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Caleidoscopio
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El Navajo y la Luna

Cuando preparaban el viaje a la Luna en 1969, un equipo de la Nasa visitó el desierto de Arizona en los Estados Unidos, donde sobreviven los navajos. Un viejo pastor navajo, acompañado por su nieto, vio admirado a hombres metidos en trajes fabulosos.

Hubo un pequeño diálogo con los astronautas. El navajo preguntó si podía enviar un mensaje a la Luna. Como su propuesta fue aceptada, escribió en su idioma una frase que no quiso traducir al inglés. El equipo de la Nasa no consiguió que ningún otro navajo tradujera el texto, de modo que lo llevaron a un especialista blanco. Recomendaba a supuestos habitantes de la Luna: "Tengan cuidado con esos mocasines, que les quitarán sus tierras como hicieron con las nuestras".

La democracia estadounidense es el modelo para todos los países del mundo que quieran o se vean obligados a copiar el sueño americano, cada uno dentro de sus posibilidades y capacidades.

Pero se trata de un malentendido onírico. En los orígenes mismos del país, el principal ideólogo político, James Madison, cuarto presidente, dueño de una hacienda heredada en Virginia, propietario de centenares de esclavos, fijó el criterio a que debía ceñirse la constitución.

En "El Federalista", una colección de artículos periodísticos dirigidos a promover la ratificación de la constitución, Madison fue claro, pero no tanto como en las actas secretas de las reuniones de Filadelfia.

Madison fue generador de varias de las ideas de la constitución estadounidense y es tenido habitualmente como uno de los padres de la patria y defensor de la democracia. Lo que generalmente no se pone tan de relieve es la intención explícita de Madison de que el poder quedara en manos de los ricos.

Para él, los ricos son el grupo más responsable, el que por naturaleza busca el bien público y no intereses estrechos y limitados. Para no perder de vista estos fines, para no poner el riesgo la propiedad, el poder recayó en los senadores, que eran seleccionados entre los hombres de fortuna y ejercían su cargo por largos períodos. Lo que pretendía Madison era retener el poder en manos de los terratenientes como él.

Para Madison, el punto era hasta dónde la nueva nación debía permitir una democracia real. En los debates secretos de la convención constitucional de Filadelfia, afirmó que cualquier sociedad decente debe proteger a la minoría de opulentos frente a la mayoría y admitió que es un principio aristocrático válido en todos los sistemas políticos.

Madison argumentó que si en Inglaterra, su modelo de sociedad entonces, todos votaran libremente, la mayoría de pobres se organizaría para arrebatar las propiedades a los ricos. Y peligro máximo: provocarían una reforma agraria, parcelarían los latifundios para repartir la tierra; recuperarían las tierras comunales de que los había privado hacía poco la ley de cercado. En Inglaterra las "enclosures" desconocieron el derecho basado en la tradición a explotar campos colectivamente y los agricultores debieron abandonarlos y convertirse en jornaleros en las ciudades o en vagabundos, carne de horca.

Para evitar este peligro que se cernía sobre la parte "mejor y más sana" de la sociedad estadounidense, la constitución debía impedir la "tiranía de la mayoría", conocida como democracia, con la finalidad de sostener la propiedad de los ricos.

Madison expresa el núcleo de desarrollos posteriores, que consideran a la democracia actual como un régimen político que hace responsable a los votantes de las decisiones de las élites. El pueblo está convencido de que él elige y no se cansa de asumir errores en la convicción de que son propios y no de las élites, y que es él quien los debe corregir.

Noam Chomsky, que pasó años leyendo y comentando documentos declasificados de su país, disculpa a Madison en alguna medida, porque era un precapitalista que quería creer que los ricos eran amables, como los nobles romanos de la mitología de aquella época, que estaban en los labios de los constitucionalistas estadounidenses y de los revolucionarios franceses: aristócratas cultos, figuras benignas que se consagraban al bienestar de todos.

No tardó Madison en ver cómo sus sabias previsiones eran desvirtuadas por el rumbo que tomaba la realidad. Antes del inicio del siglo XIX ya los Estados Unidos, según el mismo Madison, había caído en manos de agiotistas y especuladores que estropearon su sistema en beneficio de intereses que no eran de los terratenientes.

Tal evolución justificaba los temores de Madison, expuestos en las actas secretas: "el interés de la tierra es ahora dominante, empero con el tiempo, cuando nos acerquemos a los Estados de Europa, cuando el número de terratenientes sea comparativamente pequeño por la influencia de comerciantes e industriales, ¿no se verán los intereses de los terratenientes desbancados en futuras elecciones?"

Está claramente en juego el concepto de representación, que debía ser amañado para sostener ciertos intereses por sobre otros. "A menos de tomar sabias precauciones, ¿qué será de nuestro gobierno?". Las formas que tomaron las precauciones fue "asegurar el permanente interés del país contra la innovaciones, constituir un sistema que proteja a la minoría de los opulentos contra la mayoría".

Las leyes vigilan, más allá de la letra y la declamación, el derecho de los opulentos contra las mayorías, aniquilándolas si es preciso. El mensaje del viejo pastor navajo a los selenitas expresa la experiencia de un pueblo diezmado que trata de advertir a otros sobre los vástagos de Madison, Jefferson y Washington.
De la Redacción de AIM.

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