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Caleidoscopio
Caleidoscopio
Alce Negro, la grandeza de un grande.
Alce Negro, la grandeza de un grande.

Alce Negro vive

El Séptimo Regimiento de Caballería del Ejército de los Estados Unidos fue creado en 1866 para defender a los blancos invasores de los "pieles rojas", los nativos americanos. El 29 de diciembre de 1890 cumplió con exceso su tarea: sus jinetes asesinaron a sangre fría cerca del arroyo Wounded Knee, en Dakota del Sur, a unos 300 siux desarmados, más 200 de ellos mujeres y niños.

Fue el acto final de la lucha desesperada de un pueblo que había vivido en las praderas sin fin de Norteamérica desde hacía milenios.

El jefe siux Nube Roja sintetizó a su manera los hechos que se venían sucediendo desde la llegada de los europeos: "nuestro pueblo se derrite como la nieve al sol, mientras que los miembros del vuestro brotan de la tierra como los tallos de hierba en primavera".

Wounded Knee evidenció a los siux la inutilidad de toda resistencia. Para 1890, más de cuatro siglos después de la conquista, los Estados Unidos ya habían expulsado de sus tierras a la mayoría de los nativos americanos y los mantenían sobreviviendo en reservas. Casi al mismo tiempo, en 1885 terminó en la Argentina la "conquista del desierto", que fue genocidio en territorio habitado, con la derrota de los pobladores originarios de la Patagonia (el Puelmapu) y la apropiación de sus tierras.

Arco Iris en llamas
El poeta norteamericano John Neihardt, que usó el nombre siux "Arco Iris Llameante" entrevistó en la reserva de Pine Ridge, al "hombre santo" siux Alce Negro, muy anciano y ya casi ciego. Escuchó de él y puso en su libro una visión del mundo que da vuelta por completo la imagen de los nativos americanos que debemos sobre todo a Hollywood.

El libro de Neihart se titula en inglés "Black Elk speaks", Alce Negro habla. Y dice de Wounded Knee, el desastre que reveló que continuar la lucha era imposible y absurdo: “Algo más pereció en el barro ensangrentado y quedó enterrado durante la ventisca. Allí murió el sueño de un pueblo. Era un sueño bello (...) Ya no hay centro alguno y el árbol sagrado ha muerto”. (El centro cuya falta lamenta Alce Negro es fundamental en las culturas tradicionales: indica el punto de partida sin forma ni dimensiones de todas las cosas, la imagen de la unidad primordial que con su irradiación colma el mundo. Cuando ese centro falta, aparecen la desorientación y la muerte)

La voz de la filosofía occidental
La masacre estaba preparada desde mucho antes, si no en sus detalles concretos, en sus lineamientos teóricos generales. Un filósofo y médico inglés, ideólogo del naciente imperio británico, John Locke, sumó una justificación del sometimiento de los pueblos originarios de América a su condición de padre del liberalismo.

Locke enseñó a fines del siglo XVIII que la esclavitud es “un estado de guerra permanente entre un conquistador legítimo y un cautivo”. El conquistador “legítimo”, por ejemplo de las Carolinas, Estados Unidos, tierra de los "pieles rojas", puede mediante la esclavitud de los conquistados alargar la muerte que tiene derecho a infligirles haciéndolos trabajar en su provecho.

Si en algún momento el conquistado considera que el sufrimiento que le provoca la esclavitud es mayor que su estimación de la vida que conserva, Locke le reconoce el derecho de suicidarse.

Los negros y los nativos de América usaban ampliamente este “derecho” que les reconocían los conocedores de las verdades universales, como atestiguan los cronistas de la época.

Locke explica: (El hombre) si por su falta hubiere perdido el derecho a la propia vida mediante algún acto merecedor de muerte, el beneficiario de tal pérdida podrá, cuando le tuviere en su poder, dilatar la ejecución de muerte, y usarle para su propio servicio; mas no le causa con ello daño. Porque siempre el que sintiere que las asperezas de su esclavitud sobrepasan el valor de su vida, en su poder está, con resistencia a la voluntad de su dueño, ocasionarse la muerte que desea”.

Se trata en el fondo de la defensa de la propiedad privada, la clave del edificio liberal. Locke no tiene tanto en cuenta los derechos humanos de los hombres concretos, que son sus sujetos naturales, sino los del hombre portador de propiedad.

El ciclo de los siux
Los siux eran pueblos originarios de nuestro continente que vivían en las praderas estadounidenses y canadienses, en particular en la zona de los grandes lagos que hoy están en la frontera entre ambos países.

Su vida de cazadores nómades detrás de las manadas de bisontes reconocía la autoridad religiosa, médica y ceremonial del chamán. Su organización era democrática, muy libre para nuestras concepciones. Elegían por aclamación un caudillo para ciertas ocasiones, que cedía su autoridad tan pronto volvía la normalidad. No reconocían propiedad privada, su falla fundamental a ojos europeos, sino colectiva.

Como los mogoles de las estepas del Asia central, construían viviendas cónicas con armazón de madera llamadas tipis, cubiertas con pieles de bisontes, fácilmente transportables en los desplazamientos.

Cuando su territorio fue usurpado por los invasores europeos, llamaron a los mestizos "iyeskas" (que hablan "blanco") y a los blancos wasicus, traducido como "perros ladrones".

En el siglo XIX, cazadores blancos que llegaron gracias al ferrocarril exterminaron las manadas de bisontes, la principal fuente de alimento de los indígenas para forzar a los pueblos a establecerse de forma sedentaria y explotarlos como mano de obra servil.

En 1862 los pagos a que se había comprometido el gobierno se retrasaron cuando ellos ya estaban reducidos a vivir en reservas y a alimentarse de harina de maíz.

Cuando protestaron por el incumplimiento de los convenios, el representante del gobierno les dijo que comieran pasto. En agosto de ese año atacaron a un granjero blanco junto al río Minnesota. Unos 450 granjeros, casi todos inmigrantes alemanes, fueron masacrados antes de que la revuelta fuera contenida. En tiempos de Abraham Lincoln por esta causa fueron ejecutados 38 acusados de las matanzas de un total de 303 condenados a muerte.

Los conflictos de que las películas del Oeste dan una versión interesada y sesgada fueron los momentos finales de la libertad de un pueblo privado de sus medios tradicionales de supervivencia y dañado por las drogas y el alcohol que conocieron gracias a los blancos.

En la larga guerra sin esperanzas contra gentes ambiciosas y mejor armadas, técnicamente superiores, los siux recibieron numerosas propuestas y conminaciones a cambiar su modo de vida ancestral. Por ejemplo en 1887 el gobierno federal les aplicó un acta que pretendía parcelar las reservas en propiedades individuales. Cada indígena recibió 30 hectáreas para cultivo y uso, con el fin de imponerles el sentido de la propiedad, a la que se resistían ya que consideraban que la tierra era sagrada, como todos los habitantes originarios de nuestro continente.

Alce Negro habla
Neihart recogió las enseñanzas de un chamán muy significativo en la historia del pueblo, Alce Negro.

Los siux hablan con símbolos y metáforas que surgen de la tierra sagrada y se adaptan a las estaciones, a los colores cambiantes del cielo, al sonido de la tormenta y al canto de los pájaros. “La luna de la aparición de la hierba roja” es abril; “La luna en que las jacas mudan” es mayo; “La luna de engordar” es junio; “La luna de las cerezas rojas”, julio; “La luna en que las cerezas oscurecen”, agosto; “La luna en que los terneros crían pelo”, septiembre.

Alce Negro lamenta la tragedia de los siux, una nación agredida, saqueada, aniquilada por los soldados enviados por los políticos estadounidenses. Washington, Jefferson y otros padres de la patria tenían claro que el futuro de la gran potencia dependía de despojar a los indios de sus tierras. Para los originarios no había derechos, libertades ni constituciones, tal como había adelantado Locke cuando justificaba la esclavitud de los vencidos.

En el relato de Neihart, Alce Negro narra cómo los blancos "se presentaban para matarnos en todos los sitios a los que íbamos, y todo aquel país era nuestro. Y era nuestro ya cuando pactaron con Nube Roja que nos pertenecería en tanto la hierba creciera y el agua corriera. Así se había convenido ocho inviernos antes, y nos acosaban entonces porque recordábamos y ellos olvidaban”. Se refiere al tratado firmado en octubre de 1876. Alce Negro cuenta cómo algunos jefes indios firmaron la venta de la tierra: "tal vez lo hicieron mientras estaban locos de beber el whisky que les dieron, porque solo hombres locos o muy necios venderían su Madre Tierra”.

Ver al modo sagrado...
Una de las transcripciones dice de un estado que llamaríamos de trance: “Estando así vi máás de lo que puedo enumerar y entendí más de lo que vi; pues veía de modo sagrado, con el espíritu, las formas de las cosas, y la forma de todas las formas que deben vivir juntas como un solo ser...”

La ceremonia Heyoka, donde un payaso elegido hace todo al revés porque ejemplifica el misterio de la dualidad, explicada por Alce Negro comienza con la observación de que el mundo tiene dos caras: Una se entristece y sufre, y otra ríe, pero se trata del mismo rostro, risueño o lloroso. Cuando la gente se desespera, quizá sea mejor para ella la faz risueña; y cuando se siente bien en exceso y está muy convencida de su seguridad, quizá sea preferible que vea una faz llorosa”. “Los seis poderes del mundo: el del Oeste; el del Norte; el Este: el Sur; el Cielo y la Tierra pusieron muchas cosas en este mundo, y todas ellas debieran ser dichosas. Cada cosita, aún insignificante, tiene un fin y en ella ha de existir la felicidad y la facultad de hacer feliz. Así como las hierbas se enseñan mutuamente sus dulces rostros, así debiéramos ser nosotros, porque tal es la voluntad de los antepasados del mundo”.


Las ciudades redondas
Alce Negro nota que los blancos los metieron en cajas cuadradas, en referencia a las casas donde debieron habitar. "Es una pésima forma de vivienda, porque lo cuadrado carece de poder. El indio hace todo en círculo, y ello obedece a que el poder del mundo siempre obra en círculos, y todo tiende a la redondez”, aludiendo a los tipis. “En días idos, siendo gentes fuertes y dichosas, nuestro poder brotaba del aro sagrado de la nación, y mientras el aro estuvo intacto el pueblo prosperó. El árbol floreciente se hallaba en su centro, y lo nutría el círculo de las cuatro regiones. El este daba paz y luz, el sur calor, el oeste lluvia, y el norte vigor y resistencia, viento glacial y poderoso. El conocimiento de ello nos llegaba por medio de la religión del otro universo. Cuanto el Poder del mundo realiza se plasma en círculo. El firmamento es redondo y, según he oído, la tierra es redonda como una bola, y asimismo todas las estrellas. El viento gira en su gran fuerza…”

Más que nada, lamenta que como chamán y sanador no pudo revertir la funesta suerte de su pueblo: "Si vuelvo la vista atrás en el monte de mi ancianidad, veo todavía mujeres y niños destrozados (por los soldados en Wounded Knee) en montones o diseminados en la extensión de la cañada retorcida, con tanta claridad como los contemplé con mis ojos juveniles".

Margaret Fuller, periodista precursora del feminismo, muerta en 1850 en un naufragio en las costas de Nueva York, nota que los siux elegían los lugares más hermosos para instalar sus viviendas, y sus costumbres no agredían los rasgos de la Naturaleza bajo los que habían nacido. Por eso "sentimos que son los amos legítimos de la belleza que se han abstenido de deformar…”.

Alce Negro de alguna manera consiguió mantener vivo el legado espiritual de un pueblo valiente y derrotado, su llama sagrada.
De la Redacción de AIM.

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