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Provinciales
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Antonio Machado

El 26 de Julio de 1875, hace 143 años,  nació en  Sevilla, el gran poeta español Antonio Machado, uno de los mayores de nuestra lengua.

Antonio Machado
Antonio Machado

Su nombre completo es Antonio Cipriano José María Machado Ruiz. Su padre fue  autor de un trabajo de recuperación de dichos y sentencias del folklore  andaluz. Su madre lo acompañó el exilio en Francia al fin de la guerra civil española en 1939. Murió poco después en Collioure, un pueblito francés de los Pirineos, casi simultáneamente con ella el 22 de febrero de 193).

Machado, emblema de la generación literaria española del 98, estudió en la  Institución Libre de Enseñanza q que dirigía  Giner de los Ríos, al que siempre recordaría  luego y  completó sus estudios en los institutos San Isidro y Cardenal Cisneros. Realiza varios viajes a París, donde conoció a Rubén Darío. que era embajador de Nicaragua y lo ayudó económicamente en momentos difíciles

De vuelta en Madrid  integró  la compañía teatral de María Guerrero y Fernando Díaz de Mendoza. En 1907 obtiene la cátedra de Francés en Soria. una ciudad aragonesa, que describe como solitaria y fría, pero que se avenía mejor a su  temperamento solitario  y reconcentrado que la luminosa  llanura andaluza.

A los 34 años se casó con una jovencita de 17, Leonor Izquierdo, que contrajo poco después leucemia y  murió antes de cumplir los 20.

Muy afectado, se trasladó a Baeza ("un poblachón moruno") y a Segovia, donde enseñó  francés,   y finalmente se radicó en Madrid 1932.

En 1927 ingresó en la Real Academia y  conoció a la poetisa Pilar de Valderrama, la "Guiomar" de sus poemas, con la que mantiene relaciones secretas durante años, interrumpidas por la guerra civil.

En 1939 marcha a Barcelona, desde donde cruza los Pirineos hasta Coillure. Allí fallece al poco tiempo de su llegada.

Machado fue un genio poético en una personalidad cercana a la santidad, lo que hace de él  una figura muy poco común, hoy casi imposible.

Autobiografía escrita en Baeza

Nací en Sevilla el año de 1875 en el Palacio de la Dueñas. Anoto este detalle no por lo que tenga de señorial (el tal palacio estaba en aquella sazón alquilado a varias familias modestas) sino por la huella que en mi espíritu ha dejado la interior arquitectura de ese viejo caserón.

Desde los ocho a los treinta y dos años he vivido en Madrid con excepción del año 1899 y del 1902 que los pasé en París. Me eduqué en la Institución Libre de Enseñanza y conservo gran amor a mis maestros. Pasé por el Instituto y la Universidad, pero de estos centros no conservo más huella que una gran aversión a todo lo académico. He asistido durante veinte años, casi diariamente a la Biblioteca Nacional. En 1906 hice oposiciones a cátedras de francés y obtuve la de Soria donde he residido hasta agosto de 1912, con excepción del año 10 que estuve en París, pensionado para estudiar filología francesa. Estudié en el Colegio de Francia dos cursos (Bedier y Meillet). En 1909 me casé en Soria (Iglesia de Santa María la Mayor) y enviudé en 1912. En 1º de noviembre del mismo año fui trasladado a Baeza donde actualmente resido. No tengo vocación de maestro y mucho menos de catedrático. Procuro, no obstante, cumplir con mi deber. Mis lecturas han sido especialmente de filosofía y de literatura, pero he tenido afición a todas las ciencias. Creo conocer algo de literatura española. Tengo una gran aversión a todo lo francés, con excepción de algunos deformadores del ideal francés, según Brunetière. Recibí alguna influencia de los simbolistas franceses, pero ya hace tiempo que reacciono contra ella.

Tengo un gran amor a España y una idea de España completamente negativa. Todo lo español me encanta y me indigna al mismo tiempo. Mi vida está hecha más de resignación que de rebeldía; pero de cuando en cuando siento impulsos batalladores que coinciden con optimismos momentáneos de los cuales me arrepiento y sonrojo a poco indefectiblemente. Soy más autoinspectivo que observador y comprendo la injusticia de señalar en el vecino lo que noto en mí mismo. Mi pensamiento está generalmente ocupado por lo que llama Kant conflictos de las ideas trascendentales y busco en la poesía un alivio a esta ingrata faena. En el fondo soy creyente en una realidad espiritual opuesta al mundo sensible. Siento una gran aversión a todo lo que escribo, después de escrito y mi mayor tortura es corregir mis composiciones en pruebas de imprenta. Esto explica que todos mis libros estén plagados de erratas.

Mi gran pasión son los viajes. Creo conocer algo algunas regiones de la Alta Castilla, Aragón y Andalucía. No soy muy sociable, pero conservo afecto a las personas. He hecho vida desordenada en mi juventud y he sido algo bebedor, sin llegar al alcoholismo. Hace cuatro años que rompí radicalmente con todo vicio. No he sido nunca mujeriego y me repugna toda pornografía. Tuve adoración a mi mujer y no quiero volver a casarme. Creo que la mujer española alcanza una virtud insuperable y que la decadencia de España depende del predominio de la mujer y de su enorme superioridad sobre el varón. Me repugna la política donde veo el encanallamiento del campo por el influjo de la ciudad. Detesto al clero mundano que me parece otra degradación campesina. En general me agrada más lo popular que lo aristocrático social y más el campo que la ciudad. El problema nacional me parece irresoluble por falta de virilidad espiritual; pero creo que se debe luchar por el porvenir y crear una fe que no tenemos. Creo más útil la verdad que condena el presente, que la prudencia que salva lo actual a costa siempre de lo venidero. La fe en la vida y el dogma de la utilidad me parecen peligrosos y absurdos. Estimo oportuno combatir a la Iglesia católica y proclamar el derecho del pueblo a la conciencia y estoy convencido de que España morirá por asfixia espiritual si no rompe ese lazo de hierro. Para ello no hay más obstáculos que la hipocresía y la timidez. Ésta no es una cuestión de cultura —se puede ser muy culto y respetar lo ficticio y lo inmoral— sino de conciencia. La conciencia es anterior al alfabeto y al pan. Admiro a Costa, pero mi maestro es Unamuno.

Una poesía

Soñé que tú me llevabas

por una blanca vereda,

en medio del campo verde,

hacia el azul de las sierras,

hacia los montes azules,

una mañana serena.

 

Sentí tu mano en la mía,

tu mano de compañera,

tu voz de niña en mi oído

como una campana nueva,

como una campana virgen

de un alba de primavera.

 

¡Eran tu voz y tu mano,

en sueños, tan verdaderas!...

Vive, esperanza, ¡quién sabe

lo que se traga la tierra!

Poema sin título, a la  memoria de  Leonor

 

Antonio Machado

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