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Caleidoscopio
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El 12 de octubre

Nuestro continente, llamado "América" por una maniobra de Américo Vespucio, un espía al servicio de España, no fue descubierto por los europeos, que con Colón llegaron por casualidad a las Bahamas el 12 de octubre de 1492, cuando las carabelas estaban por quedarse sin agua dulce. Estaba poblado por millones de personas que habían vivido en el continente quizá dura 40.000 años, desde que llegaron cruzando el estrecho de Bering.

Se dice por ejemplo que Balboa “descubrió” el Océano Pacífico, pero cabe preguntarse si los habitantes de esa zona de Panamá eran ciegos para no ver algo tan grande.

Tan desacertado es el nombre, que el filósofo norteamericano Ralph Waldo Emerson dice: "Resulta extraño que la gran América deba llevar el nombre de un ladrón: Américo Vespucio, el fanfarrón de Sevilla, comerciante de encurtidos cuyo más alto logro naval era ser compañero del contramaestre en una expedición de la que nunca participó, y bautizó la mitad de la tierra con su deshonesto nombre”

El 12 de octubre es el inicio de un genocidio, quizá el mayor de la historia, donde perecieron alrededor de 70 millones de aborígenes, muchos por las pestes que le pegaron los europeos, porque ellos habían vivido durante milenios en un continente que desconocía por ejemplo la viruela, para la que fueron muy susceptibles. En México, a la llegada de Hernán Cortés, había 25 millones de habitantes, pero quedaba uno solo un año después. La ambición vesánica por oro de los españoles -Colón menciona la palabra 200 veces en su diario- hizo el resto. En Potosí, en la gran mina de plata en territorio de las Provincias Unidas, los buitres revoloteaban permanentemente en la boca de la mina porque dentro estaban los cadáveres de los trabajadores, que eran llevados atados por el cuello, a pie desde sus viviendas a trabajar como mineros. Cuando morían, sencillamente descendían otros. Un cronista de la época, exagerado sin duda, es mencionado por Eduardo Galeano: con la plata de Potosí sería posible construir un puente entre Bolivia y España.

Hoy, los habitantes originales de este continente, reunidos en Quito a principios del siglo XX, decidieron llamar "Abya yala " al continente, abandonar el nombre de América que tan poco mérito tiene. Tratan de recuperar sus culturas ancestrales, que nunca abandonaron, están asfixiadas pero no muertas. Buscan construir una sociedad alternativa, decolonial y comunitaria, contra el proyecto de la modernidad occidental, que da signos de agotamiento.

Hay que reconocer la vinculación entre la colonialidad y el proyecto de la modernidad, entre la ilustración europea y el modelo occidental de civilización. Es posible recorrer este camino asistidos por un pensamiento fundado en la experiencia histórica y cultural propia, que no repare en cuestionar el proyecto de las elites europeizantes y sus excrecencias políticas, las izquierdas latinoamericanas.

Mientras está dominado, el aborigen se aliena al punto de querer parecerse el dominador, sufre un proceso de domesticación en que lo que la conciencia excluye, la memoria incluye. "Una memoria que restituye la historia no escrita, lugar de emergencia de la verdad, un espacio de reconocimiento de un pasado común y violento que se erige como un grito profundo de rebeldía, dignidad y humanidad.

Historiadores coinciden que el 12 de octubre, conocido como el día del Descubrimiento de América, el Día de la Raza o el Encuentro de Culturas, no es una fecha para celebrar.

No se puede entender el presente sin analizar los impactos de la larga duración de la trata transatlántica de esclavos.

Los sujetos negados y pospuestos por el proyecto modernocolonial, construyeron lentamente imaginarios donde las mujeres juegan un papel central; proyectos de sociedad en los que anidan claves para enfrentar la crisis civilizatoria occidental y consolidar el pluriverso.

No hay contacto armonioso de europeos con aborígenes, el encuentro es dominación y negación. La idea de "contacto armonioso" borra la violencia de esas relaciones y rechaza la existencia del racismo. Es un símbolo político de identidad, sustentado en una falsa visión armoniosa de la nación y adoptado por gobernantes e idealizado por el grueso de la población.

La idea de un encuentro armonioso ha obligado a ir de mito en mito. En la Argentina y en el Uruguay, los orígenes nacionales han servido para exaltar a los "abuelos laboriosos" que llegaron de Italia o España para construir América. Se revela políticamente útil en estos momentos, cuando hay descendientes de aquellos abuelos en la Argentina que quieren crear movimientos de opinión tendentes a expulsar a los inmigrantes actuales, siempre que sean bolivianos o paraguayos. El argumento es que son “haraganes, ladrones y drogadictos”, y ellos tienen que mantenerlos con subsidios. Sus propios ancestros, también inmigrantes, se salvan de toda objeción porque eran laboriosos y construyeron la patria.
De la Redacción de AIM.

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