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Política
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Por qué el gas no es el combustible de la transición energética

Elecciones 2023. Empezó la campaña y varios candidatos presentan al gas como solución económica y como política climática. Ahora bien ¿es el gas el combustible para la transición energética? Desde el Circulo de Políticas Ambientales, anticiparon la respuesta a AIM: esa opción para Argentina “resulta obsoleta”.

Según el informe del Circulo de Políticas Ambientales, al que accedió AIM, que el gas sea el combustible para la transición es una idea que, para el caso de la Argentina, resulta obsoleta, y a escala global tiene poca sobrevida. Entonces, lo que se ha presentado como una verdad universal lo es solo a medias o, de acuerdo al caso, un dato falso.

Una cosa es entender que el gas es un combustible que nos acompañará en los próximos años, mientras se produce la transición energética, es decir, a medida que se eliminan los combustibles fósiles, y otra bien distinta es presentar al gas como un actor clave de esa transición.

El gas natural (metano) es el combustible fósil que genera menores emisiones de dióxido de carbono (CO2) cuando reemplaza al carbón mineral o a combustibles líquidos (derivados del petróleo). Esta propiedad ha hecho que aparezca como la mejor opción para reemplazar a los combustibles de mayor emisión de gases de efecto invernadero (GEI), al mismo tiempo que disminuye la liberación de contaminantes que afectan la calidad del aire.

Para producir electricidad, el gas reduce un 30 por ciento las emisiones de GEI respecto de las plantas que utilizan gasoil o fueloil. Esa reducción es mucho más significativa si reemplaza al carbón, en ese caso las emisiones de CO2 son cerca de un 60 por ciento menos. Entonces, se puede decir que sí, que tiene sentido realizar un recambio tecnológico para cerrar plantas de carbón y reemplazarlas por otras de gas, particularmente de ciclos combinados a gas. Este switch tecnológico, sumado a la expansión de fuentes renovables, permite acelerar la reducción de emisiones de GEI.

Es por eso que la lógica de utilizar al gas como combustible puente sólo tiene sentido en aquellos países que poseen una generación eléctrica a carbón importante, pero, aun así, esa idea ha ido quedando obsoleta debido a la baja en los precios de las renovables y a los plazos cada vez más estrechos con los que se cuenta para alcanzar las metas de reducción de emisiones de GEI. Estos plazos cada vez más breves hacen más difícil amortizar las inversiones en plantas e infraestructura de gas, ya que tendrán una vida útil breve y deberán ser reemplazadas rápidamente.

El caso de Argentina es diferente a otros países, ya que no utiliza carbón en la generación eléctrica. Aun así, es común escuchar entre diferentes actores económicos, académicos y políticos que el gas es estratégico para hacer nuestra transición energética. Esta premisa quedó obsoleta por partida doble: por un lado, por lo que hemos señalado más arriba, porque las inversiones más adecuadas para la transición – en la ponderación costo de la inversión y tiempo para la reducción de emisiones- son hoy las que se realizan en renovables; pero además porque la Argentina ya realizó la transición al gas en los ´90, desplazando en la generación eléctrica a los combustibles líquidos derivados del petróleo.

Lo que podemos ver es que para el sistema eléctrico argentino la introducción del gas desplazando combustibles de mayores emisiones ya fue realizada, aunque en su momento haya sido con otros fines.

Lo que debemos hacer es contar con suficiente gas como para no tener que recurrir a combustibles líquidos por escasez, pero eso no es otra cosa que sostener la situación ya alcanzada.

Más aún, la meta de emisiones de GEI de la Argentina, presentada ante la Convención Marco de Naciones Unidas contra el Cambio Climático (Cmnucc), señala que para el 2030 debemos generar una cantidad de emisiones similares a las actuales (en realidad un poco más bajas). Es decir que, mayormente, el crecimiento de la demanda eléctrica debería realizarse sin incrementar emisiones, por lo que deberá generarse de fuentes neutras. En los años siguientes, la reducción de emisiones debe ser vertiginosamente rápida, y en ese camino las plantas de gas deberán ir cerrando.

El gas en el sector eléctrico tiene un rol bien importante, pero de ningún modo es el combustible de la transición energética. Como para la transición es clave electrificar a más sectores de la economía, el gas debe utilizarse en esa expansión, pero no sustituyendo otras fuentes, sino como combustible a ser sustituido progresivamente.

Si se observa la matriz energética general o primaria, la que incluye todos los usos de la energía, también podemos ver el importante rol que posee el gas, un 52 por ciento. Es la principal fuente de energía, y esto se debe a que, en otros sectores de la economía, la Argentina también ya hizo su transición al gas hace muchos años.

La mayoría de los usos energéticos domiciliarios se basan en el gas, situación de la que estamos ahora saliendo mediante la electrificación (acondicionadores de aire, cocinas, termotanques, etc.).

La industria ha hecho una enorme incorporación del gas en sus procesos, y en el transporte se incorporó el gas natural comprimido (GNC) de manera muy importante también en los ´90, básicamente debido a los bajos precios. Por lo tanto, la demanda energética general es cubierta en una proporción enorme por el gas.

Es decir, nuestra transición es el abandono del gas, no ir hacia él. Sin embargo, se sigue repitiendo aquello de lo del combustible para la transición.

Combustible Transición energética

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