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La prudencia es la inteligencia de los valientes

La prudencia es un valor que muchas veces despreciamos o ignoramos porque pensamos que es el más aburrido. Así, chismear o cotillear, como se suele decir, tiene la función de socializar con otras personas e incluso de divertirnos cuando no tenemos temas más interesantes para conversar, pero no es lo más correcto. Por otro lado, a menudo confundimos la valentía con la temeridad ignorando que la línea de prudencia que los separa es muy importante.

El valiente considera sus miedos, el temerario los desprecia y nos los calcula. Por eso el valiente rara vez pierde, por eso el temerario suele terminar siendo víctima de su escasa percepción de riesgo.

A todo el mundo, en algún grado, nos gusta hablar sobre nosotros mismos o sobre otras personas, pero en ocasiones no medimos bien y acabamos pasándonos de la raya. Así, lejos de mejorar nuestra capacidad para socializar, las personas terminan por alejarse.

Cuando una persona es imprudente, los demás dejan de confiar en ella ya que si no es respetuosa con quién está criticando delante nuestra, tampoco lo será con nosotros cuando esté con otras personas.

Además, el imprudente muchas veces acapara al grupo debido a un gran afán de protagonismo. Detrás de esto, se encuentra una poderosa necesidad de aprobación, la cual intenta satisfacer mediante comentarios fuera de lugar. El imprudente que quiere ganarse a los demás despreciando los efectos secundarios de sus formas, al final acaba perdiéndolos.

¿Cómo son las personas con prudentes?

Las personas prudentes, de cara al exterior, se muestran respetuosas con los demás. No cuentan secretos, ni critican ni provocan que los demás se sientan incómodos y sin saber a dónde mirar. Al contrario, las personas prudentes suelen tener unos lazos de amistad muy estrechos, ya que se puede confiar plenamente en ellos y esa es precisamente la sensación que proyectan.

Las personas que practican la prudencia no temen los silencios. No necesitan rellenar la conversación con un monólogo superfluo para que los demás estén pendientes de él. Son personas que saben escuchar y respetan los turnos de palabra, algo que es muy importante si queremos que los demás disfruten del tiempo que comparten con nosotros.

Por otro lado, una persona prudente es reflexiva: sabe cuándo tiene que decir las cosas, en qué contexto y en qué momento. Además, piensan en las consecuencias que pueden tener sus palabras.

A veces metemos la pata y no pasa nada. Errar es humano y lo importante es aprender de ello y pensar antes de hablar la próxima vez. Aunque en nuestra memoria queden grabados de manera más profunda los momentos en los que no dijimos lo que queríamos decir, son más frecuentes los momentos en los que nos equivocamos por hacer lo contrario.

Las personas que estiman la prudencia también suelen ser personas empáticas. Se dan el espacio suficiente para ponerse en el lugar del otro, lo que hace que puedan llegar a niveles más profundos de intimidad. Además, una persona prudente suele contar con otros valores asociados a la prudencia, como el respeto y la lealtad.

¿Cómo podemos ser personas más prudentes?

Como hemos visto, ser prudentes tiene la gran ventaja de que las relaciones sociales se fortalecen. También consigue que a los ojos de los demás se nos considere personas educadas, respetuosas y con las que se puede contar.

La prudencia es una habilidad que puede entrenarse, pero hay que ser constante y seguir algunos pasos, según la psicóloga Patricia Ramírez. Con la práctica reiterada, podemos conseguir convertirnos en personas con las que es muy agradable estar.

Piensa si este es el lugar y momento apropiado para contarlo

Muchas veces contamos secretos íntimos, tanto nuestros como de otras personas en un contexto que no es el más apropiado. Debemos de pensar primero si las personas que tenemos enfrente quieren escuchar lo que pretendemos contar, si es relevante para la situación en la que estamos y si no es mejor guardárnoslo para nosotros mismos.

Piensa si cuando cuentas algo estás traicionando a alguien

Si vas a contar una intimidad de alguien o un secreto que se te ha sido confiado, piénsalo dos veces e intenta no contarlo. Si cuentas un secreto, los demás pensarán que no sabes guardar secretos y no volverán a confiar en ti porque darás una imagen de persona desleal.

Piensa si lo que vas a contar es demasiado íntimo para ser contado

¿De verdad que las demás personas quieren saber sobre tus intimidades? No lo creo. Hay ciertos temas que no se pueden tocar con todo el mundo, por mucha cercanía que tengamos. Debemos saber con quién sí y con quien no podemos hablar abiertamente.

Piensa si tienes el permiso para contar lo que vas a decir

Si no tienes permiso para hablar algo que te han contado, sencillamente no lo hagas. No eres el dueño de esa intimidad, por lo tanto, deja que sea la persona protagonista la que la cuente, si es que quiere hacerlo, pero no tú.

Practica la escucha activa

No solo se trata de hablar, escuchar es sumamente importante y a todos nos gusta que nos escuchen. No hables por hablar y menos para interrumpir al otro.Escucha, después ya formularás la siguiente pregunta; no le tengas miedo al silencio, será una buena oportunidad para que le cedas el peso de la conversación al otro.

No opines ni des consejos si no te los han pedido

Molesta bastante. Es mejor preguntar al otro si quiere ser aconsejado, antes de aventurarse a dar consejos porque sí. Lo que a nosotros nos sirve, no tiene por qué servirle a la otra persona y seguramente, esta ya sea mayorista para saber lo que tiene que hacer.

No critiques si no vas a aportar nada constructivo con ello

Si la crítica no beneficia a nadie, ¿para qué hacerla? Todo lo que tengamos que decir sobre otras personas, que sea para sumar, no para restar. No sirve de nada decirle a alguien que no nos gusta nada su vestido cuando no está en una situación de poder cambiarlo o sin señalar una alternativa mejor.

No hagas favores si luego quieres cobrártelos

Los favores se hacen por el placer de ayudar al prójimo y nunca con la intención de que nos sean devueltos. No tenemos que esperar nada a cambio ni tampoco presumir de que hemos hecho un favor a alguien.

¿A qué esperas para convertirte en un ser más prudente? El respeto, la educación, la lealtad y la confianza son valores complicados de cuidar pero que todos deberíamos albergar. Aunque solo sea con un propósito egoísta, pensemos que cultivarlos nos va a traer una enorme cantidad de beneficios.

Por la Lic. En Psicología Alicia Escaño Hidalgo para La Mente es Maravillosa. -

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