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Política
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El legado de un líder que se hizo a sí mismo

Por Claudio Ava Aispuru, ex presidente del Frente Entrerriano Federal, especial para AIM. El 20 de diciembre de 2021, Entre Ríos despidió a Jorge Pedro Busti, una figura que marcó a fuego la historia política de la provincia y dejó una huella imborrable en el peronismo.

Para tomar dimensión de su trascendencia, basta decir que, después de Urquiza, fue el gobernador con más tiempo en el cargo. A tres años de su partida física, permanece en la memoria de quienes lo conocieron, no solo como un estadista, sino también como un hombre común que disfrutaba de las cosas sencillas de la vida, por ejemplo, algún triunfo de River o compartir una mesa de café con sus amigos de la infancia en Concordia.

Busti, un hombre que se hizo a sí mismo nació en el seno de una familia trabajadora de Concordia. Desde sus primeros pasos, mostró una determinación inquebrantable para superar las adversidades y construir su propio destino. Con el apoyo inclaudicable de su madre, se graduó de abogado en Córdoba, donde participó de sucesos históricos como el Cordobazo, sufrió el secuestro durante la dictadura y, con esfuerzo y perseverancia, al regreso de la democracia, fue destacándose en la escena política hasta llegar a ser gobernador de Entre Ríos en tres oportunidades sin cláusula de reelección. Su historia personal encarna la esencia del peronismo: la lucha por la justicia social y la posibilidad de ascenso a través de la educación pública, el trabajo y la dedicación.

Una de las principales virtudes de Busti fue su capacidad de construir puentes en un contexto político muchas veces polarizado. Creía firmemente en la necesidad de acuerdos y su amplitud política le permitió dialogar fluidamente con sectores diversos, desde dirigentes del radicalismo hasta referentes de las entidades agropecuarias más reacias al peronismo. La Reforma Constitucional de 2008 quizás fue su mayor legado en esa línea: Marciano Martínez, convencional proveniente de otra fuerza política, destaca siempre la conducción inteligente y razonable en procura de consensos que ejerció Busti en ese proceso institucional, el más importante de las últimas décadas. Su vocación por la concertación no era un signo de debilidad, sino de fortaleza: entendía que el peronismo debía ampliar y no achicar su base de sustentación y que el progreso en una provincia como Entre Ríos requería la colaboración de todos los actores políticos, productivos y sociales.

En la ejecución del poder, se destacó por su disciplina y la prepotencia del trabajo. Su estilo de conducción como gobernador era claro: cada lunes por la mañana, convocaba a reuniones de gabinete donde evaluaba avances, corregía rumbos y delineaba estrategias. Estos encuentros no eran meros formalismos, sino espacios de exigencia y planificación que imprimieron un ritmo sostenido a su gestión. Transitando por calle Córdoba, durante sus tres períodos, se solía ver en el despacho de la gobernación la luz encendida hasta altas horas de la noche: esa rutina, muchas veces subestimada y que se ha ido perdiendo, era una expresión de su dedicación total al ejercicio de gobierno.

La perseverancia y la tenacidad fueron otras de las cualidades que definieron a Jorge Busti. Supo sortear contratiempos con una voluntad inquebrantable, siempre dispuesto a volver a empezar. Su vocación de poder no era simplemente un deseo de ocupar cargos, sino una profunda convicción de que desde el gobierno podía transformar la realidad para mejorar la vida de los entrerrianos. Siempre se jactaba que, salvo cuando acompañó a Juan Schiaretti por unos meses en la intervención en Santiago del Estero, todos los cargos que ejerció fueron conseguidos a través de las urnas.

Tal es así que, durante la presidencia de Alberto Fernández, desechó de plano el ofrecimiento para ocupar alguna embajada o presidir un organismo binacional, constituyéndose una vez más en una rara avis entre toda la dirigencia. Tampoco concebía la política como una carrera militar o eclesiástica, en la que el ascenso constante es casi obligatorio; por eso, fue uno de los pocos dirigentes del país -junto a Jorge Capitanich- que, tras ser gobernador, volvió nuevamente a ser intendente de su ciudad.

Era un apasionado por los datos y la información minuto a minuto, una característica que marcó profundamente su estilo de gestión. Graciela Mingo, quien fue directora de Estadísticas y Censos, atestigua su obsesión por los números permanentemente actualizados y su convencimiento de que las estadísticas eran herramientas fundamentales para diseñar políticas públicas efectivas. Para Busti, los datos no eran meras cifras, sino una brújula objetiva para establecer prioridades y lograr el buen funcionamiento del Estado.

Jorge Busti, pese a la durísima disputa que sostuvo durante dos décadas con Sergio Montiel, demostró una inteligencia política excepcional y una visión desprovista de anteojeras ideológicas, cualidades que lo llevaron a dar continuidad a políticas públicas de gran envergadura impulsadas por el caudillo radical. Ejemplos emblemáticos de esta capacidad de trascender diferencias fueron el fortalecimiento de la Universidad Autónoma de Entre Ríos (Uader), que consolidó el acceso a la educación superior en la provincia, y la expansión de Sidecreer, un instrumento clave para el desarrollo financiero de los entrerrianos. Estas decisiones no sólo evidenciaron un compromiso con el bienestar de la provincia, sino también su habilidad para reconocer y potenciar lo valioso, independientemente de su origen político.

Por último, poseía lo que Isaiah Berlin describió como el principal rasgo distintivo del buen político: el olfato. Ese sexto sentido que le permitía leer el clima social, anticiparse a los movimientos de sus adversarios y encontrar las oportunidades donde otros veían obstáculos. Su intuición, combinada con su experiencia y un conocimiento acabado de cada rincón de la geografía entrerriana, lo transformaron en un conductor que siempre parecía estar un paso adelante.

A tres años de su partida, se hace imprescindible recordar a Jorge Busti como un líder que encarnó la esencia del peronismo y la política bien entendida. Su legado no solo vive en las obras y proyectos que impulsó, sino también en los valores que transmitió: trabajo, compromiso, diálogo y una incansable búsqueda de justicia social. En tiempos complejos, su figura sigue siendo un faro para quienes creemos en la política como una herramienta de transformación.

Jorge Busti

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