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El origen de la Vía Láctea

La fusión con otra galaxia hace unos 10.000 millones de años llenó de estrellas el halo de la Vía Láctea e hizo que su disco se volviera más grueso, según un estudio publicado en la revista "Nature" y basado en datos recopilados por el satélite Gaia de la Agencia Espacial Europea (ESA).

La fusión con otra galaxia hace unos 10.000 millones de años llenó de estrellas el halo de la Vía Láctea.
La fusión con otra galaxia hace unos 10.000 millones de años llenó de estrellas el halo de la Vía Láctea.

Esa megafusión que dio forma a la Vía Láctea ha sido descubierta por un equipo de expertos liderados por la astrónoma Amina Helmi, de la Universidad de Groningen (Holanda).

En una investigación anterior, Helmi ya había planteado la existencia de una gran masa de estrellas en el halo de la Vía Láctea que compartían un origen común.

Ahora Helmi y sus colegas han encontrado que ese halo está dominado por estrellas derivadas de un impacto ocurrido hace unos 10.000 millones de años con otra galaxia más pequeña, de alrededor de un cuarto de la masa que tenía entonces la Vía Láctea.

"La colección de estrellas que encontramos con Gaia tiene todas las propiedades de lo que cabría esperar de los escombros de una fusión galáctica", explicó Helmi en el artículo publicado en "Nature".

En otras palabras, esas estrellas fueron consumidas por la Vía Láctea, cuyo disco se calentó a causa del impacto y se hizo más grueso, adoptando una forma inflada, de acuerdo con los investigadores.

Los astrónomos han bautizado a esa galaxia que impactó con la Vía Láctea hace 10.000 millones de años con el nombre de "Gaia-Encélado", en honor al satélite de la ESA y al gigante de la mitología griega hijo de Gaia (diosa de la tierra) y Urano (dios del cielo).

Según cuenta la leyenda, Encélado fue enterrado bajo el monte Etna "y de manera similar las estrellas de 'Gaia-Encélado' estaban enterradas en los datos de (el satélite) Gaia", sostuvo Helmi.

Desde que se empezó a pensar en la puesta en marcha del satélite Gaia, uno de los objetivos era poder utilizarlo para examinar las diversas corrientes estelares de la Vía Láctea y reconstruir así la historia temprana de nuestra galaxia.

"Al leer los movimientos de las estrellas dispersas en el cielo, podemos rebobinar la historia de la Vía Láctea y descubrir un hito importante en su formación", comentó Timo Prusti, científico de la misión Gaia en la ESA.

El satélite Gaia fue lanzado desde la Guayana Francesa en 2013 y, aunque estaba previsto que su misión terminase en 2019, su excelente rendimiento sumado al ahorro de combustible han permitido ampliarla, posiblemente hasta 2023.

La tarea de Gaia es hacer un catálogo de más de 1.700 millones de estrellas de la Vía Láctea y proporcionar mediciones de alta precisión de su posición, brillo y movimiento, entre otros aspectos.

La información recopilada ha permitido a los investigadores descubrir, entre otras cosas, que la Vía Láctea sufrió entre 300 y 900 millones de años atrás un impacto que afectó -y sigue afectando- a la órbita de las estrellas, lo que constata que está viva, en evolución constante.

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