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Caleidoscopio
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Europa unida con la pandemia, pero, ¿cómo?

Aunque la Unión Europea (UE) no tiene un ejército ni una posición diplomática unificada, posee el mercado único más grande del mundo, y es gracias a él que impone cambios en gran cantidad de países. El Covid-19 aumentó su poder en el mundo.

Con Carl Schmitt entró de lleno la idea formulada con rigor de la unidad de Europa como proyecto político. Se concretó fugazmente con Hitler, que se sentía heredero de Carlomagno, el último gobernante de una Europa unida, aunque muy diferente de la actual, y que vino a realizar por un instante el proyecto napoleónico, militarista pero ahora además germánico y racista.

Schmitt, de formación católica, fanático del orden y la disciplina, autoritario y prusiano, tomó la decisión de sumarse al partido nazi, previendo que la tarea de éste sería forzar la unidad de Europa; pero fue expulsado de su ministerio por considerarlo las SS un "advenedizo".

Terminada la guerra, fue funcionario de la República Federal y gestor de la Comunidad Económica Europea, vale decir: otra vez el objetivo de la unidad continental, pero ahora por otra vía. Un cambio de táctica que mantuvo la estrategia.

Schmitt se propone ante todo "construir poder", como se diría hoy, pero no por el poder mismo, sino para tener capacidad de decisión que termine la lucha interna.

Para eso es preciso "deconstruir" al liberalismo, se debe generar un mito que comprometa a los individuos como no puede hacerlo el liberalismo, que en la idea de Schmitt más fragmenta que une.

Ve que la política liberal tiende a disminuir el significado del Estado hasta convertirlo en una asociación más, que ya no está por encima de la sociedad. Schmitt entiende que el parlamentarismo es responsable del desbibujamiento de las fronteras entre la sociedad civil y el Estado, que perdió el monopolio de la política. Y ataca al parlamentarismo como con menos argumentos teóricos hizo Hitler en "Mi Lucha".

A partir de los planteos de Schmitt, la lógica lo lleva a rechazar las democracias parlamentarias pluralistas y optar por la dictadura como forma de gobierno, donde el líder está sin discusión por encima de la ley y el Estado es la forma adecuada de la nación y determina su "pensamiento".

Schmitt define al Estado como el estatus político de un pueblo organizado en un territorio; pero considera que está mezclado con la sociedad, de modo que lo estrictamente político no se puede ya definir a partir de él. Para hacer posible la definición parte de una polaridad esencial: amigo y enemigo, que llevaría a lo que ahora consideramos como "confrontación" pero que se aplica a otros ámbitos, como el moral con las categorías de bueno y malo y el artístico con bello y feo.

A diferencia del estudioso, del analista, del académico, el político tiene voluntad de poder, es agonal y confrontativo, su conducta deriva de la lucha.

Para no dejar dudas, define: "el enemigo es simplemente el otro que está en contra de mi posición", es decir, una situación bien conocida por todos los políticos y que puede derivar en guerra pero también en revolución. El político debe ante todo tener la capacidad de distinguir correctamente amigo de enemigo, o, según otra perspectiva, de trazar correctamente la línea por donde pasan las contradicciones reales.

El antagonismo político es el más extremo de todos, por eso se prolonga naturalmente en la guerra cuando no puede resolver los conflictos en su terreno propio. "La guerra es la continuación de la política por otros medios", según von Clausewitz.

Para Schmitt todas las expresiones políticas son polémicas, no son objetivas en la medida en que son partidarias y reflejan el antagonismo del que parten, llevan latente en sí la guerra y son capaces de reagrupar a los hombres en amigos y enemigos.

Entiende que la democracia es necesariamente directa. Se hace en el espacio público, lo que implica que no hay voto secreto, ni representantes, ni elecciones ni, por supuesto, parlamento.

Advierte también la tendencia a la homogeneidad, predominio de la cantidad o el número, que parece intrínseca a la democracia. Por eso sostiene que su carácter es más la unanimidad que la pluralidad. Al final, las diferencias son excluidas o eliminadas dentro de la unidad política, es decir, aparece el totalitarismo.

El fundamento ideológico de Schmitt se ve en su consideración de la iglesia católica como "espléndido monumento de orden y disciplina, de claridad dogmática y precisión moral", al que asigna la función de decidir con responsabilidad sobre la verdad y la justicia.

Ese orden ejemplar ha sido atacado con éxito por el individualismo liberal, la técnica, y un capitalismo materialista que subordina los fines de la comunidad a los medios del enriquecimiento individual. Pero según el catolicismo, el hombre, aunque caído, es obra de Dios y por consecuencia, bueno. No es así para Schmitt, que parte de un hombre que cuando se inclina al mal es intrínsicamente perverso, lo que lo aproxima más al tenebroso punto de vista nazi.

Poco a poco aparecen los motivos para rehacer la unidad de Europa, concebida según la "cristiandad", sin ir más atrás. Se debe oponer los valores atacados por el liberalismo a los propios liberales y sus descendientes, que ya entonces eran tanto los Estados Unidos como la Unión Soviética, los enemigos políticos y militares de Alemania antes, durante y después del nazismo. La larga vida de Schmitt estuvo consagrada a lograr esa unidad como teórico, como político y como diplomático al que se debe en buena medida la Comunidad Económica Europea.

Armado con sus principios, Schmitt arremete contra el liberalismo. Lo acusa de evadir las decisiones, despolitizar y neutralizar todo, huir de la batalla y proponer en su lugar la discusión. Los liberales son la "clase discutidora", capaz de debates eternos en que se acepta cualquier opinión con tal de mantener los problemas dormidos y permitir que los fines crematísticos burgueses se cumplan sin inconvenientes.

El burgués se retira a la vida privada, donde espera que sus riquezas lo libren de peligros y deja a otros las cuestiones públicas que exigen lucha. Es el espécimen liberal que intenta hacer el enemigo un "competidor" si se trata de economía o un "oponente en la discusión" si se trata del espíritu.

Socialistas en crisis
La idea de que Alemania debía regir Europa como hizo Francia con Napoleón, fue expresada por Heidegger, que la veía como la alternativa única para preservar el legado europeo frente a las dos nuevas potencias que amenazaban con relegarla a un papel secundario: los Estados Unidos y Rusia.

Actualmente, Alemania es otra vez el centro de Europa, aunque sea de una Europa en crisis, de su banca y de su industria. Y otra vez Europa ve un peligro en potencias que surgen o resurgen como China, la India o Rusia, cuando la Unión Soviética perdió la carrera y los Estados Unidos mantienen su superioridad militar como último bastión con una economía en declinación, pérdida masiva de mercados y un frente interno cada vez más complicado, que no tardará en convulsionarse.

Algunos socialistas europeos, desalojados del gobierno por la crisis capitalista, víctimas de sus actos y de la ingloriosa declinación de su ideología, ya que convalidaron el capitalismo con criterio "realista", tratan de referir la idea de la unidad de Europa a los nazis, con el fin de criticar con más fuerza y soltura las graves dificultades actuales mediante la referencia a un pecado original insalvable.

Los socialistas critican con justeza a los que pretenden que la idea de la unidad de Europa es posterior a la segunda guerra mundial para hacerla pasar como un logro "ultramoderno" sin relación con Hitler, Napoleón, la Cristiandad ni el imperio de Roma. Pero en lugar de indagar suficientemente en el pasado los antecedentes, tratan de encontrar en documentos nazis abono para sus puntos de vista. Y los encuentran en cantidad, porque los documentos sobran.

Sorprendentemente no mencionan la consigna de los Estados Unidos de Europa y las críticas que le dirigió Lenin tras tratarse en un congreso del partido socialdemócrata de 1915.

Lenin plantea el contenido y la significación económica de la consigna para concluir que bajo el capitalismo, "los Estados Unidos de Europa son imposibles o son reaccionarios". Pero precisa luego: "Los Estados Unidos del mundo (y no de Europa) constituyen la forma estatal de unificación y libertad de las naciones, forma que nosotros relacionamos con el socialismo, mientras la victoria completa del comunismo no conduzca a la desaparición definitiva de todo Estado, incluido el Estado democrático".

El tema, entonces en boga entre los socialistas que lo habían considerado en el congreso un "punto invulnerable" fue tratado también por Trotzky: "Una unión económica de Europa un poco completa, por arriba, como resultado de un acuerdo entre gobiernos capitalistas, es una utopía. En este terreno, no se irá más allá de los compromisos parciales y de las medias tintas. Por eso mismo, la unión económica de Europa, que promete ventajas enormes al productor y al consumidor, así como, en general, al desenvolvimiento de la cultura, es la misión revolucionaria del proletariado europeo en lucha contra el proteccionismo imperialista y su instrumento, el militarismo". Y finalmente: "Los Estados Unidos de Europa constituyen, ante todo, una forma, la única que se puede concebir, de la dictadura del proletariado europeo…".

A la luz de estas reflexiones, aparece otro sentido de la promoción de la Europa unida bajo conducción alemana; es decir, se trataría en el lenguaje leninista de una actitud "reaccionaria". Pero por otro lado, también las serias dificultades que atraviesa hoy la Unión, que hacen recordar que fue considerada "imposible".

Solo queda por saber porqué algunos gobiernos de Europa se sumaron entusiasmados a la idea, como el socialista de España, y luego recibieron reconvenciones, órdenes de apretar, recortar y ajustar para finalmente quedar afuera de los beneficios que tanto anhelaban.

La pandemia de Covid 19 marcó su impronta
Aunque la Unión Europea no tiene un ejército ni una posición diplomática unificada, posee el mercado único más grande del mundo, y es gracias a él que impone cambios en gran cantidad de países. El Covid-19 aumentó su poder en el mundo.

Anu Bradford, profesora en la facultad de Derecho de la Universidad de Columbia (Nueva York), publicó el ensayo The Brussels Effect. How the European Union rules the World (Oxford University Press). El efecto Bruselas. Cómo la Unión Europea gobierna el mundo.

La idea central que postula la profesora es que “la UE tiene la capacidad de fijar las reglas de la economía mundial”. Es verdad que no tiene un ejército ni una posición diplomática unificada, pero a su juicio posee algo mucho más importante, el mercado único más grande del mundo, y es gracias a él que impone cambios en muchos países que benefician a cientos de millones de personas.

¿El Covid-19 dañó la influencia mundial de la UE?
Bradford explica que el Covid-19 aumentó el poder de la UE en el mundo. La pandemia no acabó con la globalización como muchos expertos predijeron. Las compañías siguen comprometidas con los mercados globales. Aunque estén adaptando sus cadenas de producción, no se han replegado en sus mercados nacionales.

Los beneficios para la UE, siempre unida
Para Bradford, "mientras las empresas quieran producir y vender sus productos a escala global, habrá una tendencia hacia la uniformidad regulatoria. Está muy claro que las empresas internacionales adoptan la regulación europea porque es la más estricta y la que abre más mercados. La UE marca así las normas de la economía mundial y configura el mundo de acuerdo con sus valores".
De la Redacción de AIM.

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