Cuenta la leyenda que el brazo derecho de Orfeo se continuaba en la lira, que era parte de su cuerpo, no se distinguía de la mano. Esta imagen sugería que la música se había vuelto inconsciente en él.
Hay algo similar, valor poético aparte, en la manera como se instalan algunas concepciones capaces de incidir en nosotros desde la inconsciencia.
En la palabra "tecnociencia", por ejemplo, se unen la ciencia, que busca desinteresadamente la verdad, con la tecnología, que busca interesadamente el beneficio. Mantener ambos conceptos separados permite tener presente la diferencia; pero la fusión en una sola palabra confunde y desencamina.
Los conocimientos científicos no cotizan en el mercado, no se puede vender un teorema. Sí se venden en cambio los artefactos tecnológicos, por ejemplo los programas de computación que caducan al ritmo de la voracidad de los que esperan ganancias de ellos.
Si se trata de volvernos inconscientes de cosas que tenemos ante los ojos, la propaganda ha conseguido en buen grado sus fines. En palabras como "conspiranoico", por ejemplo, la conspiración, que es un acuerdo secreto contra el poder, un hecho político, se aglutina hasta hacerla indiscernible de la paranoia, que es un trastorno mental de desconfianza y miedo, que distorsiona las ideas y altera la conducta.
Un concepto contamina al otro de modo que se concibe la conspiración como resultado de la paranoia, de un miedo patológico. El poder obtiene así una protección adicional contra la conspiración.
La neurociencia es muy útil en el campo de las aplicaciones, en el desarrollo de neuroarmas para influir en el cerebro. La finalidad es impedir el pensamiento autónomo interviniendo sin que el sujeto lo advierta en las funciones del neocortex, donde radican las funciones cognitivas superiores del ser humano.
A pesar de que el funcionamiento cerebral sigue siendo en gran medida desconocido, hay la posibilidad de manipular las conductas e inducir a los seres humanos a comportamientos favorables al poder.
La tecnología es una herramienta de control y dominio de la naturaleza y ahora también de la humanidad. Ha dado pasos de gigante al punto que a veces es difícil distinguir lo natural de lo artificial o reconocer algo natural sin mezcla de artificio. El ejemplo clásico conserva su sentido: la mano de Orfeo, terminación biológica de su brazo, ya no se distingue de la lira, de un objeto artificial.
El apotegma gnóstico que basa la libertad en el conocimiento se coló en el evangelio de Juan ("conoceréis la verdad y la verdad os hará libres"). La ciencia moderna sigue teniendo el conocimiento como fin, y con él la libertad, aunque admite la necesidad de pasos infinitos para alcanzarlo.
El pensamiento, la facultad que nos acerca a la verdad, está bloqueado por una estrategia cultural de adormecimiento que usa la tecnología para lograr sus fines: sumergirnos en un ambiente de información aparentemente desbocada y superabundante y de ocio distractivo que impide la reflexión.
Sospechamos que no hay detrás de las apariencias ninguna civilización que asegure el progreso, ni que tengamos a la mano toda la información disponible; pero la oferta de seguridad, ocio y bienestar no favorece reaccionar. "En 2030 no tendrás nada pero serás feliz", es la síntesis atribuida al Foro Económico Mundial de Davos en 2016.
Masas y élites
Según el investigador español Pedro Baños, coronel retirado especialista en geoestrategia, "vivimos en un mundo dominado por unas élites que pueden crear cultura de masas y que ocultan, detrás del ideal humanista que la mayoría de nosotros compartimos, el afán de poder y de dominio del mundo por una minoría".
Baños conjetura la constitución de las élites involucradas en esta versión actualizada de la voluntad de poder. A la cabeza los Estados Unidos, China y Rusia; luego las multinacionales y los fondos de inversión, que controlan las decisiones políticas y han pervertido la democracia hasta ponerla al servicio de su ambición.
El poder mundial ha conseguido mucho gracias a los medios de comunicación, que están casi todos, directa o indirectamente, en manos de seis grandes corporaciones. Ya ha llegado el momento de apelar a los resultados de la neurociencia, que ha dejado en el olvido los fines médicos con que nació.
Cada vez en mayor medida, la humanidad es vasalla del mundo tecnológico, desde que internet controla desde el comercio hasta las finanzas, desde la guerra hasta la vida de cada uno.
La tecnología, contra las promesas con que la impusieron, es ahora una trampa que permite manipular la mente, impone un pensamiento quieras o no quieras y permite incluso dirigir el voto en las elecciones.
Para Baños ya están en funciones métodos de vigilancia y manipulación de las ondas cerebrales que determinan nuestras emociones y hay técnicas de duplicación del cerebro que instala una segunda voz dentro de la cabeza.
La Agencia de Proyectos de Investigación Avanzados de Defensa (Darpa), dependiente del gobierno de los Estados Unidos, trabaja en un proyecto de manipulación del metabolismo, que llama biorrevolución, y otro de neuroestimulación, con el fin de asegurar en la víctima creencias religiosas y sociales de interés para la élite
Una variable futura de la perversión posmoderna es modificar genéticamente los soldados para hacerlos inmunes al miedo y al dolor, y carentes de todo sentimiento, convertirlos en elementos más devastadores que las armas nucleares
Este "más allá" de la tecnología se concreta en experimentos secretos que según Baños se desarrollan en el campo de las neuroarmas: incluyen la guerra sónica, el acoso electrónico, el uso de ultrasonidos e infrasonidos para perturbar el equilibrio natural de las personas, y el uso de psicoquímicos para conseguir cambios en la personalidad
Baños afirma de una forma documentada y rigurosa que estamos en plena guerra mental orientada al neurocórtex, la región del cerebro que define el nuevo contexto bélico, basado más en la mente que en el mundo físico.
Este contexto se refleja bien con un ejemplo: la comunidad de inteligencia conocida como los “cinco ojos”, formada por analistas de Estados Unidos, Reino Unido, Canadá, Australia y Nueva Zelanda (nadie de la Unión Europea), ha formado una unidad así llamada de “cibermagos” para emplear técnicas cerebrales de manipulación social, según revela el investigador Musa Khan Jalalzai
La realidad es que no estamos en el mundo feliz de Huxley, ni tampoco en un escenario que no pueda evolucionar más allá de donde hemos llegado hoy.
El potencial humano sigue intacto y podemos y debemos idear fórmulas para no ceder ante el empuje de la guerra mental y mantener activa nuestra capacidad de pensar por nosotros mismos.
De la Redacción de AIM.
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