que los periodistas que viven en zonas de mucha violencia, tienen que incluir en su día a día.
Además de la violencia, el contexto en el que se hace periodismo en México implica mucho profesionalismo. “Hay que informar de manera muy equilibrada y cuidar que uno no termine siendo vocero del crimen organizado”, agrega el fotoperiodista de AFP.
En cuanto al Protocolo de Protección a Víctimas del gobierno Nacional, Castro comenta que conoce gente dentro del programa, sin embargo, opina que en la mayoría de los casos no funciona. Este protocolo fue elaborado en 2015 por parte del expresidente de la Comisión Nacional de Derechos Humanos y el Director del Programa Regional de Apoyo a las Defensorías del Pueblo de Iberoamérica de la Universidad de Alcalá.
El documento es reconocido por la Comisión Internacional de Derechos Humanos (CIDH). Sin embargo, en la práctica parece que el Protocolo y la Ley que lo ampara son ineficientes, así lo reconoció la Subsecretaría de Derechos Humanos de la Secretaría de Gobierno ayer por la tarde.
“La inmensa mayoría de las agresiones y los homicidios contra periodistas y defensores de los derechos humanos no son sancionados, más de 90% de impunidad en esta situación, tiene que modificarse sustancialmente”, reconoció Alejandro Encinas, Subsecretario de Derechos Humanos de la Nación. En consecuencia hoy está en la agenda una nueva iniciativa de Ley General de Protección de Personas Defensoras de Derechos Humanos y Periodistas.
Castro cuenta que además del oficial, los que se dedican a contar historias de “riesgo” deben de tener un protocolo personal. “Debes de saber que si vas a publicar algo que te pueda poner en peligro, tienes que irte del lugar lo antes posible, a otra ciudad; o también, no acercarte demasiado”.
El país más peligroso
Según la organización Reporteros Sin Fronteras (RSF), el año pasado México ocupó el lugar 143 de 180 países en su Clasificación Mundial de Libertad de Prensa.
“Otro periodista asesinado en México. (...) Es indispensable investigar estos delitos y llevar a los responsables ante la justicia, así como mejorar los mecanismos de protección de periodistas”, escribió en Twitter Tamara Taraciuk, directora para las Américas de la ONG Human Rights Watch.
En una entrevista para el programa español Mujer, la periodista Lydia Cacho contó que en el país, además de comunicar, el periodismo se traduce en una vocación por defender los derechos humanos, lo que representa muchos riesgos. “Lo más difícil que entendí desde el primer día fue darme cuenta de que lo primordial era rescatar a las víctimas. Me preguntaba ‘¿Quién rescata a estos niños y niñas, que para la fecha en la que estaba escribiendo el libro eran 200, y que habían sido sacados de sus hogares y puestos en una red de turismo sexual?’”.
Lydia Cacho fue secuestrada y sufrió 20 horas de tortura mientras investigaba una de las más grandes redes de pornografía y trabajo sexual infantil y que involucraban empresarios y gobernadores. Publicó esta historia en su libro Los Demonios del Edén, obra que marcó su vida y su carrera, según confiesa. Después de todo, ella sobrevivió.
De las y los periodistas asesinados, la lista es larga. Toma más de una hora leer con detenimiento todos los nombres. Y en el recuerdo de colegas y familiares, el duelo permanece hasta el final. De los nombres que destacan están Rubén Espinosa, Miroslava Breach o Anna Politkóvskaya, pero son cientos los nombres que se difuminan entre una multitud que crece mes con mes.
Fuente: La Nación