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El ceibo, la flor nacional y la leyenda de Anahí

El 22 de noviembre es el día de la flor del ceibo, flor nacional argentina declarada por decreto del poder Ejecutivo de la Nación 138474 fechado el 23 de diciembre de 1942. Es ceibo un árbol originario de América, especialmente de Argentina (zona del litoral), Uruguay (donde también es flor nacional), Brasil y Paraguay. Una bella leyenda, hace referencia al surgimiento del mismo.[{adj:27895 alignright}]

Crece en las riberas del Paraná y del Río de la Plata, pero también se lo puede hallar en zonas cercanas a ríos, lagos y zonas pantanosas. Pertenece a la familia de las leguminosas. No es un árbol muy alto y tiene un follaje caduco de intenso color verde. Sus flores son grandes y de un rojo carmín.

Su tronco es retorcido. Sus raíces son sólidas y se afirman al suelo contrarrestando la erosión que provocan las aguas. Su madera, blanca amarillenta y muy blanda, se utiliza para fabricar algunos artículos de peso reducido. Sus flores se utilizan para teñir telas.

El ceibo o erythrina falcata es de copa irregular, ramas con aguijones. En los extremos de tronco y de ramas mayores un aglomerado de ramas delgadas la característica de la copa.

Algunos ejemplares se presentan como arbustos de tres a cuatro metros, otros como árboles de 10 metros de altura y 60 cm de diámetro, pero son ejemplares muy viejos. El follaje es caedizo o caducifolio, el tronco es breve y tortuoso.

Florece de setiembre a febrero y fructifica de enero a marzo. Abarca zonas bajas de ríos, arroyos, lagunas, en Chaco serrano húmedo, Selva de Transición con la Montana.

Tiene varias aplicaciones, desde tarugos para caballerizas, colmenas, armazones de monturas, construcción de balsas, hasta curtiduría y medicina por la presencia de alcaloides.

Anahí: La leyenda del ceibo[{adj:27896 alignright}]

Cuenta la leyenda que en las riberas del Paraná, vivía una indiecita fea, de rasgos toscos, llamada Anahí. Era fea, pero en las tardecitas veraniegas deleitaba a toda la gente de su tribu guaraní con sus canciones inspiradas en sus dioses y el amor a la tierra de la que eran dueños… Pero llegaron los invasores, esos valientes, atrevidos y aguerridos seres de piel blanca, que arrasaron las tribus y les arrebataron las tierras, los ídolos, y su libertad.

Anahí fue llevada cautiva junto con otros indígenas. Pasó muchos días llorando y muchas noches en vigilia, hasta que un día en que el sueño venció a su centinela, la indiecita logró escapar, pero al hacerlo, el centinela despertó, y ella, para lograr su objetivo, hundió un puñal en el pecho de su guardián, y huyó rápidamente a la selva.

El grito del moribundo carcelero, despertó a los otros españoles, que salieron en una persecución que se convirtió en cacería de la pobre Anahí, quien al rato, fue alcanzada por los conquistadores. Éstos, en venganza por la muerte del guardián, le impusieron como castigo la muerte en la hoguera.

La ataron a un árbol e iniciaron el fuego, que parecía no querer alargar sus llamas hacia la doncella indígena, que sin murmurar palabra, sufría en silencio, con su cabeza inclinada hacia un costado. Y cuando el fuego comenzó a subir, Anahí se fue convirtiendo en árbol, identificándose con la planta en un asombroso milagro.

Al siguiente amanecer, los soldados se encontraron ante el espectáculo de un hermoso árbol de verdes hojas relucientes, y flores rojas aterciopeladas, que se mostraba en todo su esplendor, como el símbolo de valentía y fortaleza ante el sufrimiento.

Redacción AIM

 

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