La letra del tango "Haragán" pone en boca de una mujer arrabalera de hace un siglo un áspero reproche a su hombre, al que amenaza con una ruptura ruinosa para él si mantiene su nula propensión al trabajo. Finalmente, para hacer notar ella que no se dejará explotar por apegos sentimentales, le advierte: "el amor se ahogó en la sopa", una expresión muy desencantada y antirromántica, tanto como "al campo a cachar giles", que enrostra al haragán.
El autor, Manuel Romero, porteño hasta la médula, conocía a la perfección la idiosincrasia del medio urbano donde vivió toda la primera mitad del siglo XX.
A diferencia del antihéroe de Haragán, han sido muy industriosos los que han conducido a la situación actual de la economía agropecuaria.
El interés de los capitalistas interesados en el campo no está en trabajar de sol a sol para ganarse el pan, sino en obtener ganancia rápida; es apenas un incidente si para eso deben agotar la tierra, contaminar el agua y el aire dejando el desierto al porvenir, si es posible sin esfuerzo personal. Es este último punto quizá el único en que se parecen en algo al haragán de Manuel Romero y Enrique Delfino. Otra convergencia es la idea del campo que tienen los explotadores, tanto la mujer del haragán miserable como los inversores supermillonarios.
Civilización y barbarie
Desde la revolución industrial el campo quedó sometido a decisiones tomadas en las ciudades, que en Europa recuperaron su importancia antigua tras el milenio medieval, cuando casi desaparecieron.
En la Argentina, la población urbana, que era del 10% en 1810, pasó al 92% en 2020, lo que da una idea de la magnitud de los desplazamientos demográficos en dos siglos y da un indicio del cambio que se produjo en ese lapso.
Los pastores y el glifosato
En otros tiempos, los cortesanos hartos de artificiosidades, corridos de la corte o fracasados en las intrigas, podían refugiarse en un campo imaginario, adornado con algunas características del edén perdido.
El contraste de la vida pastoril idealizada en la poesía bucólica con el realismo descarnado de Haragán, marca el sentido de la evolución de la sociedad moderna, cada vez más apartada de las ensoñaciones, más desencantada pero más manipulable y pasiva, más desorientada y carente de motivaciones reales.
La tecnología moderna cambió las condiciones de la poesía bucólica, que se inició en la antigüedad y prosperó en el Renacimiento. Fue un arte refinado, cortesano, que ponía pastores enamorados en paisajes silvestres, cantando despreocupados a la naturaleza, a diferencia de la vida corrupta y artificiosa de la corte.
Ahora, sobre todo en Entre Ríos, que padece un uso intensivo de herbicidas muy alto, el campo ya no es escenario de batallas y masacres como en el siglo XIX sino fuente de enfermedades y temores; de evitación preocupada, casi indefensa, de las fumigaciones, y de visitas obligadas a los hospitales.
Cuando el capital financiero salió al campo hace pocas décadas, se propuso extender su dominación de manera más que promisoria: mediante el control total de la alimentación del mundo.
Una explicación de la banca
El diagnóstico que hizo tuvo en cuenta la salud del paciente. Un funcionario del Banco Mundial, al justificar que las industrias contaminantes se envíen al Tercer Mundo, dijo que se debe evaluar el "alto costo" de tratar la salud de la gente contaminada en el Primer Mundo contra el hecho de que en el Tercero, con países de sueldos más bajos, hay una tasa menor de gastos en salud y menos expectativas de alcanzar una edad en que el cáncer pueda afectarlos.
Ellos, los del Tercer Mundo, para el banquero no deben preocuparse por la contaminación pues suelen morir bastante jóvenes como para que un fenómeno acumulativo de envenenamiento se manifieste de manera significativa en los adultos (y en los costos).
En esos países, por consiguiente, considerando la relación costo-beneficio, deben instalarse las industrias contaminantes.
Los recursos naturales
Es cierto que la gran transformación que sufrió la explotación agraria en Entre Ríos no fue consultada a los entrerrianos que ahora la sufren. La opinión de los entrerrianos interesa sólo para trazar estrategias para neutralizarla, por las buenas o por las malas.
La "paloma" George Kennan, un planificador estadounidense, fue claro cuando trazó después de la segunda guerra mundial la estrategia mundial de su país, como se lee en documentos desclasificados medio siglo después y publicados por Noam Chomsky: ningún escrúpulo "democrático", como los derechos humanos ni ningún otro, debe estorbar los planes del imperio (de éste ni de ningún otro). Una cosa es la propaganda y otra lo que recubre de ojos que no deben ver.
Cualquier resistencia popular inesperada debe quedar en manos de las policías de cada Estado vasallo, regidas por gobiernos "duros" si es necesario. La finalidad es que todos los recursos naturales estén disponibles sin obstáculos para la industria imperial. Los gobiernos que los retaceen aduciendo que deben atender las necesidades de sus poblaciones serán considerados "comunistas" (en tiempos de la guerra fría, luego fueron "terroristas")
La finalidad es disponer de los recursos naturales y explotarlos sin límites, como se hace con el jugo de una naranja, que se chupa hasta que solo queda la cáscara, que se desecha sin preocupaciones ni remordimientos.
Así es con los recursos naturales que están sobre la tierra, con la agricultura industrial sometida al arbitrio de la "ciencia", que debe seguir siendo indiscutible, o los que están debajo, como el gas o el petróleo con el fracking.
En todos los casos, lo que sobra es la población local, que además presiona sobre los recursos de modo que puede resultar inconveniente.
No hay razones para mantener este estado de cosas; no se trata de alimentar a 15.000 millones de personas, como prometen los fabricantes de semillas transgénicas. Lo que sí hay de sobra son intereses; la caída de la tasa de ganancia obligó a volcar enormes recursos sobre la agricultura, con el resultado de que en breve la alimentación estará en manos de dos o tres oligopolios, que incluso han prohibido a sus víctimas acudir a la justicia.
En Nuestra América este proceso se inició en 1492 y sigue a velocidad creciente. En un año a partir de la invasión de Cortés, la población de México disminuyó de 25 millones a un millón de habitantes, gracias al arcabuz y a la viruela. Luego vinieron cosas como Potosí, el robo de una montaña de plata en territorio que era del virreinato del Río de la Plata, y todas las que queramos agregar hasta llegar a los transgénicos y el envenenamiento colectivo.
La colaboración local
Los que impusieron este sistema no pensaron en curar nuestros males ni en enfermarnos, el tema no les interesaba. Pero tampoco nuestros gobernantes pensaron. Según el fraile belga José Comblin, muerto nonagenario en un convento del Brasil en 2011, las oligarquías sudamericanas y centroamericanas son únicas en el mundo: viven, piensan, sienten, se visten y hablan según los dictados de Europa, aceptan sin chistar lo que viene de Europa y tienen por los pueblos que vapulean menos respeto que tenían los déspotas orientales por los suyos.
Hay todavía restos de la cosmovisión milenaria, que ninguna construcción más o menos artificial, "moderna", pudo reemplazar. Pero aunque ya no sea posible recuperarla en plenitud, se puede en alguna medida reconstruirla.
El adversario es enorme y poderoso, pero como está guiado solo por el interés carece de ideas, solo tiene líneas de acción instrumental. Como decía Einstein, la dictadura de los estúpidos es pobre y triste, pero como de estúpidos se trata, no tienen la determinación ni la inteligencia para concebir ni llevar adelante un plan único con rigor. Es posible que terminen autoinmolados en luchas intestinas, pero por el camino puede resurgir lo que dieron por enterrado.
De la Redacción de AIM.
Dejá tu comentario sobre esta nota