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Semana primaveral en Paraná

Finalmente la cercanía a la primavera se sentirá y esta semana se viviría a pleno a Paraná. De acuerdo a lo que indica el Servicio Meteorológico Nacional (SMN) la temperatura máxima sería de unos 24º y el cielo estaría despejado, registró AIM.

Luego de semanas inestables, con lluvias y temperaturas bajas, los pronósticos prevén un fin de semana primaveral.
El Servicio Meteorológico Nacional señala que el martes no habrá precipitaciones y que la temperatura máxima rondaría los 20 grados. La mañana será fresca, con unos 6°, pero después la temperatura comenzará a subir.
Para el miércoles se anuncia para la zona de Paraná que el cielo estará algo nublado, con una mínima de 16 grados y una máxima de 24°.
En tanto, el jueves el cielo estaría más despejado, con mínimas de 15° y máximas de 24°. Mientras tanto, el viernes las condiciones serían similares con mínimas de 16° y máximas de 23°.
Qué pasa en la primavera

La primavera es la estación en que los días del año, que se vienen alargando desde el 21 de junio, inicio del invierno, siguen haciéndolo hasta último día, el 21 de diciembre, y el sol se encuentra permanentemente por sobre el ecuador celeste.

Sin embargo, a veces se considera que dura los meses de setiembre, octubre y noviembre. Durante la primavera los días se van alargando, el sol sale un poquito antes y se pone otro poquito después, y la noche se hace más corta cada día.

Al iniciarse la primavera, es momento de preparar la tierra y sembrar la mayoría de los cultivos básicos para aprovechar la llegada de las lluvias, que siguen al invierno que es más bien seco en los climas fríos. Y se plantan también una gran variedad de árboles frutales, de hor1talizas y legumbres. Como es la estación que sigue al invierno, la primavera representa un cambio del clima que se refleja en las plantas, porque aparecen las flores que siempre son sugestivas debido a su color y su fragancia.

Los animales también disfrutan del buen clima y muchos de ellos se reproducen en esta época, las aves incuban sus huevos y hasta las abejas ponen los suyos.

En Argentina el día de la primavera se celebra el 21 de septiembre, también día del estudiante, con uno o dos días de anticipación a la fecha astronómica. En Perú el 23 de septiembre se celebra el día de la primavera y la juventud y en México se celebra la llegada de la primavera el 21 de marzo.

Según la semántica “primavera” es una primera-vista de algo y la simbología -sobre todo la psicológica- lo traduce así: ver con nuevos ojos, rever, renovarse, renacer. También se hace derivar la palabra de “primer verdor” e incluso “primera virilidad” que alude asimismo al renacimiento de la vida sobre todo en los climas más fríos, donde los cambios son más notorios.

La primavera es entregada a la tierra por el invierno, que real y simbólicamente es en todo el mundo sinónimo de oscuridad, encierro y frío.

Los primeros calores que produce la traslación del planeta hacen que las bajas temperaturas mermen y que sus habitantes salgan al sol.

Ese sacudón de la modorra invernal produce una sensación de libertad y bienestar. Sin embargo, los griegos creían en un misterio mayor.

La diosa Démeter y su hija Perséfone personificaban para ellos los poderes de la naturaleza, su transformación y la emergencia cíclica. En la antigua Grecia, el primer día de la primavera era el día en que Perséfone, prisionera bajo tierra durante seis meses, volvía al regazo de Deméter, su madre.

En las culturas indígenas de América, la llegada del nuevo ciclo climático que hoy conocemos como primavera era celebrada durante días. El reverdecer de la tierra señalaba la llegada de las cosechas y con ellas el sustento de toda la sociedad.

En la primavera florecen muchos cultivos. El sentido de brotar junto con la naturaleza fue enaltecido por Mahoma, quien sostenía: “no hay gota en los mares, ni fruto en los árboles, ni planta en la tierra que no tenga en cada semilla un ángel que cuide de ella”.

La primavera está entonces ligada a lo sagrado y protegida por los guardianes de Dios para que al hombre no le falte el sustento.

Para algunos pueblos eslavos y escandinavos, por ejemplo, los templos consagrados a sus dioses eran bosques, lagos y árboles sagrados, pero todos celebraban festivales que podían durar semanas porque para todos los pueblos la primavera siempre era motivo de fiesta.

Más cerca de la modernidad, los primitivos cristianos tomaron la celebración pagana de la primavera como fecha anual para rememorar la muerte y resurrección de Cristo. El Easter, como se lo conoce en las culturas nórdicas -y que viene de Eastra o primavera-, era celebrado con anterioridad pero fue tomado por los cristianos para conmemorar la Pascua o muerte y resurrección de Jesús.

Los cristianos vieron la gran similitud entre el ciclo anual de las estaciones, la simbología de la primavera (el renacer de una nueva vida después del invierno) y la celebración pagana de la primavera, y la asociaron a la muerte (invierno) y resurrección de Cristo (nacimiento hacia una nueva vida).

Este despertar a un nuevo mundo era celebrado también por los fenicios, quienes le rendían homenaje a Astarté (Ishtar o Esther), mientras que en la India la hacedora del milagro del florecimiento era Kali, uno de los aspectos de la divinidad que en su modalidad sombría preside la era actual o “Kali Yuga”.

El fenómeno astronómico conocido como “precesión de los equinoccios”, debido a un torque adicional que aplica el sol a la tierra debido a que ésta es algo más abultada en el ecuador que en los polos, hace que cada 2000 años aproximadamente el sol aparezca en el equinoccio de primavera en un signo del zodíaco diferente, antes Piscis, ahora Acuario, por lo que se dice que entramos en la “era de Acuario”.

Los arboles impactan con su floración en primavera. El ciclo completo, en el que el sol vuelve aparecer en el mismo signo zodiacal que al inicio, se cumple cada 25.800 años, conocido “el año de Platón”.

A principios de la era cristiana el Sol se proyectaba al comienzo de la primavera en la constelación de Aries pero desde entonces comenzó a proyectarse en Piscis.

Actualmente, 2000 años después, ha girado un ángulo de 27, 92 grados de círculo para entrar en otra constelación.

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