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Müntzer, Marx, el Oriente y la felicidad

Al principio de "El Gen Egoísta. Las bases biológicas de nuestra conducta", el polémico zoólogo inglés neodarwinista  Richards Dawkins dice: “"El amor universal y el bienestar de las especies consideradas en su conjunto son conceptos que carecen de sentido en cuanto a la evolución".

Dawkins es un propagandista intransigente y celoso de la teoría de la evolución, a la que considera el máximo logro científico de la humanidad hasta hoy.
Dawkins es un propagandista intransigente y celoso de la teoría de la evolución, a la que considera el máximo logro científico de la humanidad hasta hoy.

Dawkins es un propagandista intransigente y celoso de la teoría de la evolución, a la que considera el máximo logro científico de la humanidad hasta hoy, al punto que según él toda la historia se divide en dos partes: antes y después de Darwin.

Entusiasmos aparte, parece haber transcurrido ya el cenit del darwinismo en el cielo de la ciencia; pero su permanencia como ideología sin duda está garantizada por un buen rato, debido a que viene como anillo al dedo a las necesidades de la modernidad capitalista, de la que parece la expresión teórica y la justificación ideológica.

Como tantos científicos que intentan filosofar, Dawkins resbala cuando pisa terreno mal conocido.  Descubrió que los genes solo tienden  de manera rigurosamente egoísta a su bien individual, no al de grupo ni de la especie. Y sin más, aplicó este “descubrimiento” muy  por fuera de su ámbito para hablar del amor universal sin advertir los nuevos factores que debería tomar en cuenta. En la vida social, no enteramente reductible a la biología,  los individuos están sometidos a influencias de otra clase, de otros individuos, de todo el pasado que grava sobre ellos, en el caso de los humanos del lenguaje,  de la historia con sus intrincados factores.

La tendencia a sacar lo más de lo menos y a aplicar un  resultado fuera de su ámbito aparece una y  otra vez y una y otra vez deja sin nada a sus creyentes cuando creían estar en el secreto de todo.

¡Que todos los seres en todos los lugares sean felices y libres, que todos mis pensamientos, palabras y acciones durante mi vida contribuyan de cualquier forma a la felicidad y la liberación de todos los seres!

Esta fórmula final de las prácticas del ashtanga yoga, una de las variantes del yoga, a su vez uno de los seis “darsanas” ortodoxos de la India,  tiene la finalidad de expresar un anhelo de liberación del sufrimiento que va más allá del egoísmo y del deseo mismo porque no se centra en el individuo ni en sus exigencias. La práctica debe conducir a pensamientos, palabras y acciones que reflejen el Absoluto sin forma, el “Eso” que es el fin único de la búsqueda sagrada. “Que mi relación con el mundo sea armónica, en balance. Que cumpla con mis obligaciones (dharma) sin dañar a nadie (ahimsa)”

Para nosotros, el deseo de felicidad a todos los seres, humanos o no, se relaciona más bien con el budismo, una rama heterodoxa al hinduismo,  quizá por influencia del zen o de los monjes tibetanos. Aparece en una plegaria budista por el amor universal”:

Que todos los seres que existen,

Débiles o fuertes,

Largos, grandes, medianos

Bajos, pequeños o gruesos,

Que todos los seres que existen,

Conocidos o desconocidos,

Cercanos o lejanos,

Nacidos o por nacer,

Que todos los seres sin excepción sean felices.

(Advirtamos de paso que la plegaria considera "existentes" a los seres por nacer)

El anhelo de felicidad es universal; según  las doctrinas tradicionales,  no es posible ser feliz y mantener al mismo tiempo el estado de individuo; porque la condición de estar “separado” de la totalidad crea los deseos y  los deseos crean el   sufrimiento.

Si bien el occidente tuvo en su  momento convicciones similares,  que perviven en América a pesar de la conquista europea, las ha olvidado  o relegado y  la falta de armonía que resultó del olvido extravió el camino.

Sin embargo, de tanto en tanto reaparece en la superficie el invencible sueño de felicidad que está aletargado dentro de cada uno. A veces como torpes exigencias a los otros para que hagan mi felicidad. A veces como mística, otras como exacerbación del egoísmo y otras como ejemplos de altruismo o como despliegues extraordinarios de inteligencia para penetrar las causas de los males y las injusticias. También como rebeliones contra aquello que se identifica como causa del sufrimiento.

Solo para dar un ejemplo de tales reacciones,  tomamos la explicación que da Carlos Marx, personalidad de incalculable influencia, sobre la génesis y el desarrollo del capitalismo a partir del “pecado original” de la acumulación primitiva. Consideremos que el marxismo es ciencia pero también es profecía. Y  profetiza el reino de felicidad, que en otro ámbito se llama “paraíso”.  Otras reacciones son las numerosas revueltas que intentaron restablecer la justicia, de la que podemos citar la de Thomas Müntzer al inicio de la modernidad.

Las hipótesis del nieto de rabinos

En  1816  un edicto del  gobierno de Prusia excluyó a los judíos de las funciones públicas y los puso en condición de “tolerados”.  Los judíos, relegados  e incluso martirizados después de la diáspora durante siglos en Europa, plantearon de inmediato  su emancipación. Entonces Bruno Bauer, “joven hegeliano” dio a conocer su obra “La cuestión judía” que mereció una respuesta de Marx, nieto del rabino de Treveris, Merier Halevi, y de un rabino holandés e hijo de un judío que se vio obligado a abrazar el protestantismo. El padre de Marx cambió el apellido familiar Mordecar, que significa “Guerrero”, por el de Marx,  que su hijo hizo famoso.  En “Sobre la cuestión judía”,  Marx hace una mención de  Thomas Müntzer, el “teólogo de la revolución” campesina en Alemania al inicio de la modernidad, que fue aplastada con máxima crueldad por los nobles terratenientes aliados del naciente protestantismo.

Marx recuerda que Müntzer, detenido, torturado y decapitado  a los 35 años cuando terminó en derrota en el siglo XV la guerra campesina a la que se había sumado, considera intolerable “que se haya convertido en propiedad a todas las criaturas, a los peces en el agua, a los pájaros en el aire y a las plantas en la tierra, pues también la criatura debe ser libre”. Es decir, todos, no solo los seres humanos, tienen derecho a la felicidad.

Para el capitalismo, y también para los socialistas “modernos,” peces, plantas, pájaros, pero también la tierra, el suelo, el subsuelo, el aire y el agua son “recursos” económicos al servicio del hombre, en el fondo cantidades intercambiables y sustituibles.

La justificación de la apropiación del mundo está en un pasaje desafortunado de la Biblia:

“Y creó Dios al hombre a imagen suya, a imagen de  Dios lo creó y los creó macho y hembra; y los bendijo Dios diciéndoles: Procread y multiplicáos, y  henchid la tierra; sometedla y dominad sobre los peces del mar, sobre las aves del cielo y sobre los ganados y sobre todo cuanto vive y se mueve sobre la tierra” (Génesis, 1:  26-28)

Cómo veía Müntzer la realidad

Pero otro es el punto de vista del teólogo Thomas Müntzer: “Mira, los señores y los potentados están en el origen de cada usura, de cada apropiación indebida y cada robo; ellos toman de todos lados: de los peces del agua, de las aves del aire, de los árboles de la tierra. Y luego hacen divulgar entre los pobres el mandamiento de Dios: "No robar". Pero esto no vale para ellos. Reducen a miseria a todos los hombres, despellejan y despluman a campesinos y artesanos, y a cada ser vivo. Y para ellos, la más pequeña falta justifica el ahorcamiento”.

La visión de Müntzer no se detiene en lo humano sino que se extiende más allá, a todos los seres como es propio de la sabiduría que procura “que todos los seres sean felices. Müntzer tiene la mira puesta en los poderosos que  explotaban a los campesinos alegando derecho divino.

Se  plegó de entrada a la posición de Lutero contra el clero corrupto y abusivo, pero su inclaudicable posición por los campesinos en guerra con sus explotadores contrastó con la que tuvo luego Lutero, que recomendó a los príncipes destruir “"las mesnadas asesinas de los campesinos"” y les reconoció autoridad de matar a todos sus súbitos menos a dos, para sostener al menos en esos dos su derecho a mandar:

Tras algunas victorias significativas, los campesinos fueron finalmente derrotados. Müntzer fue tomado prisionero, torturado hasta la muerte y su cabeza empalada en Mühlhausen. Lutero, que celebró el desenlace,  reconoció luego que el camino hacia donde estaba expuesto el cráneo se veía “tan aplastado por las frecuentes idas y venidas de sus habitantes y otras gentes impías, que casi parecía vía pública; de no intervenir el corregidor, sin duda habrían llegado a venerarlo como a un santo”.

Los campesinos tuvieron 100.000 muertes en la guerra.  Los sobrevivientes sufrieron el  potro de tortura, la horca, la espada, el fuego, la rueda de tormento, los ojos reventados y las lenguas cortadas. Esa fue la “felicidad” que el capitalismo naciente podía ofrecer a los pobres.

En “Sobre la cuestión judía” Marx presenta una explicación que ha sido considerada “antisemita, acusación insostenible. Lo que le interesa no es condenar a ninguna raza ni religión en particular, sino mostrar el movimiento originado en el desgarramiento de la propia base, en que las partes escindidas se han vuelto una contra otra con la consecuencia de que las esperanzas terrenas han sido eyectadas al cielo y su cumplimiento dejado para un futuro glorioso e incierto. Quiere dilucidar cómo ha llegado a constituirse el punto de vista capitalista de desprecio por la naturaleza y aprecio por el beneficio, generador de mucha infelicidad. Y cómo un sufrimiento que describe al detalle en otras obras se ha enseñoreado del mundo.

Marx no era solamente  economista,  filósofo o sociólogo sino todo eso y posiblemente más, al punto que mejor no intentar clasificarlo. De tanto en tanto llama la atención sobre “la dignidad de las cosas” que no les es reconocida por la economía ni por la actitud de apropiación, uso y abuso propia del capitalismo  e  invita a reconocerles una dignidad propia, que aparece por ejemplo a la vista del poeta.

En “Sobre la cuestión judía”  se pueden encontrar tramos como éste: “El judío se ha emancipado a la manera judaica, no sólo al apropiarse del poder del dinero, sino por cuanto el dinero se ha convertido a través de él y sin él,  en una potencia universal, y el espíritu práctico de los judíos en el espíritu práctico de los pueblos cristianos. Los judíos se han emancipado en la medida en que los cristianos se han hecho judíos”. En suma, el cristianismo, religión “noble” se elevó sobre el judaísmo en los orígenes, pero a la larga solo para volver a él  a través del capitalismo.

Estas afirmaciones de joven  Marx  han sido contestadas: “Si bien es cierto que había familias judías muy influyentes en la época, fruto de la tradicional dedicación a la banca de los judíos, no es menos cierto que en Alemania había judíos de todas las condiciones sociales, ricos y pobres. Por otro lado, el propio Marx reconoce que la actitud práctica, egoísta y deshumanizada que reprocha a los judíos la exhiben también muchos cristianos y, dado que los judíos eran minoritarios, habría muchos más cristianos que judíos con tal concepción de la vida (los típicos hombres de negocios estadounidenses que Marx pone como ejemplo, que comerciaban y comercializan hasta con los evangelios, no eran judíos, sino protestantes de pura cepa, y sí muy numerosos).  El reproche a Marx es que entiende que la actitud despreciable es  en el caso de los judíos  algo esencial a ellos y a su religión, mientras que en el de los cristianos se trata de una contaminación judaica.

Sin duda el texto de Marx permite esta conclusión siempre que no nos detengamos en su construcción dialéctica. La réplica no da enteramente en el blanco porque lo que quiere el autor es mostrar cómo evolucionó la sociedad hasta que las prácticas de un pequeño número se hicieron comunes a todos.  Incluso, por supuesto, a los protestantes pietistas norteamericanos, en los  que justamente las invocaciones al viejo testamento eran más frecuentes que al nuevo. Ellos, en una vuelta de hecho no confesada al judaísmo, renegaron del domingo, fiesta de la resurrección de Cristo al tercer día, y volvieron al sábado bíblico.

Müntzer no se ocupa de la cuestión judía, sino de la actitud de los poderosos de su tiempo, y se pone sin vueltas de parte de los campesinos, así como su antiguo compañero en la Reforma, Martín Lutero, se puso de parte de los nobles y dejó a los campesinos en la estacada. Finalmente, los vencidos, salvo algunas citas de Müntzer, no tuvieron voz, pero la visión trágica de la vida de aquellos tiempos de acumulación primitiva es clara.

Al presentar la afirmación de Müntzer sobre el derecho universal a la felicidad, incluidos los seres no humanos,  Marx dice que la concepción que se tiene de la naturaleza bajo la propiedad y el dinero “es el desprecio real, la degradación práctica de la naturaleza”. En este escrito juvenil, lanza una idea que no cambiará, pero desarrollará: “El dinero humilla a todos los dioses del hombre y los convierte en mercancía….El dinero es el valor general de todas las cosas, constituido en sí mismo. Ha despojado por tanto de su valor peculiar al mundo entero, tanto al mundo de los hombres como a la naturaleza. El dinero es la esencia del trabajo  y de la existencia del hombre, enajenada de éste y esta esencia extraña lo domina y es adorada por  él”.

Se ve por una parte el triunfo irrestricto de la cantidad, logro enorme del dinero homogenizador de los valores más diferentes y a dónde había  llegado ya entonces la evolución que conocemos con el nombre de capitalismo.

 

Que todos sean felices

El 13 de julio de 1524 en el castillo de Allstedt y en presencia del Príncipe Elector Juan, su hijo y otros nobles y magistrados, Thomas Müntzer pronunció el que se ha denominado Sermón ante los Príncipes, en el cual afirmó que laicos y campesinos pobres veían con más claridad que los gobernantes desorientados por malos sacerdotes. En ese sermón, Müntzer concluyó que, cuando las autoridades no cumplen rectamente su papel, "la espada les será quitada"

Müntzer fundó una organización clandestina revolucionaria, la Liga de los Elegidos. El 7 de agosto de 1524 se unió a la rebelión de los campesinos. El 15 de mayo de 1525, en la batalla de Frankenhausen, aproximadamente 6.000 campesinos perdieron la vida aplastados por los ejércitos de los  príncipes. Müntzer fue capturado, azotado, torturado, y decapitado, el 27 de mayo de 1525.

Había nacido en Stolberg, Alemania, posiblemente el mismo año en que las carabelas de Colón llegaron a Abya Yala. Su padre parece haber sido ahorcado por una orden arbitraria del conde y su madre, expulsada de la ciudad por indigente.

Sintió sin que nadie se lo cuente el sufrimiento en carne propia desde el nacimiento hasta la decapitación. Enfrentó las injusticias y el oprobio de los pobres, esquilmados y maltradados, en momentos en que jóvenes como  él sentían la inquietud, presentían que algo iba a pasar, tenía que pasar en la dirección de un anhelo invencible.

La idea de la felicidad universal no podía cuajar entonces y menos puede ahora.  Sin embargo,  los pueblos llamados “primitivos”, sobre todo a nuestros ojos,  se habían acercado a ella.  Fue mencionada y proclamada en el  oriente durante milenios sin que nadie se afectara por ello.

Schopenhauer, poco antes que Marx, había rozado los mismos temas, sobre todo la derivación mutua de las dos grandes religiones bíblicas. Pero agregó otra consideración que lo aproxima de alguna manera a Müntzer al referirse a los puntos de vista del hinduismo respecto de la universalidad del amor. “"(En los hindúes) vemos prescripto el amor al prójimo, el amor en general, no el amor limitado al género humano sino envolviendo a todo lo que vive, con la negación completa de todo amor a sí mismo; caridad hasta el abandono de lo que con dificujltad se ha adquirido cotidianamente: ilimitada paciencia contra todo  ofensor: retribución de toda maldad con el bien y el amor; abstención de todo alimento animal".…

Schopenhauer fue el introductor en Occidente de las doctrinas hindúes, pero sin duda no tuvo el conocimiento  que se alcanzó luego gracias a un intercambio mucho más intenso. Por eso, quizá,  dijo que tras la negación  de la voluntad estaba la Nada, identificada con el Nirvana,  sin ver la suprema afirmación que existe allí en realidad. Pero abrió un camino que nunca estuvo del todo cerrado. Müntzer es un ejemplo.

De la Redacción de AIM.

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