El lenguaje se considera a veces como un campo privilegiado de la batalla social, cruenta o incruenta. En buena medida, la historia corrobora que es así, aunque la batalla no tenga los fines que suponen los combatientes. En general, sobre todo en las guerras modernas, los soldados han sido entusiasmados a veces hasta el paroxismo por la propaganda patriótica, por el odio al "otro", o por mitos como los de la sangre y la raza y también por las diferencias idiomáticas y de costumbres. "bárbaros" para los griegos eran los despreciables que en lugar de hablar en griego balbuceaban cosas como "bar bar" o "bla bla".
Modernamente los polacos, para poner en claro que no entendían a los alemanes, los llamaban "los mudos". Antes de la revolución francesa y las levas forzosas los soldados eran mercenarios que peleaban por la paga, no por la patria.
Los pueblos que desaparecieron por aniquilación o por disolución en la sociedad donde vivían, antes habían perdido su lenguaje. Los Selknam del extremo sur de nuestro continente son un ejemplo trágico: cuando quedaban unos pocos, casi todas mujeres, no los dejaban hablar entre ellos en su idioma, porque éste era una base de identidad muy fuerte.
Ser o no ser
La psicóloga argentina Aleisa Yanes explica la función que sus promotores adjudican al lenguaje inclusivo, al que ella se suma con entusiasmo. "lo que no se nombra no existe y lo que sí se nombra existe". La concepción mágica que está en la base de esta afirmación permitía la muerte en efigie de los animales de caza en el paleolítico porque en la mentalidad mágica no hay distancia real entre el animal dibujado, que porque es visible existe, y el real. El animal dibujado en la pared de la cueva no se distinguía del animal real que vagaba en manadas por la pradera, era tan real como él.
La creación por el verbo, como la expresa el prólogo del evangelio de Juan, es una expresión tardía pero vigente de la misma concepción: si algo no puede expresarse, no podrá ser conocido, y no existe si no es "arrojado a la consciencia", que eso significa "objeto" (ob-jectum).
Existo si soy visto
En el otro extremo está la rosa del poemita de Angelus Silesius: "la rosa es sin porqué/ florece porque florece/ no se preocupa por sí misma/ no pregunta si alguien la ve"
Como el lenguaje inclusivo tiene la misión de "visibilizar" a las mujeres y a las minorías sexuales, las saca de la inexistencia y por eso molesta a los poderes que han mantenido oculta una parte de la realidad, según Yanes. Para ella el lenguaje inclusivo no es un fin sino un medio que “permite darles lugar a las disidencias, a la interseccionalidad y a todas las identidades, nombrar es nombrar todo esto".
Es posible que estemos acá frente a una confusión tenaz, de la que el poder obtiene la parte del león: en compensación por los privilegios que mantiene y aumenta ofrece modos ilusorios de "inclusión" basados en modificaciones del lenguaje o en el reconocimiento simbólico de algunas minorías. Mientras tanto, su actividad deletérea -que sabe cómo acelerar pero no cómo frenar- amenaza al mundo entero.
Los que ven con simpatía el lenguaje inclusivo admiten que si no sirve no cuajará; pero mientras tanto por lo menos pone de relieve estructuras que nos resistimos a cambiar.
A los ponchazos, no
Todos los lenguajes son dinámicos, cambiantes, excepto los muertos preservados por motivos rituales o litúrgicas, como el sánscrito o el latín. Pero todos resisten los cambios que se pretende imponer deliberadamente, programáticamente, y los rechazan con más fuerza cuando más evidente es la intención de imponerlos, como en este caso una vanguardia integrada por ahora mayoritariamente por adolescentes, jóvenes universitarios y políticos.
El lenguaje, más allá de la voluntad de los hablantes, sigue un principio de economía que el desdoblamiento ("todos y todas"), no tiene en cuenta y posiblemente eso lo desgaste y lo esterilice, aunque por ahora está en una etapa incipiente. El desdoblamiento implica usar las formas masculina y femenina cuando basta con el masculino marcado para evitar un discurso farragoso y redundante. Está limitado por ahora a ciertas feministas y a cierto periodismo, al lenguaje burocrático y a los discursos políticos. Por otra parte, el género neutro, que existió en latín y se perdió cuando éste evolucionó al romance, no se puede restituir a designio, por voluntad programática de una vanguardia.
Los políticos dicen "buenos días a todos, todas y todes" pero en la tribuna o ante las cámaras, no en su casa, donde usan el lenguaje económico habitual. La economía lingüística es algo que sucede más allá de la voluntad de los hablantes, no puede ser evitada ni impuesta. El lenguaje es un sistema simbólico; los dos lenguajes que resultarían del uso del inclusivo y del "no inclusivo" serían algo en algún punto equivalente a las jergas científicas, deportivas, juveniles, etc, que son habituales entre los que rápidamente usan el lenguaje común cuando lo necesitan.
En materia de lenguaje es vano legislar. Si el interlocutor desdobla y usa las "e" con intención de género neutro, lo mejor que puede hacer quien se sienta extraño al lenguaje "no binario" es tratar de entenderlo, como antaño a las letras de algunos tangos lunfardos a pesar de que el diccionario define al lunfardo como una "jerga de delincuentes".
Era una jerga construida en un momento irrepetible de nuestra historia en base sobre todo a dialectos italianos y palabras portuguesas, marsellesas, etc, que cumplía su misión de ser incomprensible para los que no debían entenderlo.
No es lo mismo para el lenguaje inclusivo en cuanto al propósito, porque pretende ser entendido por todos y reemplazar el uso "excluyente". Pero mientras el lunfardo estaba montado preponderantemente sobre el castellano y no tenía pretensiones gramaticales, el lenguaje inclusivo trata incidir en la gramática.
El lingüista estadounidense Noam Chomsky postuló una estructura básica innata que permitiría hacer todas las combinaciones sintácticas posibles. Esta estructura sería equivalente al "lenguaje máquina" de las computadoras, que está en un tercer nivel de profundidad a partir de la lengua materna y del lenguaje de programación como el básica, por ejemplo. Además explicaría por qué los bebés pueden aprender con igual facilidad cualquier idioma, aunque no sea el de los padres y por qué los animales carecen de lenguaje articulado.
Las buenas intenciones
Los gramáticos, dentro de su perspectiva normativa, se limitan a establecer las normas del buen uso; los lingüistas evitan la normatividad para ceñirse a criterios científicos.
Se trata de una cuestión difícil, en la que no se puede sin riesgo meter mano ideológicamente, como pretenden los partidarios del lenguaje inclusivo, que actúan como políticos tratando de "mejorar" la sociedad con medidas que en general la empeoran.
Al negar el masculino como género marcado ("todos" incluye a "todas", por ejemplo), los partidarios del lenguaje inclusivo se meten en un berenjenal, porque se niegan a aceptar el negativo y solo usan el positivo. Por ejemplo, dicen "amigas y amigos", "las y los entrerrianos", "jóvenes y jóvenas"; pero nunca "ladronas y ladrones", muertos y muertas". El negativo está obstruido, no existe todavía a nivel gramatical.
De la Redacción de AIM.
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