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Nito Cortizo se perfila como próximo presidente de Panamá

El músculo de la política tradicional se ha impuesto este domingo al auge independiente en Panamá, pero la diferencia entre los dos partidos punteros está siendo mucho menor de lo anticipado. Con el 93 por ciento de los votos escrutados, el Partido Revolucionario Democrático (PRD) estaba a un paso de regresar a la presidencia del país centroamericano una década después.

Nito Cortizo se perfila como próximo presidente de Panamá
Nito Cortizo se perfila como próximo presidente de Panamá

Por la mínima, en el photo finish, el candidato perredista, Laurentino Nito Cortizo, se imponía con el 33 por ciento de los votos, frente al 31 de Rómulo Roux (Cambio Democrático -CD-, la formación del expresidente Ricardo Martinelli, que está bajo arresto mientras se le investiga por sendos casos de espionaje político y corrupción) y el 20 por ciento del independiente Ricardo Lombana. El oficialista José Isabel Blandón quedaba relegado a un discretísimo cuarto lugar (10 por ciento), lastrado por la baja popularidad del todavía presidente, Juan Carlos Varela. En línea con las últimas citas electorales en la joven democracia panameña -han pasado solo tres décadas desde su restablecimiento-, la participación ha superado con cierta holgura la barrera del 70 por ciento.

El resultado asegura la hegemonía de la política tradicional durante al menos cinco años más y deja finalmente en agua de borrajas el auge de los candidatos de libre postulación -con la única excepción de Lombana, que con la quinta parte de los votos consigue lo que ningún otro independiente nunca logró-. Pero abre, sin embargo, la puerta a impugnaciones por parte del segundo en la contienda, Cambio Democrático. Así lo ha dejado caer Roux cuando todavía quedaba el 10 por ciento de los votos por escrutar: "Jamás había habido una elección tan cerrada y hemos recibido información de irregularidades. Por eso, responsablemente y respetando el derecho de los panameños, vamos a esperar hasta recibir el 100 por ciento de las actas físicas para reconocer o no el resultado electoral".

Las encuestas situaban a Cortizo, empresario de 66 años, como gran favorito para hacerse con la presidencia del país centroamericano, de cuatro millones de habitantes. Pero el margen de victoria es mucho menor de lo que se esperaba, con Roux, abogado de 54 años, aguantando el tipo mucho mejor de lo que auguraban los sondeos y con un porcentaje mayor de apoyo que sus contendientes en la capital y en el área metropolitana, imponiendo la capacidad de movilización y el gancho de su partido -heredada de la época Martinelli- entre las clases populares. Cortizo, por su parte, se ha impuesto con claridad en las comarcas indígenas y en las provincias más rurales, donde la maquinaria de los partidos saca a relucir toda su potencia.

El PRD, fundado por el general Omar Torrijos (1968-1981), es una de las tres formaciones políticas hegemónicas en el país centroamericano, junto con el Panameñista de Varela -que deja el palacio de Las Garzas lastrado por la baja popularidad-, y Cambio Democrático, la plataforma con la que Martinelli -hoy bajo arresto- llegó a la jefatura de Estado en un ya lejano 2009. La formación del futuro presidente panameño se define socialdemócrata y forma parte de la Internacional Socialista. Pero en el ecosistema político panameño las ideologías son inusualmente volubles, mucho más que en ningún otro país de América Latina: solo uno de los siete candidatos -Saúl Méndez- se definía abiertamente como de izquierdas, y el eje clásico aquí sirve de poco. “No diría que es un partido socialdemócrata, ni de centroizquierda”, analiza el politólogo Orlando Pérez, vicedecano de la Facultad de Artes, Humanidades y Ciencias Sociales de la Universidad de Millersville (Pensilvania).

Con las ideologías difuminadas -aunque no cabe duda de que Cambio Democrático está escorada a la derecha del PRD-, los principales determinantes del voto son la personalidad del candidato y las escasísimas propuestas formuladas en campaña.

El cambio de Gobierno no debería traducirse en un cambio de calado en el modelo de desarrollo del país centroamericano, que seguirá descansando sobre el potencial logístico que le confiere su privilegiada ubicación -es lugar de paso ineludible entre los océanos Atlántico y Pacífico- y la atracción de capitales extranjeros a través de un esquema de importantes incentivos fiscales para multinacionales.

El próximo presidente panameño tendrá por delante dos retos fundamentales: atajar -o al menos, atemperar- la inequidad, que le ha llevado a ser uno de los cinco países más desiguales del mundo, según las cifras de la y uno de los de mayor prevalencia de la inequidad en el mundo y hacer frente al clamor ciudadano contra la corrupción. En el plano económico, el de Panamá es un caso llamativo: a diferencia de otros países de la región, su economía ha resistido al virus del bajo crecimiento. Con una expansión media cercana al siete por ciento anual en la última década -aunque se ha moderado en los últimos meses-, su dinamismo se parece mucho más al de un dragón asiático que al de un país latinoamericano.

La distribución de la riqueza creada en este periodo de bonanza, sin embargo, ha sido desastrosa: el 10 por ciento más rico ingresa hasta 35 veces más que el 10 por ciento más pobre y mientras la renta per cápita de la capital y la zona de influencia del Canal -el gran motor económico panameño a lo largo de toda su historia- y aunque la inflación está controlada, el precio de los productos básicos ha subido con fuerza en los últimos años, arañando el poder adquisitivo de los sectores más pobres de la población. Es lo que más le preocupa a Edelweiss Serrano, de 51 años, que ha votado por Lombana en un colegio electoral de San Miguelito, uno de los barrios más populares de la Ciudad de Panamá y el que más votos decide. "En estas zonas hay poco trabajo y mucha gente [que trabaja en el sector]informal". Los datos duros respaldan su punto de vista: casi cinco de cada 10 panameños que trabajan, lo hacen sin contrato.

El otro gran foco de descontento social es la corrupción, cuya percepción ha crecido durante el mandato de Varela. “Si con Martinelli nos fue mal, con Varela nos ha ido peor”, se quejaba a mediodía -poco antes de que el cielo se abriera en la capital y descargase una potente tormenta que no ha hecho mella en la afluencia de votantes- Rodolfo Villar, de 54 años y también vecino de San Miguelito. “Con lo que antes hacía súper [la compra]para un mes, hoy no me da ni para la cuarta parte”, decía este hombre afroamericano en compañía de su esposa. Ambos apoyan al PRD: “Cuando gobiernan, a la gente le va mejor”, sentenciaba seguro de su decisión. Ahora le toca a Cortizo, que -impugnaciones al margen- tomará posesión el 1 de julio, demostrar que no estaban equivocados.

 

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