Está por terminar el año 2020, con amplio consenso de ser el peor que muchos de nuestros contemporáneos ha vivido. Sin embargo, a pesar de la peste y sus consecuencias sanitarias y políticas, hubo en la historia otros muchos años malos; por ejemplo los de pestes terribles, pero limitadas a ciertas regiones, los de guerras y los de hambrunas. Uno de ellos fue el año de las tinieblas, el 536.
En 1348 apareció en Europa la peste bubónica, conocida también como muerte negra, que acabó posiblemente con la mitad de los europeos de entonces. En 1918, una enfermedad conocida como la "gripe española", que no era gripe y seguramente no era española, mató entre 50 y 100 millones de personas. Esos podrían ser considerados los años más aciagos de la historia, al menos de la conocida, pero el historiador medieval Michael McCormick, de la Universidad de Harvard, cree que nada superó a la catástrofe de 536.
¿Qué pasó entonces? En 536, una extraña niebla comenzó a extenderse y densificarse hasta sumir durante un año y medio en la penumbra a Europa, Oriente Medio y regiones de Asia.
El historiador bizantino Procopio de Cesárea, contemporáneo de la tiniebla, dejó constancia en estos términos: "Durante este año tuvo lugar el signo más temible. Porque el Sol daba su luz sin brillo, como la Luna, durante este año entero, y se parecía completamente al Sol eclipsado, porque sus rayos no eran claros tal como acostumbra. Y desde el momento en que eso sucedió, los hombres no estuvieron libres ni de la guerra ni de la peste ni de ninguna cosa que no llevara a la muerte. Y sucedió en el momento en que Justiniano estaba en el décimo año de su reinado".
Según cálculos actuales las temperaturas cayeron en verano entre 1,5° C y 2,5° C. Se inició una década fría, la peor en más de dos milenios, y duró varios años. Las cosechas se frustraron, hubo hambruna y para completar las desgracias, en 541 la peste bubónica se extendió desde el puerto romano de Pelusium, en Egipto, y antes de retirarse mató posiblemente a la mitad de la población del Imperio Romano latino, al que le asestó un golpe que ya no necesitaba.
Hasta hace poco las razones de esta pequeña edad de hielo, el origen de una larga noche de un año y medio, eran desconocidos. Pero el análisis preciso del glaciares permitió ubicar la causa en una enorme erupción volcánica submarina en Islandia, que arrojó cenizas hasta muy lejos de la isla. La primera erupción se produjo a inicios de 536 y hubo dos más en 540 y 547. El gran volcán y la peste crearon en Europa una crisis que duró dos siglos, porque en 640 otra señal en el hielo, el contenido de plomo, marca el resurgimiento de la minería de plata y de la actividad económica.
Aquel año de 536, el año de la oscuridad, fue tomado por la humanidad de entonces como preámbulo del fin del mundo. La gente vivió varios años en penumbras, con no más luz que en el polo.
El análisis moderno de un núcleo de hielo en Groenlandia, formado en aquel tiempo, permitió distinguir distintos sedimentos y gases sulfúricos transportados a la atmósfera por el vulcanismo submarino. Una vez en el aire, atenuaron la luz solar.
Las erupciones cerca de Islandia, en un desconocido Norte para los europeos de entonces, vaporizaron el agua del mar, que transportó sedimentos que oscurecieron el sol. Los fósiles muestras que los árboles apenas crecieron entre 536 y 555 por falta de luz
Se sabe que las erupciones volcánicas arrojan al aire azufre y partículas que pueden bloquear la luz solar. El análisis de las capas de hielo de Groenlandia entre 532 y 542 permitieron constatar que contenían cerca de 100 especies de microorganismos que viven normalmente en aguas tropicales.
Estos microorganismos fueron arrojados al aire por erupciones volcánicas submarinas, que vaporizaron el mar al final los sedimentos y desechos se posaron en el Artico.
Otra posibilidad es que la oscuridad catastrófica que registró Procopio se deba al impacto de meteoritos que arrojaron los sedimentos al aire. Pero no hay polvo cósmico en las capas del hielo de Groenlandia, lo que invalida la hipótesis.
En el núcleo de hielo que estudiaron apareció la historia de 2.000 años de polvo de volcanes, tormentas del Sahara y actividades humanas en el centro de Europa. Lo ocurrido en 536 aparece relacionado con un volcán islandés. Partículas de ese origen aparecen en lagos de Europa y de la misma Islandia.
El plomo en el aire, que reaparece según testimonio del hielo en 640, marca la importancia de la minería en la economía. El plomo resulta de la copelación, un proceso de separación por calentamiento de la plata del mineral base que la contiene en los yacimientos, aprovechando su mayor punto de fusión y su menor reactividad química.
Como en los dos siglos que siguieron a 535, el plomo volvió a desaparecer entre 1349 y 1353, años de la reaparición de la peste negra en Europa
Otro indicio del año oscuro aparece en los anales gaélicos de Irlanda del año 536, de autor desconocido, donde se alude a «Perditio panis» (falta de pan).
En las antípodas, registros chinos indican que cayó nieve en agosto, en pleno verano y que apareció una "densa niebla seca", que provocó el descenso de temperaturas. Hubo una fuerte sequía en el Perú, que tuvo relación con la desaparición de la cultura moche alrededor de un siglo después, atribuida generalmente al fenómeno del Niño.
Episodios de este tipo no son desconocidos incluso en tiempos modernos. En 1816 se produjo otro invierno que arruinó las cosecha, pero la fluidez de las comunicaciones permitió relacionarlo rápidamente con la enorme erupción del volcán Tambora, en Indonesia, la mayor en más de un milenio. 1818 fue conocido como el año de la pobreza, el año sin verano y la última crisis de supervivencia de Occidente.
Las especulaciones de los científicos ofrecen mucho material a la fascinación. Entre ellas está que la crisis de 536 fue el origen del sacrificio de grandes cantidades de oro por las elites escandinavas, que propiciaban la vuelta del sol; la caída de la ciudad sagrada de Teotihuacán en el actual México, la primera aparición de la peste bubónica en Europa en tiempos de Justiniano, el declive de los ávaros, la migración de los mongoles hacia occidente, de tremendas consecuencias, el fin del imperio persa y el desarrollo del Islam. En cada caso, no faltan argumentos para relacionar el sol, las cosechas, el hambre y la peste con la desorientación y sus efectos secundarios deletéreos.
De la Redacción de AIM
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