El pasado suele considerarse como los acontecimientos que influyen sobre nosotros sin que nosotros podamos influir sobre ellos y el futuro como los que pueden sufrir nuestra influencia sin capacidad para influirnos.
Esta es una elaboración de la visión occidental moderna; pero en diferentes culturas el tiempo y el espacio suelen ponerse en relaciones muy diversas.
Para nosotros el pasado, momento del tiempo, está atrás, lugar del espacio; y el futuro adelante.
La idea de "dejar atrás" lo que pasó y esperar que llegue el porvenir, por natural que parezca es arbitraria. Por ejemplo los aymara conciben la asociación entre el tiempo y el espacio de manera distinta.
En Aymara, la palabra "nayra" significa "pasado" pero también al frente, lo que está a la vista. Y la palabra "quipa" que significa futuro, también indica “atrás”. Es decir, en el lenguaje aymara el pasado está adelante y el futuro, atrás.
Los aymara expresan esta relación también con el cuerpo: extienden los brazos hacia atrás para referirse al futuro y hacia el frente para aludir al pasado. Esto resulta extraño, pero cuando ellos lo explican parece tan razonable que dan ganas de cambiarlo.
Dicen que al pasado lo conocemos, es lo que los ojos ven y está, por tanto, al frente. El futuro es desconocido, es lo que los ojos no saben y por eso está a nuestras espaldas. El flujo del tiempo para los aymaras sucede caminando hacia atrás, con lo que es incierto, el futuro se convierte en el relato del pasado, a plena vista".
Este pasaje pertenece al libro "La vida secreta de la mente", del neurocientífico argentino Marcelo Sigman, editado por Pinguin para la colección Debate.
El hombre andino todavía puede dialogar con la tierra bajo sus pies, con el cielo sobre su cabeza y con el pasado en su interior, de modo de obtener conocimientos que nosotros no podemos concebir con nuestros esquemas lógicos gobernados por el principio del tercero excluido, pero nos apresuramos a desvalorizar porque no entran en nuestros moldes.
Hace mucho, Javier Maskin, "Tekumumán" dio una explicación más exhaustiva que ratifica esta manera de concebir el tiempo y el espacio en los andinos:
"El hombre en la cima del cerro ve pasar las nubes que llegan desde atrás y alejarse hacia adelante. “Lo que ya ha pasado, lo que ya fue, está adelante, tanto más adelante cuanto más antiguo. Lo que aún no ha pasado, lo que todavía no existe, está atrás, en el futuro y el hombre sentado en la cima del cerro está en el punto de confluencia entre lo que ya fue y lo que todavía no existe, o sea en el aquí y en el ahora.
Naturalmente, lo que todavía no existe no existe en el tiempo, pues aún no ha ocurrido, ni en el espacio, pues no ocupa ningún lugar. Sin duda, la nube que se aproxima desde el futuro “es”, ya que si no fuera de modo permanente no podría llegar a existir de modo transitorio, como toda existencia. La nube se mantiene en estado potencial hasta el momento que pasa por sobre la cabeza y se hace actual. Con cada nube que llega a la existencia, que se “manifiesta”, nacen su propio tiempo y su propio espacio.
Todo punto del espacio se corresponde indisolublemente con un instante del tiempo y cada cosa está ligada a su lugar y su momento. Por eso, tanto en aymara como en runa simi (quechua, “habla del hombre”), hay una sola palabra que significa “tiempo, “espacio” y “mundo”: Pacha.
De la Redacción de AIM.
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