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Política
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Sin lugar para los débiles

Por Beatriz Chisleanschi, de Revista PPV, especial AIM. Se sabía, nada iba a ser sencillo. Si bien Alberto Fernández se encuentra con un país arrasado, tal como en 2003 se lo encontró Néstor Kirchner, la diferencia es que en ese principio de siglo, la derecha no estaba organizada, no tenía partido político propio y no había gobernado aún. Sólo estaba agazapada, al acecho.

Sin lugar para los débiles
Sin lugar para los débiles

Cuando Scioli perdió el balotaje con Mauricio Macri, nos dimos cuenta de que la derecha no estaba muerta, estaba de parranda. Y entre baile y baile unificó su discurso, sistematizó la conformación de un sentido común afín. Supo acomodar el significado de democracia según su conveniencia, y bajo su paraguas, concretó todos los “chanchullos” que los benefició económica y financieramente, mientras que el disciplinamiento, a través de la represión, los despidos, las detenciones preventivas y la persecución judicial, la iban precarizando. Crearon una democracia a su imagen y semejanza a la par que conformaban, en términos del sociólogo Pierre Bourdieu, una sociedad “heterodirigida” donde la “elección ideológica” fue impuesta a través de una sutil administración de las emociones.

No sólo planificó el aumento de la desigualdad, la derecha planificó también la  configuración de subjetividades afines a sus propósitos y objetivos.

El vicepresidente del Estado Plurinacional de Bolivia, destituido por un Golpe de Estado, Álvaro García Linera, hizo referencia, en el Encuentro Latinoamericano Progresista que se realizara en Ecuador en el año 2015, a la necesidad de renovar la idea de Democracia, a dejar de verla como un fósil con imperativos burocráticos y que sólo existe para elegir a quienes nos gobiernan, sino entenderla como ese espacio de participación plebeya, de movilización en la calle y sobre la importancia de llevarla a la vida cotidiana.

Desde el punto de vista electoral, la victoria del Frente de Todos fue una victoria táctica, ganó a nivel nacional con más del 48 por ciento de los votos, lo que le da una enorme legitimidad. Sin embargo, si lo analizamos desde el punto de vista estratégico, y el retroceso que en este sentido vive Latinoamérica, la victoria no es total por lo que hay que volver a la retaguardia, fortalecer al Estado y reconstruir el bloque de poder,  pues la derecha oligárquica sigue en pie y muy armada (el posicionamiento de las corporaciones agropecuarias frente a la modificación de los derechos a la exportación, dan clara muestra de ello). Si además de llegar al gobierno, se pretende hegemonizar, quebrar los parámetros culturales impuestos y, en este sentido, comunicar cada acción política, cada hecho – explicar sus causas para que desaparezca el concepto de “lo natural”-, recuperar las palabras, buscar términos propios y dejar de nombrar con nominaciones impuestas, resultará vital.

El problema del hambre es una prioridad a atender, pero también deberá serlo el rol que se le dé a la comunicación. Ya no se trata solamente de la recuperación de la Ley de Servicios de Comunicación Audiovisual (si hubiera intención de ello), aún con modificaciones, sino que se trata de entender la centralidad que deberá ocupar, en esta nueva etapa de un gobierno nacional, popular y feminista, la comunicación en tanto herramienta de lucha cultural, de fortalecimiento de la sociedad civil y democrática, de desarrollo de ideas fuerza, de creación y conformación de conciencia, en esencia, de disputa por el sentido común.

Alberto Fernández hace un llamamiento permanente a terminar con la mal denominada grieta, lo que implica ponerle fin a un pensamiento binario, pero esto no se resuelve sólo con una declamación, se requiere de prácticas organizativas en los barrios, en las economías regionales, en las Pymes -que fueron un ejemplo durante estos cuatro años macristas de unificación de la lucha entre pequeños empresarios y trabajadorxs-, en las instituciones educativas, en los gremios, en los movimientos sociales, con lxs intelectuales y lxs científicxs, con todxs y en cada rincón de este país. Al gran aparato de guerra psicológica-comunicacional instalado por la derecha a nivel mundial, y con un especial interés en estos momentos en América Latina, se le deberá oponer una política de trinchera que permita la construcción de un sujeto colectivo, participativo y crítico que no se vea seducido por el discurso dominante.

“La victoria siempre es creación. Aunque el enemigo sea poderoso, puedo impedir el ataque”, decía Tsun Tzu en su famoso “Arte de la Guerra”. Porque la victoria es creación, será imprescindible redefinir los valores democráticos, sus prácticas y sus símbolos. La tarea es ardua, el enemigo poderoso, pero tenemos un pueblo movilizado, un pueblo que debe hacer de la democracia su espacio de lucha, su principio y su fin. Una democracia que recupere su dignidad y la de quienes la habitan.

derecha Frente de Todos

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