El 10 de julio de 1985 dos bombas hundieron en el puerto de Auckland, Australia, al buque de la organización ecologista Greenpeace "Rainbow Warrior" (Guerrero del arco iris), que se disponía a zarpar al atolón de Mururoa para impedir pruebas nucleares francesas. El gobierno francés negó su implicación en el hecho, pero ante la evidencia el primer ministro debió reconocerla.
Casi 40 años después, la relación de Greenpeace con algunos gobiernos no ha mejorado. Como muestra, el diputado bonaerense "libertario" Agustín Rommo, sobrino nieto de Palito Ortega, propuso declarar "terrorista" a Greenpeace, a pesar de que sus fines declarados son la defensa del medio ambiente y de la paz.
Rommo se alineó rápidamente, lo mismo que el presidente Milei, fundador de La Libertad Avanza, con la política de otro país "avanzado", como Francia en 1985, la Gran Bretaña, cuya policía incluyó a Greenpeace y a Peta, asociación por el trato ético a los animales, en una lista negra de "ideologías extremistas", en compañía de los neonazis y los islamistas.
Se entiende que Gran Bretaña, que tiene frecuentes pesadillas y está empeñada en calentarse al rescoldo de su pasado imperialista, como también Francia en menor medida, trate de secundar a los Estados Unidos en la guerra de Ucrania y que enfrente a todos los que se opongan a la política exterior de la gran potencia norteamericana.
Pero no es tan fácil de entender que la Argentina se pliegue a una posición que no es la suya y que seguramente no le reportará beneficios.
En materia de política exterior, los países independientes, no los vasallos, se guían por sus intereses al margen de cuestiones ideológicas; pero al parecer la Argentina pone primero la ideología y luego sus intereses nacionales.
Así ha creado conflictos con Chile, Brasil, Bolivia, Venezuela, México, España, China, Rusia, etc, etc, a pesar de que entre esos países, sospechosos de tener dirigentes "izquierdistas", están los mayores clientes de la Argentina y también los mayores acreedores.
Ahora, según Rommo, Greenpeace debe acompañar en una lista negra a los nazis y los musulmanes porque criticó la decisión del gobierno nacional de avanzar en la explotación de los recursos naturales del país, el sexto de los puntos que el presidente Milei sostuvo en el "pacto de Mayo"
Dirigentes de Greenpeace en Inglaterra advirtieron antes de la iniciativa de Rommo que poner la misma etiqueta a los activistas ambientales y a los grupos terroristas no va a ayudar a combatir el terrorismo. La pregunta de Greenpeace fue: ¿Cómo vamos a enseñar a los niños la devastación causada en el planeta si les decimos que quienes están intentando pararla son extremistas?
Varias agrupaciones ambientalistas consideraron estar ante un siniestro, peligroso y antidemocrático intento de deslegitimar a las organizaciones ambientales.
Así en el Reino Unido. En la Argentina, el partido de la situación tiene otra opinión. El secretario de Culto y Civilización, Nahuel Sotelo, respaldó la propuesta de Rommo y agregó que sería muy bueno que la Argentina contaminara más el medio ambiente, porque eso significaría que hay más fábricas echando humo, más industria y más trabajo.
Es en parte la misma concepción que tuvo el novelista francés Honorato de Balzac ante el París industrial que se iniciaba entonces, en las primeras décadas del siglo XIX.
Balzac llamó a París "el gran chancro humeante", con admiración por el despliegue de actividad y energía, pero con reservas incluidas en la palabra "chancro", que denota una enfermedad.
Han pasado casi dos siglos y los impulsores de la explotación del ambiente no alcanzan todavía la intuición de Balzac.
La cuestión podría contemplarse desde este ángulo industrialista con la intención de llegar a una solución de compromiso con la defensa del ambiente; pero en el caso argentino la posición de los industrialistas es sostenida por el encargado oficial de la protección del ambiente.
En declaraciones al sitio digital "La Derecha Diario", Sotelo admitió que él no puede prohibir Greenpeace en la Argentina, pero apoya la iniciativa de Rommo de declararla organización terrorista.
Greenpeace sostuvo respecto de la explotación de los recursos naturales que no beneficia ni al país ni a la crisis ecológica que vive el planeta y que "volver a insistir con dichas regresiones es contrario a las necesidades de Argentina y a la salud del medio ambiente".
Expuso su punto de vista aclarando que protestar y manifestarse no es terrorismo: "no podemos permitir que se sacrifiquen los recursos naturales que abastecen a ecosistemas, poblaciones y diversas actividades productivas solo para beneficio de unos pocos. Desde Greenpeace Argentina seguimos exigiendo que no se flexibilicen leyes ambientales fundamentales como las de bosques y glaciares.".
De la Redacción de AIM.
Dejá tu comentario sobre esta nota