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Florencio Molina Campos

El 16 de noviembre de 1959 murió el pintor e ilustrador argentino Florencio Molina Campos, nacido en Buenos Aires el  21 de agosto de 1891.

Florencio Molina Campos trabajando en una de sus obras. Sus creaciones retrataban la vida en la Pampa argentina.
Florencio Molina Campos trabajando en una de sus obras. Sus creaciones retrataban la vida en la Pampa argentina.

 

 

Era hijo de  Florencio Molina Salas y de  Josefina del Corazón de Jesús Campos y Campos, miembros de una familia  cuyos orígenes se remontan en el país a la época de la Colonia.

Entre sus antecesores se cuentan los generales Luis María  Gaspar y Manuel Campos, entre otros.

Florencio, sin embargo, pasó su vida muy lejos del   ámbito castrense,  alternando entre la ciudad de Buenos Aires y los campos de sus padres en los pagos del Tuyú y General Madariaga, en provincia de Buenos Aires, y Chajarí, departamento Federación,  Entre Ríos.

En 1926 presentó su primera exposición en el Galpón de Palermo de la Sociedad Rural Argentina. Su muestra fue visitada por el Presidente de la Nación, Marcelo T. De Alvear, quien se convirtió en ferviente admirador de su obra y lo premió otorgándole una cátedra en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda.

En 1931 el pintor realizó su primer viaje a Europa y expuso en París. Más adelante viajaría infinidad de veces, invitado por diferentes gobiernos como representante cultural argentino. Fue profesor   en el Colegio Nacional Nicolás Avellaneda y en Bellas Artes.

La pinacoteca de los pobres

En esa época inició el contrato para ilustrar los almanaques de la firma Alpargatas, que se editaron desde el año 1931 a 1936, 1940 a 1945, 1961 y 1962. Constituyeron, quizá, su obra más difundida, y sobre ellos dijo Ruy de Solana: “los almanaques constituían un sinónimo elemental de lo barato y despreciable. Pero desde que este artista empezó a difundir sus trabajos por ese medio humilde y anual, los almanaques se convirtieron en la pinacoteca de los pobres”.

A partir de 1942, Molina Campos estrechó su relación con Walt Disney y fue contratado para asesorar al equipo de dibujantes para tres películas que los Estudios Disney estaban por realizar, ambientadas en la Argentina y basadas en obras del artista argentino y en los paisajes que habían visto en sus viajes a nuestro país.

Molina Campos había sido convocado cuando ya estaba bastante avanzada la primera de las tres películas que planeaban realizar. El pintor argentino no compartía las extravagancias que el estudio cinematográfico quería hacer protagonizar a los paisanos y, tras varios intentos fallidos por lograr una representación más fiel del gaucho argentino, renunció. Ya sin Molina Campos, Disney decidió convertir las tres películas en una sola, que se conoció como “Saludos, amigos”.

En 1944, el pintor formalizó un contrato que se extendería por 10 años en forma consecutiva con la firma norteamericana Mineapolis-Moline, para la que ilustró entre 1944 y 1958 una serie de almanaques similares a los de Alpargatas, pero que incluyeron - por sugerencia suya- maquinaria agrícola de esa empresa. Además efectuaron afiches, estampillas y naipes y se reprodujeron los cuadros en diarios y revistas. En 1951, editaron también 12 láminas de los originales de ese año.

El 16 de noviembre de 1959, superado por una enfermedad terminal luego de una operación, Florencio Molina Campos murió en Buenos Aires. Sus restos permanecieron en la bóveda familiar de la Recoleta hasta que, en la década del 70, fueron trasladados  cementerio de Moreno, en donde permanecen.

La imagen de Florencio  fue la del hombre simpático, entrador, audaz, excelente bailarín, con un envidiable carisma del que se valía para amenizar las reuniones a las que concurría. Poseía un fuerte carácter, que rozaba en ocasiones el mal humor. Era amante de la música clásica, que escuchaba durante las noches mientras pintaba.

No tuvo una visión comercial de lo que hacía. Pintaba porque le gustaba pintar. Cuando por la guerra no entraba al país papel canson que utilizaba, pintó sobre cajas de ravioles, cuyo material reunía buenas cualidades como soporte de su arte. Jamás proyectó su obra a futuro. Vendía sus pinturas a precios sumamente módicos para la época, que sólo le permitieron vivir decorosamente. Pintó infinidad de cuadros, probando con diversas técnicas.

En sus obras se plantearon diversas controversias con otros artistas de la época. Una de ellas era por los horizontes, que él pintaba muy bajos, casi en una sexta parte de la altura de la pintura. Sostenía, y basta para darle la razón con mirar los paisajes tan ricos que tienen nuestras pampas, que los horizontes eran bajos, muy bajos.

Otro aspecto controvertido era que en algunos dibujos mostraba a los caballos con las cuatro patas en el aire. Fue profundamente criticado por ello. Él sostenía que pintaba lo que veía. Años después, cuando el cine perfeccionó sus técnicas, permitió observar en las imágenes cuadro a cuadro que, efectivamente, hay un momento en el galope del caballo en que sus patas sobrepasan a sus manos, y el animal está totalmente en el aire.

Molina Campos era un agudo observador y tenía una memoria fotográfica única.  Debido a los ligeros pero agudos detalles de sus obras, estas han sido aceptadas como referente histórico para quienes deben “emprendar” un caballo, y los jurados de tales disciplinas admiten el uso de tal o cual “pilcha” cuando quien la utiliza se remite a alguna de sus pinturas.

De la Redacción de AIM.

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