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Salud y Bienestar
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La historia secreta del primer coronavirus

En 1965, un grupo de investigadores descubrieron una infección respiratoria irritante a la que llamaron 229E. Hoy la conocemos como el virus que produce el resfrío común.

Goteo Nasal: el Dr. David Tyrrell inocula un virus que causa el resfrío común en la narina de un paciente común durante un estudio clínico en 1966. Pa Images a través de Getty Images
Goteo Nasal: el Dr. David Tyrrell inocula un virus que causa el resfrío común en la narina de un paciente común durante un estudio clínico en 1966. Pa Images a través de Getty Images

Promediando el siglo XX, los científicos habían desarrollado técnicas para aislar algunos virus, pero sus estudios excluían muchas cepas. Un 35 por ciento de las personas que se resfriaban tenían virus que los científicos no podían identificar.

En 1965, Dorothy Hamre, una investigadora de la Universidad de Chicago, se tomó este punto ciego de la medicina como un desafío. Mientras estudiaba los cultivos de tejidos de alumnos resfriados, descubrió un nuevo tipo de virus, que quedó bautizado como 229E.

Al mismo tiempo, un grupo de científicos en Inglaterra encabezados por el Dr. David Tyrrell estaba estudiando el resfrío común. Este grupo también aisló lo que parecía ser un nuevo tipo de virus en el cultivo de tejidos. Cuando Tyrrell y su equipo lo examinaron con un microscopio electrónico, detectaron que se parecía a un virus de pollos con bronquitis que se había aislado en la década del treinta. Era un coronavirus, el primero que se comprobaba que infectaba a humanos.

“Estos virus siempre fueron muy importantes en los animales”, afirma el Dr. Ken McIntosh, investigador de la Harvard Medical School. “Se detectó uno llamado virus de la bronquitis aviar en los pollos. Fue muy importante en el plano comercial y se hicieron vacunas”.

Estos primeros estudios son fascinantes, dignos de una cápsula del tiempo. Hoy los estudios biológicos se llevan a cabo con procedimientos estrictos de contención y seguridad, pero hace medio siglo la cosa era un poco más espontánea. Una nota periodística de aquella época sobre las conclusiones de Tyrell explica cómo se aseguró su equipo de que el virus que había aislado no estuviera presente en los cultivos de órganos en los que lo estaban alojando. “Inocularon muestras del medio en las narices de 113 de voluntarios. Se resfrió uno solo. Así se encargaron del tema”.

En la época en la que Hamre y Tyrell realizaron sus descubrimientos, el Dr. McIntosh formaba parte de un equipo de los Institutos Nacionales de la Salud de EE.UU. (NIH, por sus siglas en inglés) que también investigaba las causas del resfrío tradicional. Su equipo descubrió lo que hoy se conoce como el OC43, otro coronavirus común que infecta a humanos y que al día de hoy sigue provocando infecciones respiratorias. En 1968, se acuñó el término “coronavirus” por su forma externa al mirarlo con un microscopio electrónico, parecida a la de una corona y a la capa exterior del Sol, también llamada corona.

El descubrimiento de coronavirus nuevos como el 229E y el OC43 captó la atención de los medios en la época —una nota proclamó audazmente que “la ciencia triplicó sus chances de destruir el resfrío común algún día”—, aunque el Dr. McIntosh recuerda que la comunidad científica no volvió a investigar los coronavirus hasta que surgió el Sars en 2003. Como el 229E y el OC43 causaban enfermedades relativamente moderadas en humanos, los médicos podían tratarlos de forma muy parecida a los resfríos que causan otros virus: antifebriles, antitusivos y un caldito de pollo cada tanto.

Entonces llegó el brote de Sars en 2003, que comenzó con un coronavirus en China y terminó propagado por 29 países. Después se confirmaron solo 8.096 infectados, pero se le atribuyen 774 casos fatales, una tasa de mortalidad aterradora que hizo que los científicos volvieran a prestar atención a esta clase de virus. “Cuando apareció el Sars, el mundo de los coronavirus cambió de repente, se expandió mucho y se volvió mucho más técnico”, recuerda el Dr. McIntosh.

Desde entonces, se descubrieron dos coronavirus más que causan resfríos: el NL63 y el HKU1. Recién en 2012 —casi 50 años después de que lo descubrieran— se secuenció el genoma completo del 229E. Por otro lado, se publicaron varios informes de casos que demostraban que el 229E podía causar síntomas respiratorios graves en los pacientes con sistemas inmunológicos comprometidos, aunque la mayoría de la gente siente a lo sumo un resfrío.

Pese a toda la atención que llamaron los coronavirus desde el Sars, todavía no se sabe bien por qué tres de ellos —el Sars-CoV-1, el MERS-CoV and el Sars-CoV-2 (la fuente de la pandemia de Covid-19)— provocan síntomas mucho más graves y tienen una tasa de mortalidad más elevada, mientras que los otros cuatro con trasmisión a humanos que se conocen son mucho más moderados.

Hay que algo todos tienen en común: los murciélagos. Todos los coronavirus que se conocen con contagio a humanos surgen en ese animal. Luego, suelen pasar a otra especie —los mercados donde se venden animales vivos y los puestos de comida al aire libre son caldos de cultivo perfectos para eso— y terminan llegando a los humanos. Por ejemplo, el OC43 viene del ganado y es posible que exista desde el siglo XVIII. Por su parte, el MERS-CoV saltó de los camellos. Se sospecha que los demás coronavirus que contagian a humanos, entre ellos el Sars-CoV-2, también tienen intermediarios animales.

“Si analizamos el espectro de enfermedades en el brote actual”, afirma el Dr. Wayne Marasco, un investigador del Dana Farber Cancer Institute en Boston que estudió el Sars, el Mers y la Covid-19, “hay gente que no presenta síntomas y gente que se muere”.

El Dr. McIntosh sospecha que los coronavirus seguirán dejando perplejos a los investigadores, porque son grandes y complejos y porque pueden mutar con relativa facilidad a nivel genético. McIntosh señala que, además, estos virus pueden recombinarse con cierta facilidad dentro de una misma célula, razón por la cual es probable tanto el coronavirus que produce el Sars como el nuevo coronavirus que provocó la pandemia actual hayan sido fruto de mutaciones.

“Los coronavirus tienen el genoma de ARN más grande de todos los virus que infectan a animales”, explica. “Y ese ARN tiene muchos secretos”.

Autor: Alex Knapp.  Fuente: Revista Forbes Argentina.-

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