En el Bhagavad Gita, uno de los libros canónicos del hinduísmo, posiblemente anterior al cristianismo, Krishna es un avatar cuya misión es restablecer la ley de la que la humanidad se desviaba también por entonces.
En el comienzo del relato, antes de una gran batalla entre los hijos de Pandu, los Pandavas, y los hijos de Dhrtarastra, Kirshna dialoga en un carro de guerra con Arjuna, un guerrero, un miembro de la casta de los chatriyas.
En cierto momento, cuando Arjuna le pide que se dé a conocer tal como es, sin veladuras, Krishna le dice entre muchas otras cosas: “Entre los Pandavas, yo soy Arjuna”.
Esta frase dirigida a un mortal, con bastante claridad quiere decir: ” Tu y yo somos lo mismo, somos Uno”. Una afirmación así no es posible en el cristianismo, por ejemplo, donde la divinidad es siempre transcendente y ninguna deificación es posible al ser humano, que se mantiene a una distancia insalvable de lo que lo transciende.
Krishna invita a intuir el Todo en cada uno, ya que él está íntegro en Arjuna, un ser humano, como tienden a enseñar las disciplinas holísticas modernas, o como la geometría fractal que inventó Mandelbrot en el siglo XX enseña que una parte de la figura fractal reproduce la totalidad idénticamente.
Pasando al terreno psicológico y social, los que luchan contra el poder político y económico suelen representárselo como una coacción exterior que no tiene circulación por el interior del luchador, que se supone libre de contaminación.
Pero la infectación no es algo que esté solamente allí afuera de nosotros. En nuestra familia de origen, cuando papá y mamá nos hacían saber con hechos cómo funcionaban las cosas, quién daba órdenes y quién obedecía, plenos de cariño o no, ya funcionaba un modelo de poder que luego sigue en la escuela y en el Estado. Era exterior pero se hizo interior y luego lo reconocemos cuando lo vemos actuar fuera de nosotros sin advertir que también está en nosotros.
Lo hicimos nuestro con la primera papilla, lo interiorizamos de modo que hoy no podemos evitar que nos influya desde adentro. La familia que no criticamos es la matriz del poder, pero al poder político no le mezquinamos crítica.
Todo lo que creemos que está afuera no es sino una mera proyección de lo que tenemos dentro, incluso de aquello contra lo que nos rebelamos sin reconocerlo.
Si algo estuviera totalmente afuera y no dentro, no lo podríamos conocer a nivel individual, no tendríamos ni la menor noticia de ello.
Cuando como hizo Ulises encontremos la clava para cegar el cíclope, veremos que los que estamos sangrando somos nosotros mismos.
De la Redacción de AIM
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