Hace dos siglos, las utopías eran predominantemente socialistas, tendían a crear comunidades que trabajaran en armonía y pusieran los bienes en común, como dejan entrever Los Hechos de los Apóstoles que hacían los primeros cristianos.
Un ejemplo son los falansterios de Fourier, que no debían superar los 1620 habitantes, y que tuvieron una realización heterodoxa en Colonia Hughes, cerca de Colón en Entre Ríos, bajo la inspiración del suizo francés Juan José Durandó.
Pero no faltan utopías de derecha, por ejemplo la de Grafton, un pequeño pueblo del Estado de New Hampshire en los Estados Unidos, esta vez bajo la inspiración de la rusa de origen judío Alisa Rosenbaum, que abandonó la Unión Soviética en 1925, se hizo ciudadana estadounidense y tomó el pseudónimo de Ayn Rand.
Rand escribió varias novelas largas de lectura trabajosa, donde exalta el individualismo capitalista con el nombre de "objetivismo", lo que le valió ser considerada por Wall Street -y solo por Wall Street- la máxima filósofa de la historia.
En Ayn Rand se basaron los pioneros ultraliberales que tuvieron la idea de fundar en el pueblito estadounidense de Grafton, cerca del Canadá, un Estado libertario basado en las ideas anarcocapitalistas, hoy de moda en la Argentina gracias a la ideología del nuevo presidente, que fascinó sobre todo a buena parte de la juventud.
El desenlace de esta aventura libertaria sería cómico si no hubiera tenido ribetes trágicos, anticipados en cierto modo por el profesor estadounidense Murray Bookchin, fundador de la "ecología social" quien aclaró que esos anarcocapitalistas no eran los anarquistas de antaño.
Para él, más bien eran "propietarianos" por entender que la propiedad privada era la base de la libertad y que la sociedad es un conjunto de átomos sociales sin comunidad verdadera.
El objetivo era liberar un pueblo, como Durandó pretendía en Colonia Hughes, siguiendo a Fourier, un ensayo que liberara del capitalismo; en el caso de Grafton era alcanzar con el ultraliberalismo el mismo resultado pero con eficiencia, no de manera opresiva que según ellos es la vía socialista.
El resultado es que hoy del falansterio de Durandó quedan algunos restos en ruina y la experiencia de Grafton terminó devorada por los osos.
El “Free Town Project” de los libertarios de Grafton trató de entrada de extenderse a todo el Estado de New Hamspshire con las ideas de baja de impuestos y tenencia libre de armas, entre otras cosas.
Los libertarios que invadieron Grafton lo consideraban tierra fértil porque hubo allí -un pueblo de 1200 habitantes- protestas contra los impuestos, lo que era un dato auspicioso. Esperaban que su éxito fuera un ejemplo contra el intervencionismo del Estado, contra la injerencia estatal en el derecho a fumar marihuana, a comprar armas o vender órganos del cuerpo.
Se parece bastante al programa que sirvió de caballito de batalla al candidato triunfante en las últimas elecciones argentinas.
New Hampshire tenía para los "ultras" de Ayn Rand y Murray Rothbart un atractivo especial. El lema del Estado, que no debía bajar a la realidad porque se haría revolucionario, era "vive libre o muere" y el Estado encabezaba el consumo de alcohol por cabeza en los Estados Unidos.
Los libertarios de derecha se hicieron con el poder político en Grafton, pero su proyecto de lograr aumentar la población a 20.000 habitantes, fracasó. Pasaron de 1000 a 1300; pudieron constatar que muchos partidarios de Ayn Rand desertaron y otros que prometieron venir no lo hicieron.
Las medidas fueron reducir los impuestos el 30%, lo que llevó a cortar gastos en iluminación, bomberos, reparación de carreteras y recolección de basura.
Para 2011 había baches en las carreteras, las calles no tenían iluminación y hubo asesinatos que fueron los primeros en años en Grafton.
Algo se movía en la naturaleza, no solo en la sociedad humana. Algo favorable para ellos notaron los osos, que de los bosques vecinos empezaron a visitar el pueblo y gustar de las gallinas y de los gatos de los pobladores, y en algunos casos, de los pobladores mismos.
Es posible vivir sin Estado, pero hay que ver en qué condiciones. Un dicho popular considera imposible tener al mismo tiempo la chancha y los veinte. Sin Estado, está bien; pero sin las cosas a que estamos habituados a que el Estado se haga cargo “gratuitamente”: obra pública; higiene, salud pública, no bastaba. Quedaba como consuelo la posibilidad de tener cada uno un arma de fuego.
Los osos, que no habían sido invitados al experimento libertario y persistían en sus costumbres ancestrales, ejecutaron una variante de la libertad que no estaba en los papeles; pero si quizá en sus genes.
Atraídos por la basura que se amontonaba y por la negativa de los libertarios a llamar a la fuerza pública para librarse de ellos, porque cada cual debía poder solo, se multiplicaron hasta convertirse en un gran problema, inesperado pero apremiante y muy peligroso.
Quizá estos problemas se hubieran podido atacar de manera comunitaria, pero los propios libertarios ultracapitalistas se habían prohibido el camino. No era posible buscar acuerdos colectivos, no había asambleas barriales -que hubieran tenido olor a socialismo- ni audiencias en el ayuntamiento, la sede del gobierno local.
Esa sede había sido vendida por inservible a una iglesia evangélica en 2010. Los problemas de la colectividad no se podían resolver de manera colectiva, los osos prosperaban y se servían sin esperar respuesta del mercado ni de la maximación del beneficio individual, al contrario, esas ideas les permitían hacerse en Grafton un festín inesperado.
La utopía libertaria de Grafton terminó en horrible distopía y dispersión sin hacer ruido. Nunca eliminaron del todo los impuestos, y se vieron precisados a aumentarlos otra vez en medio de acusaciones de "estatistas" lanzadas por los ideólogos recalcitrantes.
La revista "The New Repúblic", que no rechazaba las ideas libertarias, hizo un balance de la experiencia: "Cuando se trata de ciertos tipos de problemas, la respuesta debe ser colectiva, respaldada por el esfuerzo público y dominada por algo más que invocaciones a la racionalidad del mercado y a maximizar la libertad individual". Sabio consejo que llegó tarde para felicidad de los plantígrados.
El falansterio de Durandó llegó a un final similar por un camino diferente. El falansterio de abastecía de cuanto necesitaba, pero siempre bajo la autoridad indiscutida de Durandó, con ribetes de sagrada, justamente lo contrario al individualismo cerril. Pero cuando el líder murió la estructura no se sostuvo y rápidamente declinó hasta desaparecer.
De la Redacción de AIM.
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