La letra del tango "Al Pie de la Santa Cruz" retrata una escena desgarradora hace alrededor de un siglo en el puerto de Buenos Aires. En el barco va de regreso a Europa un deportado, un huelguista que no pudo eludir a la policía y que sufrió la ley de residencia.
Largaron amarras
y el último cabo
vibró al desprenderse
en todo su ser.
Se pierde de vista la nave maldita
Y cae desmayada la pobre mujer
En el barco va de regreso a Europa un deportado, un huelguista que no pudo eludir a la policía y que sufrió la ley de residencia.
Era una ley de expulsión de obreros rebeldes de los tiempos de la presidencia de Julio Argentino Roca, propuesta por el senador Miguel Cané, el autor de "Juvenilia", que estaba obsesionado por presuntos peligros derivados de la masa de inmigrantes que contra lo esperado exigían derechos y declaraban huelgas.
El desmayo de la mujer se entiende porque quedaba sola con sus hijos, sin recursos para sostenerse; es decir, recaía sobre ella una condena peor que la aplicada a su marido.
La letra del tango de Mario Batistella condensa en un ejemplo la realidad social de un país presentado actualmente tanto a nivel local como en foros internacionales como la primera potencia mundial de aquellos tiempos.
La primera potencia mundial
En realidad, el producto bruto per cápita era muy alto en la Argentina del Centenario, pero porque dividía entre una población escasa un ingreso enorme, que caía todo en manos de una oligarquía poco numerosa, usufructuaria arrogante y única de la renta agraria.
Aquel ingreso se dividía muy desigualmente entre ricachos estancieros, que preferían vivir en París y que los franceses llamaron "rastacueros", y el resto, peones y buscavidas que vivían en condiciones miserables y se hubieran sorprendido de saber que alguien los consideraba "potencia" por su riqueza.
El estado de cosas de aquel tiempo es conocido gracias a que el presidente Roca y su ministro Joaquín V. González comisionaron a Juan Bialet Massé para recorrer el país y conocer la situación de la población humilde, entre ellos los indígenas.
Roca había advertido un clima de agitación que no le gustaba por las consecuencias que podía tener para el modelo agroexportador de la generación del 80, de la que él era figura principalísima. Por eso trazó un plan tendente a controlar el movimiento social, a evitar que se hiciera ingobernable.
De Argentona a Argentina
Juan Bialet Massé era catalán, nacido en Argentona, un pequeño pueblo a 30 kilómetros de Barcelona. Llegó a la Argentina a los 27 años, en 1873, con el título de médico de la universidad de Madrid y con un pasado incierto, que posiblemente incluía una actuación activa en las revueltas anarquistas catalanas, cuando la primera república española traicionó sus promesas y se convirtió para los proletarios en algo peor que la monarquía anterior.
El informe que presentó al gobierno es un modelo de observación objetiva, apegada a la realidad de lo que veía, sin agregar ni quitar nada de su cosecha, a pesar de que su posición personal está siempre clara.
En la Argentina el médico Bialet Massé se graduó de abogado en la universidad de Córdoba y a los 60 años de agrónomo.
Mejor una mentira indolora que una verdad doliente
Su informe de 1000 páginas "El estado de las clases obreras en la Argentina" es lapidario y sería más que suficiente (si se lo conociera) para no volver a mencionar aquella presunta primera potencia mundial de hace de un siglo.
Pero la historia oficial lo ignora a pesar de que es un faro de objetividad científica en medio de los devaneos positivistas de entonces, que en la actualidad han derivado en delirios abiertos y en una fractura esquizofrénica entre la realidad y la ideología.
Bialet Massé homologa el trabajo del peón de campo de aquella “Argentina potencia” con el trabajo esclavo: inseguridad total, bajísimos salarios, mal trato de los capataces que respondían a las órdenes de los latifundistas.
Sobre la mujer obrera, de verdad “invisibilizada” entonces, Bialet Massé arroja luz: “No eran pocas las mujeres que cargaban con el sostén de la familia, con la rudeza de la vida; de aquí que acepten resignadas que se pague su trabajo de manera que sobrepasa la explotación y con tal de satisfacer las necesidades de los que ama, prescinde de las suyas hasta la desnudez y el hambre”.
Trabajan de 6 de la mañana a 6 de la tarde, teniendo un descanso de media hora para el mate, mañana y tarde, y hora y media al mediodía, de modo que la jornada efectiva es de diez horas y media.
Las lavanderas son unas desgraciadas: flacas, enjutas, pobres hasta la miseria. La mujer del artesano tucumano es la bestia de carga sobre la que pesa toda la familia; ella es la que revendiendo frutas o amasando o lavando o recibiendo pensionistas para darles de comer, consigue economizar unos centavos para vestir a sus hijos y no pocas veces para alimentarlos”.
Un número del año 1892 del periódico alemán Vorwärts (adelante) que se editaba en Buenos Aires, informa: “La Fábrica Argentina de Alpargatas emplea a 510 obreros, de los cuales 460 son mujeres y niñas. El trabajo comienza a las 6 de la mañana y dura hasta las 6 de la tarde, interrumpido por una hora y media al mediodía. El trabajo se hace a destajo. Trabajo a destajo: trabajo criminal. Un trabajador aplicado puede ganar la enorme suma de 10 pesos papel por semana, en cambio, las niñas sólo 6 pesos. Por día se producen 12.000 pares de alpargatas. Es decir, que en la Argentina no sólo hay grandes establecimientos industriales igual que en Europa, sino también tenemos aquí unido a ello la más grande explotación del trabajo de mujeres y niños”.
La capacidad de los trabajadores
Bialet Massé destaca otro hecho que también ha pasado en silencio, ha sufrido la "cancelación" hoy de moda pero conocida desde siempre: la capacidad del obrero criollo e indígena.
“Uno de los errores más trascendentales en que han incurrido los hombres de gobierno de la República Argentina, ha sido preocuparse exclusivamente de atraer el capital extranjero, rodearlo de toda especie de franquicias, privilegios y garantías, y de traer inmigración ultramarina (...) menospreciando al capital criollo y descuidando al trabajador nativo, que es insuperable en el medio".
El trabajo indígena
Bialet Massé destaca la capacidad de los indígenas chaqueños para trabajar en su medio, y los considera insustituibles, como a los pampeanos en el suyo. Su opinión se contrapone con la de Roca, que en una carta al gobernador de Tucumán le pide no llevar a su provincia "más indios holgazanes del Chaco".
Osvaldo Bayer, en una visita al colegio histórico del Uruguay vio en el patio un busto de Roca, ex alumno del colegio, y comentó que poco debió aprender ahí, porque esa carta en que exhibe su opinión sobre un pueblo originario escribe "olgasanes", sin h y con s, en una época en que la ortografía no sufría el menosprecio actual.
La posición de Roca frente a los indígenas es la que evidenció en la "campaña del desierto", un "desierto" curiosamente poblado desde hacía miles de años, pero que era objeto de codicia para repartir tierras y para disponer de mano de obra servil. "Despojándolos de su lenguaje nativo como instrumento inútil, se obtendría su transformación rápida y perpetua en elemento civilizado y fuerza productiva", escribe Roca. El interés en explotar la "fuerza productiva" está siempre claro y la eliminación del lenguaje nativo para hacer perder la identidad, también.
La postura de Bialet Massé es sustancialmente diferente. Mientras los políticos despreciaban al indígena y algunos recomendaban el exterminio en nombre de la civilización, para Bialet era un trabajador imprescindible en su ambiente. Proponía la protección del Estado para integrarlo, no para exterminarlo.
La integración se lograría mediante una legislación protectora; el trabajo con retribución digna y equitativa; la educación en escuelas prácticas y entrega de tierra.
El indígena para Bialet Massé era bueno, pero ese buen natural era alterado por empresarios inescrupulosos que los explotaban y los inducían a adquirir vicios.
Hoy como siempre
Entre la realidad terrible que muestra el informe de Bialet Massé y la de hoy hay diferencias sustanciales porque el tiempo no pasa en vano. Pero hay semejanzas que nos acercan a aquel pasado por un camino que el poder estatal no ve, no porque le fallen los ojos sino porque se los cierra la ideología.
Datos de 2023 revelan que el 40 por ciento de la población argentina es pobre, según el Indec. Esa cifra es 3,6 puntos porcentuales mayor que la de inicios de 2022. La indigencia ronda el 10 por ciento de la población.
Hay en la Argentina hoy 4,3 millones de indigentes, de personas que no cubren con sus ingresos una canasta básica alimentaria.
Entre los niños hasta 14 años, la pobreza alcanzó el 56,2 por ciento, un incremento de 5,3 puntos porcentuales respecto del primer semestre de 2022. En tanto, la indigencia se elevó al 13,6 por ciento.
De la Redacción de AIM.
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