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Caleidoscopio
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Comunidad y sociedad

Los miembros de las sociedades modernas atienden ante todo a los asuntos que creen suyos, atrincherados en sus particularidades, sin mucho interés por las vinculaciones comunitarias; parecen desmotivados, no suelen unir sus voluntades detrás de una causa común aunque sea útil y necesaria para todos.

El manifiesto comunista alude con elocuencia a este hecho, que atribuye a la presencia arrasadora de la burguesía: "Dondequiera que (la burguesía) se instauró, echó por tierra todas las instituciones feudales, patriarcales e idílicas. Desgarró implacablemente los abigarrados lazos feudales que unían al hombre con sus superiores naturales y no dejó en pie más vínculo que el del interés escueto, el del dinero contante y sonante, que no tiene entrañas.

La burguesía despojó de su halo de santidad a todo lo que antes se tenía por venerable y digno de piadoso respeto. Convirtió en sus servidores asalariados al médico, al jurista, al poeta, al sacerdote, al hombre de ciencia. La burguesía desgarró los velos emotivos y sentimentales que envolvían la familia y puso al desnudo la realidad económica de las relaciones familiares" .

El sociólogo alemán Ferdinand Tönnies, muerto en 1936, uno de los fundadores de la sociología, aludió a esos mismos hechos para explicar la atonía de las sociedades modernas, su desinterés por lo colectivo. Lo hizo en un libro pequeño llamado "Gemeinschaft und Gesellschaft", es decir: comunidad y sociedad.

Para Tönnies la modernidad es el paso de la comunidad a la sociedad e implica la disolución de la consciencia colectiva. Los miembros de una comunidad compartían el mismo sentido moral, el destino espiritual, la visión de lo que es bueno, se sentían partes orgánicas de una totalidad que daba sentido a sus vidas. La sociedad, en cambio, es para Tönnies una asociación de individuos unidos sólo por el contrato, el intercambio, el mercado.

La contraposición clarísima de comunidad y sociedad toma distintos nombres en distintos autores, pero es siempre la misma, apenas distorsionada al pasar por la interpretación de cada uno porque la evidencia es muy fuerte.

La modernidad es única en muchos aspectos, insólita. Sus panegiristas destacan sus logros indiscutibles: el nivel de bienestar individual, la prolongación de la vida, el aumento de las comodidades, de la movilidad, de la disponibilidad de artefactos de toda índole.

Es posible definirla mediante tres rasgos: el capitalismo, el Estado como monopolizador de la fuerza y la comunicación mediada, no cara a cara.

La modernidad corroyó los grupos de pertenencia, por ejemplo el barrio que tanto significa en las letras de tango de hace un siglo, y afectó a la iglesia, al sindicato, al club, a todos los centros de vida comunitaria, que dejaron de estar vinculados a un valor indiscutible, transcendente respecto de los individuos, para ser asunto de elección personal.

El barrio solía suplir las peores carencias, en el caso de "Puente Alsina" las de alguien que sufría muchas pero tenía en compensación algo pobre pero sentido, que también le quitaron:

"¿Dónde está mi barrio, mi cuna maleva?
¿Adónde la cueva, refugio de ayer?
Borró el asfaltado de una manotada
la vieja barriada que me vio crecer...
Yo no he conocido caricias de madre
Tuve un solo padre que fuera el rigor
y llevo en mis venas de sangre maleva
gritando una gleba con crudo rencor.
Por qué se lo llevan, mi barrio, mi todo,
yo, el hijo del lodo, lo vengo a buscar...
Mi barrio es mi madre que ya no responde...
¡Que digan adónde la van a enterrar!"

El desborde emocional de la letra del tango de Benjamín Tagle da un indicio de la fuerza del vínculo comunitario, de la necesidad de una comunidad y de la magnitud del duelo que genera perderla.

Además de Tönnies, otros muchos se ocuparon de definir la modernidad. Por ejemplo Emile Durkheim habla del paso de la solidaridad mecánica a la orgánica. La solidaridad mecánica venía definida por vínculos sociales "prerreflexivos" que se rompen en la orgánica, determinada por el intercambio basado en la división del trabajo
Alexis de Tocqueville, el sorprendente aristócrata francés que se fue por algunos meses a los Estados Unidos para eludir peligros para los de su clases en Francia, describió con impecable penetración el nacimiento de la modernidad en el nuevo país. En "La Democracia en América" vio con claridad el futuro de lo que apenas estaba naciendo, las nuevas relaciones entre el "señor" y el "siervo". Apunta que en Estados Unidos hay clases sociales, que él corporiza con el señor y el siervo, pero hay intercambio comercial, mercado, en lugar de aristocracia como en Francia

Los siervos ya no entregan su vida íntegra al señor, como en el feudalismo. En el Antiguo Régimen el siervo comprometía su destino, en los Estados Unidos de 1830 que vio Tocqueville la mediación del dinero en el mercado permite dejar a salvo casi toda la subjetividad. La mediación del comercio, del contrato, del intercambio, deja a salvo la subjetividad del siervo, a diferencia de Francia antes de la revolución.

Pero aparece la nostalgia de vínculos sociales, de solidaridad, se sufre la frialdad de relaciones, la soledad que en ocasiones se hace insoportable porque no todos están capacitados para mirar sin espanto en el vacío interior.

No hay sueños colectivos, no hay comunidad, no hay celebraciones, juegos, plegarias ni luchas en común ni solidaridad entre iguales cuando el consumo mediatiza todo, cuando la actividad humana por excelencia es el intercambio, el uso del dinero, que es tiempo de vida, para tratar de llenar el abismo mediante el consumo.

Como decía Rousseu, a los que antes eran virtuosos ahora les interesa solo el dinero; en otros términos, antes vivíamos en comunidad, ahora en soledad. La sociedad tradicional se transformó en capitalismo, estado nacional y medios de comunicación que mediatizan la cultura y generan en el solitario la ilusión de estar comunicado.
De la Redacción de AIM

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