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Veganos para salvar la tierra

Para obtener una proteína de carne de vaca se necesita mucha más tierra, más agua y emitir más contaminantes a atmósfera, suelos y aguas que para lograr una proteína de origen vegetal. Este es uno de los muchos datos que desvela un exhaustivo análisis de lo que la ciencia sabe sobre el impacto ambiental de la producción de alimentos. Los autores del estudio sostienen que solo una migración masiva a una dieta de base vegetal podría aliviar los problemas de sostenibilidad del planeta.

Foto ilustrativa.
Foto ilustrativa.

La investigación, publicada en la revista Science, analiza el coste ambiental que tiene producir, transportar, comerciar y consumir los alimentos esenciales que alimentan a los 7.575 millones de habitantes del planeta. Para ello, han revisado más de 500 estudios previos y entrevistado a un centenar de expertos. La base de datos que han reunido recoge varios impactos de los 40 principales productos que aportan el 90% de las necesidades mundiales de proteínas y calorías. Entre esos costes están el porcentaje de uso de tierra para cultivarlos o criarlos, la cantidad de agua usada, las emisiones de CO2 y otras dos emisiones menos conocidas pero de enorme impacto: la acidificación del suelo y la eutrofización de las aguas subterráneas, de ríos y mares, que supone un enriquecimiento excesivo en nutrientes. En ambos casos el agente principal son los fertilizantes nitrogenados.

Los resultados globales del estudio abruman: durante todo su ciclo de vida, la producción de alimentos ocupa el 43 por ciento de la tierra del planeta (sin contar desiertos y regiones heladas), es responsable del 26 por ciento de las emisiones de gases de efecto invernadero (en su mayor parte CO2 y metano, CH4). También lo es del 32 por ciento de la acidificación y el 78 por ciento de la eutrofización. Por último, casi dos tercios del agua dulce retirada de las cuencas va para regar o dar de beber a los animales.

Pero no impacta lo mismo producir un chuletón que soja para tofu. De hecho, los principales productos de origen animal (carnes, peces de piscifactoría, huevos y lácteos) necesitan el 83 por ciento de la tierra dedicada a la producción de alimentos y son responsables de casi el 60 por ciento de las tres emisiones. Lo peor es que, a cambio, solo aportan el 37 por ciento de las proteínas y apenas el 18 por ciento de las calorías que sostienen la alimentación humana.

La producción de alimentos ocupa el 43 por ciento de la tierra del planeta y genera el 26% de las emisiones de gases de efecto invernadero

"La carne de menor impacto crea un 360 por ciento más de emisiones de gases de efecto invernadero, un 3.200 por ciento más de acidificación, un 97 por ciento mas de eutrofización y usa un 230 por ciento más de tierra que una plantación media de soja para tofu por gramo de proteína", sostiene Joseph Poore, investigador de la Universidad de Oxford (Reino Unido) y coautor del estudio, que ha centrado su carrera investigadora en el impacto ambiental de la agricultura. De hecho, usando las mejores tecnologías y conocimientos actuales para reducir su impacto, ningún alimento de origen animal de los estudiados tiene un coste ambiental inferior que su equivalente vegetal. "Nuestros resultados también sugieren que la diferencia entre proteínas animales y vegetales se mantendrá en el futuro", añade Poore.

Por eso, para los autores del estudio, un cambio generalizado y masivo de dieta, arrinconando los productos animales en favor de los vegetales, tendría radicales consecuencias para el planeta: reduciría el consumo mundial de agua en un 20 por ciento y las distintas emisiones bajarían a la mitad. Pero el mayor impacto estaría en el uso de la tierra. Hasta el 76 por ciento de las tierras que ahora ocupan el ganado y la agricultura volvería a la naturaleza. En hectáreas, ese porcentaje son 3.100 millones, unas 62 veces la extensión de España.

 

Una dieta global de base vegetal devolvería a la naturaleza la extensión que ocuparían 62 Españas

"En general, las dietas de base vegetal son uno de los mecanismos más importantes para reducir nuestro impacto en el planeta. No se trata solo de las emisiones de gases de efecto invernadero, también la acidificación global, la eutrofización, el uso de la tierra o el del agua. Reducir tus vuelos o comprar un coche eléctrico, aunque relevantes, no consiguen tal reducción en este amplio abanico de impactos ambientales", sostiene el investigador británico. El problema sería entonces lograr ese cambio global de la dieta. "A nivel individual es realista, un número creciente de personas ya están cambiando sus dietas. Sin embargo, será difícil lograr un cambio generalizado de la conducta", concluye.

Para el investigador Javier Gódar, del SEI, un instituto de ciencia ambiental con sede en Estocolmo (Suecia), "buena parte de los cambios necesarios para combatir la crisis actual que vivimos van a centrarse en una multitud de aspectos relacionados con qué comemos, cómo producimos la comida y cómo la transportamos, industrializamos y consumimos". El científico español, sin embargo, cree que las soluciones propuestas por los autores del estudio son, tanto por el lado de los consumidores como por el de los productores, buenos deseos. "Es evidente que a pesar de que cada vez hay más certificación, sellos sostenibles... y de que algunas sociedades avanzadas están más informadas, los sistemas de producción de alimentos a nivel global no han cambiado de forma fundamental en respuesta a esta mayor información", afirma. Y añade: "Cambios en algo tan importante como los productos que comemos vienen determinados en gran medida por aspectos culturales y sociológicos que desde el punto de vista de un científico pueden ser calificados de irracionales".

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