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Salud y Bienestar
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Según la ciencia, el estrés modifica la percepción del sabor

¿Sientes una mayor necesidad de comer dulce últimamente? ¿Sientes que cuando consumes estos productos no tienen el mismo sabor? Este podría ser un efecto del estrés mantenido en el tiempo. Te lo explicamos.

El trabajo, la incertidumbre social y económica, los problemas de pareja… Son muchos los desafíos que nos rodean y que afectan a nuestro equilibrio psicológico. Experimentamos agotamiento físico y mental, alteraciones del sueño, cefaleas, etc. Ahora bien, es posible que muchos no conozcan un curioso efecto relacionado: el estrés modifica la percepción del sabor.

Lo hace hasta el punto de que la comida se vuelve insípida y dejamos de disfrutar de algo tan importante como es el placer de la alimentación. De hecho, muchos psiquiatras suelen realizar una prueba de sabor en sus pacientes para saber qué tipo de tratamiento sería el más ajustado para cada persona.

Las alteraciones psicofisiológicas que se producen como consecuencia de los procesos de estrés y ansiedad son tan llamativas como complejas. Casi sin darnos cuenta, pueden alterarse un buen número de procesos y dimensiones que erosionan nuestra calidad de vida.

No poder deleitarnos de nuestro plato favorito, por ejemplo, hace que estemos menos motivados al principio de la jornada, y que incluso la lleguemos a percibir como más larga. Comprendamos por qué sucede esto.

¿Por qué el estrés modifica la percepción del sabor?
En épocas de estrés se da una experiencia común: el cuerpo nos pide que comamos más dulce. Sin embargo, y aquí llega la singular paradoja, no disfrutamos del mismo modo de esa repostería, de ese pastel o de esa pieza de fruta. Nos quedamos con ganas de más porque no nos sacia, porque no nos genera el mismo disfrute sensorial.

¿A qué se debe? Es importante saber que si el estrés modifica la percepción del sabor, la causa está en los glucocorticoides. Estos elementos biológicos son hormonas esteroides que producen las glándulas suprarrenales. Por ejemplo el glucocorticoide más relevante es el cortisol.

Cuando pasamos por épocas de mayor angustia, presión y preocupación, el cerebro consume más energía. Necesitamos o buscamos alimentos ricos en azúcar por su alta palatabilidad y, sobre todo, para sentirnos mejor, para tener una subida de dopamina y serotonina. Sin embargo, el cortisol lo impide de muy diversas y curiosas maneras…

El dulce y el sabor umami, los más afectados por el cortisol
Investigadores del centro científico Monell Chemical Senses del University City Science Center de Filadelfia realizaron un interesante trabajo en el 2015. Con él descubrieron que el estrés aumenta la secreción de glucocorticoides (GC), y que estos tienen efectos sobre numerosos tejidos diana como las papilas gustativas.

Es especialmente destacable la alteración que generan en el nervio gustativo asociado al dulce. Hay una menor estimulación.

Ahora bien, no solo el sabor dulce se ve afectado, también se reduce la actividad de toda población de células gustativas de los tipos umami y amargo.

El hecho de que el sabor umami produzca una menor activación a causa del cortisol tiene un serio impacto en nuestra alimentación. Debemos tener en cuenta que este sabor es el que nos permite saber cuándo un alimento es sabroso.

El umami genera una sensación de deleite más profundo, y es el que nos permite disfrutar de esos alimentos con mayor palatabilidad como el queso.

El estrés modifica la percepción del sabor y también tu apetito
Sabemos que el estrés modifica la percepción del sabor y hace que el apetito se altere. Y lo hace de muy diversas maneras. Hay quien siente la necesidad casi constante de consumir alimentos con alto contenido en hidratos y grasas. Intenta, con ello, calmar el sistema nervioso mediante esas pequeñas subidas de dopamina y serotonina.

Sin embargo, esa sensación de saciedad es muy breve. Y a ello se le añade la alteración del sabor ya señalada. El disfrute no es completo y la persona se queda con una sensación de insatisfacción permanente.

Asimismo, y en lo que se refiere a la alteración del apetito, pueden suceder dos cosas. Hay quien suele comer de manera compulsiva como mecanismo para aliviar el estrés y la ansiedad. En cambio, otras personas, y debido también al efecto del cortisol, experimentan una inhibición del apetito.

La causa de esa ausencia de hambre está en la contracción del diafragma, el cual ocasiona ese clásico nudo en el estómago tan molesto.

¿Qué podemos hacer?
¿Qué hacer si llevamos una época de estrés constante que afecta a múltiples áreas de nuestra vida? La alteración del sabor es siempre un indicador destacable de que llevamos tiempo descuidando nuestro equilibrio psicológico.

En caso de descuidar ese estrés, corremos el riesgo de derivar en estados más complejos. Es decisivo que iniciemos cambios, que consultemos con profesionales especializados o que tengamos en cuenta algunas estrategias básicas:

Habilidades para modificar pensamientos y sustituirlos por otros más saludables.
Aprender técnicas de resolución de problemas.
Habilidad de afrontamiento emocional y conductual.
Integrar en el día a día técnicas de relajación.
Mejorar la alimentación. Optemos por productos ricos en proteínas de alta calidad ricos en triptófano, como el pescado, el huevo, las legumbres, el aguacate, las semillas de calabaza, etc.
Para concluir, a medida que apliquemos estas técnicas y tomemos el control de nuestras vidas, recuperaremos la correcta percepción del sabor, así como el bienestar general. Al fin y al cabo, la felicidad es poder saborear cada instante de manera intensa.
La Mente es Maravillosa

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