Washington Benavides es autor de la letra de "Como un jazmín del país" y su hijo Carlos de la música; es una milonga habanera que refleja el drama de la posteridad de Artigas, que abrazó a Entre Ríos.
Por ejemplo en la batalla de Arroyo Grande, cerca de la actual ciudad entrerriana de San Salvador, que entonces no existía, se enfrentaron en 1842 un ejército federal formado por entrerrianos y porteños, al mando del oriental Manuel Oribe, con una alianza de colorados uruguayos con unitarios argentinos al mando de Fructuoso Rivera, primer presidente del Uruguay.
Rosas llamaba "pardejón" a Rivera, no para aludir al color de su piel -pardos eran los descendientes de esclavos africanos mezclados- sino a su condición de "bandido incorregible". En Arroyo Grande murieron 3000 soldados, Rivera fue derrotado y perseguido por Oribe sin mucho entusiasmo y comenzó la Guerra Grande del Uruguay.
Las disputas del siglo XIX tuvieron desenlace en la Argentina en Pavón y luego en la guerra del Paraguay, donde el porteñismo forzó su intención de hacer de Buenos Aires una ciudad rodeada de un desierto a su servicio.
En el Uruguay, el conflicto entre colorados y blancos, se prolongó un poco más. Quizá la chispa final del viejo fuego fue la batalla de Masoller, en que cayó el caudillo "blanco" Aparicio Savaria.
A ese acontecimiento se refiere la letra de "Como un jazmín del país". Un joven "blanco", del partido Nacional de Savaria, pide un gesto a una joven de familia "colorada", es decir, del partido afin al unitario argentino:
"Que lo que voy a decirte se dice una vez, y basta, dí que me quede y me quedo."
"Yo me voy con Aparicio,
sé que otra divisa labran
tus manos, y llevarán
los varones de esta casa.
Yo me voy con Aparicio,
pero mírame a la cara,
que lo que voy a decirte
se dice una vez y basta.
Sólo una cosa podría
detenerme, una palabra;
di que me quede y me quedo,
jazmín del país, muchacha".
Ella lo miró a los ojos,
pero no le dijo nada,
y nada dijo después,
cuando cayó con Saravia.
La letra muestra que el encono de las posiciones políticas estaba por encima de cualquier motivo emocional y no permitía a la muchacha expresar sus sentimientos, sino solo mostrar tozudez e indiferencia.
Saravia encabezó el descontento popular contra el gobierno "colorado" en 1897, y se puso al frente de una revolución que aspiraba a consagrar garantías electorales que reconocieran el derecho de las minorías a la representación parlamentaria.
En 1904, Masoller fue la última gran lucha civil oriental. La batalla se produjo junto a la frontera del Brasil y significó el final de la guerra civil uruguaya entre los colorados y los blancos. La argentina entre unitarios y federales había terminado cuatro décadas antes.
Masoller está en la frontera uruguaya con el Brasil, entre Artigas y Rivera. Tras ser herido en la batalla el primero de setiembre, Aparicio huyó al Brasil, donde murió 10 días después. Los colorados “brasileñistas” no lo persiguieron para no interferir con el país vecino.
Los heridos en batalla, tanto blancos como colorados, fueron atendidos por la familia Masoller, "colorados" dueños de las tierras en las que se desarrolló la batalla.
La batalla consolidó la presidencia de José Batlle y Ordóñez, representante y figura clave de los colorados y del batllismo. Uno de sus miembros, Jorge Luis Battle Ibáñez, era presidente en 2002 cuando dijo ante las cámaras en Montevideo: "los argentinos son una manga de ladrones, del primero hasta el último", y luego debió hacer penitencia en Buenos Aires protestando que su madre era argentina, pero ya estaba muerta.
Jorge Luis Borges se refirió a la batalla de Masoller en su cuento “La otra muerte”, en el libro El Aleph. Narra la historia de Pedro Damián (nombre tomado de un filósofo antidialéctico medieval, santificado por la iglesia, que pensaba que la omnipotencia divina podía cambiar el pasado). El de Borges es un cobarde que huye del tiroteo para salvar su vida y vive como un ermitaño hasta morir cuarenta años después. Pero lo toma de un personaje que muere en Masoller en 1904.
La otra muerte señala la relación entre el presente y la historia, y la cuestión de cómo un hecho particular y simple puede cambiar de acuerdo con diferentes puntos de vista.
La causa del estallido de la revolución de 1904, liderada por Saravia, fue el envío de tropas gubernamentales “coloradas” a Rivera con el argumento de proteger la frontera. El Partido Nacional lo tomó como una provocación; la entrada de tropas del gobierno colorado en territorio de una jefatura política nacionalista, fue un desafío a la guerra.
La revolución de 1904 recordó los levantamientos del siglo XIX. Fuerte presencia de un caudillo al que se siguió por adhesión a la divisa y composición del ejército por las masas rurales a caballo. También la paralización de la economía que despertaba el malestar, especialmente en los propietarios.
La revolución enfrentaba a un poder que contaba con ferrocarriles para trasladar tropas, telégrafos para comunicar instantáneamente órdenes, información y armas costosas. Se compraron ametralladoras que diezmaron al ejército de Saravia, como antes los remington de Sarmiento a las tropas de López Jordán.
El objetivo de Saravia no era derribar al gobierno sino lograr mejores condiciones para un acuerdo.
Los "blancos" de Saravia sustituyeron el choque frontal por la guerra de desgaste y se preparaban para dar al alba venidera la estocada con las tropas de refresco.
Al caer la tarde, Aparicio comenzó a recorrer la línea de fuego alentando a sus tropas. Pasaba revista a la división 9 cuando comenzó la balacera. La tercera bala lo alcanzó en la cintura, traspasándole el vientre.
Varias versiones florecieron, algunos se vanagloriaron de aquel tiro certero, corrió el rumor de que habían sido campeones de tiro argentinos contratados por el gobierno para realizar “misiones especiales”, también pudieron ser colorados infiltrados en filas revolucionarias o alguien que se oponía a un tratado de paz que dejara a Saravia como triunfador.
De la Redacción de AIM.
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